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Tambores de la Naturaleza - por Osvaldo Mario Vela Saenz
Tambores de la Naturaleza
Interminables escalones de sutil pendiente lo llevaron al sótano de su casa: lugar que era refugio para cualquier desastre. Muy de cerca lo había seguido Angélica.
–¿Recuerdas la última vez que bajamos al sótano para resguardarnos?
–Ay Luis, cada vez que preguntas ¿Recuerdas? Me siento vieja.
–Discúlpame, ya por costumbre, siempre recurro a tu buena memoria.
–Fue durante el huracán “Gilberto” el ochenta y ocho… Hoy veintidós años después nos amenaza el “Alex” solo que los muchachos no están con nosotros.
–Nuestros hijos, sí que los extrañamos… Pero me alegro por ellos, ahora están lejos del peligro.
Aquella pareja, cuya unión estaba fortificada por décadas de compartir todo tipo de vivencias, se acomodó en amplio sofá a esperar el embate de la tormenta. Los pronósticos del nuevo fenómeno natural: más avasallantes que los del “Gilberto”.
–A todo esto, ¿estamos preparados en caso de sufrir un apagón?
–Tres generadores de repuesto están conectados a la red eléctrica de la casa. En caso de una falla, restaurarían la iluminación en un par de minutos.
Angélica paseó su vista por las paredes de aquel albergue. Colgados por todas partes, se veían cuadros con fotografías de tambores y al centro de la estancia un tambor escolar dentro de un vitral sellado. Su visual auscultar terminó con una pregunta.
–¿Cómo fue que adquiriste la pasión por coleccionar cuadros de tambores? No te imaginas el trabajo que ha sido mantenerlos limpios.
–Fue en el Colegio Militar, sí recuerdas ¡Perdón! Sabes que fui director de la banda de guerra. Como responsable, era mi obligación mantener la totalidad de los tambores bien afinados. El tensar la piel de cada tambor, para obtener la sonoridad perfecta, me correspondía.
–¿Y quién te enseñó ese trabajo?
–Los mismos tambores me lo mostraron; al estar ajustando los tensores, seguía golpeando el tambor con fuerza hasta obtener la intensidad que me hiciera sentir idéntico cimbrar dentro del pecho… Hoy me pregunto ¿Porque tú y yo nunca hemos incluido a los tambores al conversar?
–Creo que ha sido porque visitamos poco esta galería subterránea y generalmente por diferente razón: yo para la limpieza y tú para repasar la historia de los cuadros.
–En aquel entonces me sentía el estudiante más prestigiado de la escuela; el tambor en el vitral fue mi trofeo. Mi caminar era siempre erguido y mis movimientos militarizados.
–Dímelo a mi querido; cada vez que te veía al frente de la banda, con esa gallardía que llenaba mis pupilas, suspiraba y me enamoraba sin remedio y según creía, sin esperanza.
–Y yo, me esmeraba en mantener mi apostura impecable con tal de que te fijaras en mí. En cuanto te localizaba en la multitud los sonoros tambores tenían para mí un mensaje de Dios que me decía esta mujer es para ti; nunca dudé.
–Ah el día de hoy, amorcito, has sido más emotivo que cuando te me declaraste.
Se acurrucó melosa en su hombro.
–Es que hoy ya sé que mis tambores no se equivocaron en su comunicar, eras y sigues siendo un regalo del cielo. Los tambores por siglos han sabido transmitir algo: en la parte norte del África se usaban ondas sonoras de tambores para comunicarse a grandes distancias como los teléfonos celulares de hoy en día. En el Medio Oriente, a los sonidos que emanaban de los tambores se les consideraba imitaciones de la voz de Dios. En la Sierra de los Tarahumaras, el tañer de los tambores eran plegarias a sus deidades para que las cosechas fuesen abundantes. En países europeos los tambores representaban el valor y el honor. En regiones del trópico, una réplica pequeña “la pandereta”, con su alegría llenaba las celebraciones religiosas. Por todo esto es que las paredes del sótano están repletas de esos cuadros.
Las nubes que rodeaban el centro de “Alex” se encontraban cerca. Protestaban al avanzar cual voz de Dios en la naturaleza.
