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El juego - por Elena

Estaba atrapado, lo sabía. Llevaba más de una hora deambulando por el mismo sector, intentando pasar desapercibido hasta que los tambores sonaran en la lejanía, indicando el término de aquel infernal encuentro. Los de la tribu enemiga ya habían cogido a sus dos compañeros, y él era el último que quedaba, escondido entre los arbustos sin dejar de pasearse para escapar de las sombras que a cada instante vislumbraba por sobre su hombro.
Se quedó quieto por un segundo al escuchar por fin los sonidos que tanto había temido oír. Se agachó y aplastó su cuerpo sobre las malezas. A unos escasos metros frente a él las voces se elevaron, y las pudo escuchar con claridad.
—Revisa por allí, escuché un ruido.
Uno de los hombres alzó su lanza y comenzó a enterrarla entre los matorrales lo máximo que le permitían sus nervudos brazos. Keith apretó sus manos vacías; la suya había caído cuando intentó ayudar a sus compañeros. Pero aún con ella dudaba que pudiera hacerles frente a tres guerreros a la vez.
—¡Nos falta uno! —exclamó el más alto de los tres—. ¡Uno y seremos dueños del terreno del este!
Sus palabras levantaron ecos por el bosque, y las antorchas que llevaban en las manos titilaron al ser agitadas. Ya no necesitaban esconderse y emboscar; ya habían conseguido hacerlos caer. Ahora solo estaban de caza.
Keith sabía que no tenía salvación. Pronto caería, y su padre y las personas de la tribu que habían confiado en él perderían lo poco que tenían por haberlo hecho. Fueron descuidados, ingenuos; aceptaron un encuentro de ese tipo para evitar una guerra, pero debían haber supuesto que ellos tenían una ventaja decisiva: experiencia en ese juego. Keith sintió que temblaba al igual que un ciervo ante los cazadores.
Sus enemigos parecían guiados por un funesto instinto hacia su posición. Justo cuando Keith se preparaba para salir y abalanzarse sobre ellos, un ruido los detuvo. Los matorrales se agitaron; algo se acercaba desde lo profundo del bosque.
—¡Por fin sale! —exclamó el alto, preparando la lanza—. Ya era hora que dejara de esconderse como un cobarde.
Seguros de su ventaja, los tres se prepararon sonriendo. El problema era que el que supuestamente iba en su encuentro se encontraba aovillado del miedo tras ellos. Keith no necesitó escuchar el rugido para saber qué era lo que se acercaba. Se incorporó sin importarle si era visto por los tres guerreros y corrió antes de que el oso surgiera entre los árboles, tan oscuro como la noche y llevando la muerte consigo. Escuchó los gritos a sus espaldas y miró hacia atrás. Uno de los tres hombres había sido apresado por las fauces del oso, y los otros intentaban huir al igual que él.
Keith se concentró y corrió más aprisa. Sus enemigos dominaban la estrategia del juego, pero él había vivido en esa parte del bosque durante toda su vida, y sabía que ese oso representaba la muerte. Escuchó sus pesadas zarpas correr tras ellos, y los gritos se sucedieron en la noche hasta quedó solo. No podía llevarlo hasta su tribu, por lo que desvió su camino intentando no concentrarse en los pasos del animal que se acercaba. Se encaramó a un árbol y saltó de rama en rama, devolviéndose. Pasó sobre el oso y se apartó justo antes de que éste lo atacara con su garra. La rama estalló en un millón de astillas, y Keith sintió que su cuerpo temblaba con el impacto. Siguió subiendo y avanzando, retrocediendo hasta los cuerpos de los guerreros. Una vez allí, esperó. El oso subió también los árboles, tornándose más lento mientras escalaba. Cuando estuvo casi a su altura, Keith saltó al suelo y tomó una de las lanzas de los hombres. Se giró rápidamente y la alzó a la vez que el oso saltaba sobre él.
El dolor lo traspasó por completo. Lanzó un grito mientras sentía que las garras del oso le rasgaban el pecho y el hombro, pero no soltó la lanza, que siguió su camino y se abrió paso entre el pelo y la grasa del enorme animal. El oso hundió un poco más las zarpas, con saña; sin embargo Keith resistió de pie, pues sabía que si caía estaría muerto. Cerró los ojos y aguantó el dolor hasta que el animal dejó de pelear.
Abrió los ojos a la noche, sintiéndose débil pero alegre. Había ganado; estaba vivo. Como para asegurarlo, los tambores comenzaron a sonar.

