Instinto perdido - por Ashmirk

El autor/a de este texto es menor de edad

Le vio sentado allí, observándola, apreciándola se diría ella más tarde. Con su cabello azabache, su ojos color chocolate, el espécimen perfecto y mirándola a ella, no se lo imaginaba, siquiera pensaba, estaba en blanco. El por su parte seguía observando, muy quieto en silencio, sentado en el sofá al otro lado de la sala.

Su corazón comenzó a latir demasiado rápido para su gusto, el sonido del mismo le dificultaba el pensamiento, creyó que el sonido se parecía al de los tambores, retumbando por todo lado, dejando ecos dispersos que se extendían de la cabeza a los pies.

Mas el ser objeto de contemplación no tenía nada que ver, todo se basaba en realidad en ser analizada, sopesada y claro cazada, era exactamente lo que sucedía, todo señalaba eso.
La mirada voraz, la gracia y sigilo en los movimientos, la posición estratégica. Un león en busca de comida.

Cada pequeña cosa que Natalia realizara, el pasar de las páginas, el ajuste de las gafas, el vaivén de sus pies, hasta las veces que pestañeaba todo visto y analizado

Pero Natalia tan frágil y pequeña, tan sonadora, y claro tan sumamente expuesta a las novelas románticas y películas rosa, se imaginó al instante que la miraba porque la creía linda.

Se vio perdida en sus ojos, atraída por su sonrisa, se sumergía en la intensidad de su mirada, se perdía en la forma de su cara, se embelesaba con la so… Un sonido de pitido la saco de su ensimismamiento el celular de alguien sonaba demasiado alto para una biblioteca, no era el de alguien, sino del chico.

Su enojo se percibo al instante saco el teléfono a toda prisa del bolsillo delantero y contesto de mal humor. Hablaba bajo, susurrando rápido y de manera un poco violenta, cuando termino se paró aun con el libro que tenía en las manos. Camino hacia la salida y como si de repente se percatara de que algo le faltaba se paró en seco miro por encima de su hombro y le sonrió.

Una sonrisa llena de luz y gallardía se diría Natalia.
Pero en verdad era una que albergaba oscuridad.
………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

Natalia no había olvidado lo sucedido en la biblioteca el día anterior, claro que no, cómo hacerlo, así que volvió esperando encontrarle de nuevo y como la esperanza de intercambiar algunas palabras.

Le encontré en el mismo lugar, la observo de la misma manera, y luego se acercó a ella, con parsimonia se le planto delante y le hablo.

-Hola, señorita le importaría ensenarme la sección de historia antigua.

Lo dijo ladeando su cabeza, perfecta imitación de un cachorrito perdido. Claro Natalia solo veía lo lindo que era y la exquisitez de su acento inglés.

Tambores resonaron en toda Natalia, tambores que confundía con la emoción de verse tan cerca y poder oler su esencia a menta.
Natalia aun embobada respondió con el característico tartamudeo de estas situaciones.

-Sí,.. Si claro. Sígueme por favor

El pasillo de historia antigua era especialmente oscuro y claro el más alejado y en ese momento el más solitario.
Perfecto para un beso romántico, pensó Natalia pero ella creía no era lo suficientemente afortunada para que eso le sucediera.

Llegando a mitad del pasillo, Natalia se comenzaba a preguntar que necesitaba el chico de aquella sección. Le sintió detenerse detrás de ella, al girar lo encontró observándola de manera detenida y con una sonrisa socarrona.

Los tambores volvieron más fuertes en Natalia, se le achaco a lo incomoda que se comenzaba a sentir en ese momento.
-¿Paso algo?
-Me vuelves loco.
A Natalia esto la desconcertó pero la llevo a confiar a pensar que le gustaba.

Él se le acerco lentamente, acaricio sus brazos de arriba abajo.

El eco de los tambores repercutiendo sobre su piel.
La beso despacio y suave, sin premura y con ternura, se alejo un poco y le sonrió lleno de placer, ella se la devolvió sin saber qué hacer. Se inclinó y le susurro con la voz cargada de pura satisfacción.

“No grites por favor”

Esto la confundió, todo se aclaró cuando lo sintió presionarse contra ella, agarrarla con fuerza, y taparle la boca.
Por un breve momento todo fue silencio, los tambores habían desaparecido, los ecos se habían extinguido.

Y Natalia comprendió el significado de instinto y el poco caso que le había prestado.

Mientras, el quien quiera que fuera, escarbaba en su ropa, por su cabeza pasaron todas las cosas que le haría.

Los tambores comenzaron a sonar.