El jugueteo pirotécnico del fenómeno era inagotable. La potencia de su quejidos retumbaba en su caminar. Llegó la oscuridad. Luis y Angélica, juntos en aquel sofá, se abrazaron fuertemente con la certeza de que todo saldría bien; esperaban el regreso de la luz. Dentro de sus pechos gobernaba el mismo cimbrar que la tormenta generaba.
–Angélica ¿Al igual que yo sientes tu pecho vibrar? Atiende, ¿Escuchas los sonoros reclamos de ‘Alex’? Ya, de la naturaleza, los tambores comenzaron a sonar.
Comentarios (18):
lunaclara
28/05/2015 a las 20:51
Hola Osvaldo: qué bien reflejas el amor que se tienen estas personas mayores! Está muy bien escrito. Solo decirte que echo en falta un dialogo con frases un poco mas cortas, ppalmte por el miedo q tenian q tener los pobres…ah, y tambien la repeticion de “recuerdas” de forma tan seguida. Por lo demás, genial!
José Torma
28/05/2015 a las 23:35
Compadre norteño, ambos dos elegimos nuestras gallardas bandas de guerra para escribir el relato. Me gusta mucho la complicidad, el tu a tu entre estos viejos entrañables que se preparan para capear la tormenta como han capeado todo en su vida, juntos.
Que bonito es lo bonito y tu relato es muy bonito.
Saludos y felicidades.
Osvaldo Mario Vela Sáenz
29/05/2015 a las 02:01
Quisiera agradecer a mis tres talleristas sus comentarios tan positivos. uno de ustedes hizo hincapie en que a pesar de esperar una tormenta no incluí el factor del miedo en ellos. Cuando se llega a una edad mayor y sientes que ya cumpliste con tus obligaciones no asusta lo que venga. Otro mas descubrió una frase que no tenía sentido. ¿”Porque tu y yo nunca hemos incluido los tambores en nuestras pláticas?” Les agradezco sus comentarios.
J.Sfield
29/05/2015 a las 13:18
Hola, Osvaldo.
Un relato muy bonito, lleno de sentimiento y recuerdos. Los diálogos se podrían mejorar, darles más naturalidad en la forma de hablar de los personajes. Por lo demás, has hecho un buen trabajo. ¡Enhorabuena!
Ryan Infield Ralkins
29/05/2015 a las 15:16
Otro excelente relato mas de tu parte, Osvaldo. Como dice Jose, bonito relato. Me parece muy bien construido aunque opino como Lunaclara y J.Sfield en cuanto a los diálogos ya que me confundieron un poquito al leerlo pero eso no quita que sea una bonita y excelente historia.
Felicidades y saludos.
Y gracias por tu comentario en mi relato.
Leonardo Ossa
29/05/2015 a las 22:39
Osvaldo, estaba tan entretenido leyendo y esperando la tormenta que me sorprendí al leer en tu texto “los tambores comenzaron a sonar”, porque comprendí que había finalizado tu historia.
Se percibe el amor que perdura en la pareja, se siente la soledad con los hijos lejos.
Muy agradable la lectura de tu cuento.
Saludos.
Ratopin Johnson
29/05/2015 a las 23:23
Hola Osvaldo,
yo fui uno de tus comentaristas y me gustó mucho tu relato. Me parece que el que te dijo lo de la frase. Y como ya señalé, el párrafo en el que se cuenta los diversos usos del tambor dependiendo de la zona geógrafica me pareció genial.
KMarce
30/05/2015 a las 23:38
Saludos Osvaldo,
Muchisimas gracias por tu lectura y comentario de mi relato.
Siempre he visto a los adultos mayores con un hondo respeto. Cuando era jovencita pensaba lo dura que era la vida para ellos al ser viejos, pero a poco comprendí que en esos momentos en donde nos se camina a prisa o hay que tomar N cantidad de pastillas, muchos encuentran deleite en la vida que tienen y sobre todo en la vivida; aun si hubieran momentos díficiles.
Por ello me es enternecedor ese espacio en donde estos dos se tienen uno al otro. El nido vacío puede ser una tragedia para un padre, pero siempre la pareja encuentra aun consuelo con sus hijos que han partido.
Coincido que algunos diálogos podrían ser parte de la narrativa y no entre ellos, porque no son tan naturales; pero el resto me ha parecido muy tierno. Sobre todo el sosiego de sentirse acompañado del ser amado.