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7 comentarios

  1. 1. Christian Joseph White dice:

    Me hizo rememorar la saga de Los juegos del hambre. Muy buen relato!

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 02:31
  2. 2. mondregas dice:

    Hola Elena:
    Muy interesante tu relato parece que lo estás viendo y sientes el acoso. . Por si quieres leer mi relato, está en el nº 56

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 19:23
  3. 3. Zelfus dice:

    Hola. Tal como lo planteó una compañera hace un par de meses, la idea es comentar al menos los siguientes diez relatos al tuyo. El mío es el #61. Tu cuento es interesante, un poco recargado para mi gusto pero lleno de detalles para profundizar. Me gustaría que no se satanizara la imagen del oso 😛

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 02:08
  4. 4. R. Andrés Navarro dice:

    A mí también me ha recordado un poco a los Juegos del Hambre.
    Las tribus que aparecen me hacen pensar a que se refieren a indios americanos, probablemente del norte por el oso; pero no estoy del todo seguro. ¿Es así?
    En mi opinión el argumento está muy bien pensado en cuanto a flujo de acontecimientos. Me gusta cómo lo cuentas desde el punto de vista de Keith, acongongojado por lo que se le viene encima y desesperado por sobrevivir.

    Como mi teoría es que es un indio, he echado en falta referencias a totems, espíritus y animales guardianes y más referencias mágico-místicas. Pero vamos, es difícil contar todo lo que querías contar y encima adornarlo en tan solo 750 palabras.

    En cuanto a la forma, creo que podrías haber estructurado el enfrentamiento con el oso de un modo un poco más abrupto, para dar la impresión de velocidad y acción. Usar frases cortas, palabras impactantes, jugar un poco más con los párrafos y no hacer un solo bloque… De algún modo conseguir que una frase te lleve a la otra para saber qué demonios está pasando.

    Es muy difícil de hacer y yo, desde luego, no sé darte más consejos sobre cómo hacerlo porque ni yo mismo los sé. Trato de fijarme cuando leo libros en cómo estructuran las escenas de acción, porque se nota mucho cuándo un escritor está acostumbrado a ese tipo de escenas y cuándo menos.
    Te animo a que te fijes en el próximo libro que leas a ver qué sacas en claro, porque al final lo mejor es basarte en tus propias impresiones.
    En cualquier caso me gusta el narrador que en todo momento habla desde los ojos de Keith. Ayuda a meterse en el papel.
    Mucho ánimo y escribe y lee mucho

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 13:26
  5. 5. J.Sfield dice:

    Me ha sido muy fácil meterme dentro de la historia, Elena. La primera mitad del relato me ha parecido impecable. En la segunda parte coincido con R. Andrés. Además, supongo que por recortar por el límite de palabras, alguna frase suena algo raro. Aun así, la escena no se resiente y me ha gustado mucho. ¡Enhorabuena!
    Un saludo.

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 18:46
  6. Hola Elena:
    Muchas gracias por el comentario sobre mi texto. Es lo que nos ayuda a prender.
    Sobre el tuyo, te comento:
    Tu historia es muy bonita, me ha enganchado desde el principio. Hay algunas faltas, quizá por falta de un último repaso (a mi me pasa muchas veces, como en este ultimo mio) ” y los gritos sucedieron en la noche hasta quedo solo” Entre hasta y quedo falta algo (que), pero también “que quedó” rechina un poco. ” saltó de rama en rama{devolviéndose}?
    Por lo demás un gran trabajo. Me ha gustado mucho ¡Felicidades! Un abrazo

    Escrito el 2 junio 2015 a las 13:36
  7. 7. beba dice:

    Hola, Elena.
    Tu cuento me pareció entretenido; lograste un ritmo apropiado para la historia; te manejaste con lenguaje correcto. Bueno el contraste entre la tensión de la 1° parte y la dinámica de la 2°
    Dos detalles: Me parece que el nombre, Keith , no cuadra con la historia. Para mi modo de ver suena muy urbano norteamericano.
    También me costó ubicar al oso en el paisaje; tal vez porque desde el vamos imaginé que era un problema de tribus africanas, me confundió la falta de protectores espirituales.
    Es decir, puramente subjetivas las apreciaciones.
    El cuento es muy bueno.
    El mío es el 135, si quieres leerlo.

    Escrito el 10 junio 2015 a las 02:52

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