Se ha sacado una enorme sonrisa. 😀
¡Nos leemos!
beba
31/05/2015 a las 02:50
Hola, Osvaldo:
Me pareció preciosa la situación que pintas. Justo acabo de comentar otro cuento que juega con el pesimismo contemporáneo frente al amor. Y me sentí muy bien, ahora, con la pareja de ancianos que se dan mutua seguridad en lo que queda de vida; es mi experiencia; sin tornados, pero con otros bemoles.
También disfruté de tu buen manejo del lenguaje y tu habilidad de narrador.Prueba de reorganizar lo diálogos que por ahí se vuelven largos y densos.
Felicidades.
Miranda
31/05/2015 a las 08:09
Oswaldo, no sólo das una clase sobre tambores, sino otra de vida. Entrañable relato, que me ha gustado mucho, en cuanto a contenido.
Estoy de acuerdo con otros comentarios en que puedes trabajar los diálogos, quitando material que puede ser transmitido por el narrador.
Un gusto leerte.
grace05
01/06/2015 a las 01:18
Hola Osvaldo: Gracias por tus comentarios a mi relato. el tuyo me conmovió. Hermosa historia de amor y compañerismo. si bien los diálogos extensos encierran ternura y poesía. Me encantó tu historia.
¡Excelente trabajo!!! ¡ felicitaciones!!!!
marazul
01/06/2015 a las 19:47
Hola Osvaldo has convertido a los tambores en una gran metáfora y eso es lo que más me ha gustado de tu relato. Eso y la serenidad que desprende toda la escena. Como tú bien has dicho, si el trabajo está bien hecho y sigues bien acompañado no le temes a nada.
Alguna repetición (la misma palabra tambor y alguna otra), pero eso se corrige con un atento repaso.
Hasta la próxima. Saludos
Wolfdux
02/06/2015 a las 09:09
Un relato muy bien ambientado y con sentimiento. Felicidades Osvaldo.
Luis Ponce
02/06/2015 a las 16:35
Bien Osvaldo: has sabido aunar dos senderos diferentes, uno el de la relación de pareja de adultos mayores, con sus escudos de conocimientos y experiencias que los hace indestructibles y ligados con ese tipo de amor que solo el tiempo puede construir y que no admite resquicio alguno de duda.
Y dos: el recuento geográfico de la historia antropológica del tambor. Sólo me ha que dado la duda de la pandereta en las regiones del trópico. Siempre pensé que la pandereta era de origen centro europeo más ligada al folklore y a los ritos religiosos. Para mí siempre estuvo relacionada con las Tunas.
Es refrescante leer trabajos como el tuyo que no están escritos gratuitamente y que nos dejan un sabor agradable en la memoria.
Gracias por tu comentario en el mio.
Felicidades.
Adella Brac
03/06/2015 a las 12:18
Me ha faltado un poco más de naturalidad en el diálogo, pero hay muchas cosas que me gustan: la sonoridad del relato, esa afición a coleccionar fotos de tambores y sobre todo, la relación tan bonita que tienen los protagonistas, perfectamente creada con solo unas pinceladas.
¡Buen trabajo! 🙂
Rogwr/NHICAP
05/06/2015 a las 09:54
Hola Osvaldo,
Gracias por tu comentario, me algara que te haya gustado mi cuento.
¡Con la pena Osvaldo!, hasta finales de este mes no puedo leer los textos de mayo, pero no dude que recibirás mi opinión sobre el tuyo.
Un abrazo
Roger/NHICAP
15/06/2015 a las 10:38
¡Qué sorpresa Osvaldo! Yo viví el huracán Alex. aquel primero de julio de 2010, en Monterrey,donde dejó grandes destrozos en infraestructuras viales, con fuertes inundaciones y afecciones a viviendas. Una experiencia inolvidable que retorna a mi mente al ser la idea que te sirvió para armar tu relato.
Buen trabajo Osvaldo. Me ha gustado como nos cuentas la relación de amor perenne de la pareja partiendo del huracán y de la pasión del hombre por los tambores.
Te mando un abrazo
Leonardo Ossa
25/06/2015 a las 04:19
Osvaldo, gracias por haber pasado a comentar mi historia. Estaré atento a leer tu micro en la participación de este mes.
¡Saludos!