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EL NIÑO QUE ALZO VUELO - por DIASPORA

EL NIÑO QUE ALZO VUELO
Cuando Gabriel era niño, si algo le sacaba música a su corazón, era aquél mágico momento en el circo, cuando el redoble de tambores anunciaba la arriesgada maniobra del triple salto mortal en el trapecio. Era tal su estremecimiento emotivo que sostenía la respiración hasta que el artista asegurara de nuevo sus brazos en el compañero receptor. ¡Que un hombre pudiera volar! Esto era combustible para su fantasía.
Todos los años esperaba ansioso la llegada del circo a su pueblo. Su alma podría prescindir de muchas ofertas, pero jamás perder la oportunidad de asegurarse un lugar en el tablado el primer día del espectáculo. Sin embargo, satisfacer este anhelo incluía arrastrar algunas cargas, que a su edad eran todo un reto.
Formaba parte de una familia muy pobre. Su madre, capaz de leer el corazón de su hijo, cada principio de año seleccionaba tres "pollitas ponedoras", y acariciándole la cabeza, le decía: "Ahí está tu entrada al circo".
La ilusión de Gabriel era conocida en todo el pueblo, por eso cuando escuchaban su vocecilla: "Upe, ¿compran huevos?", gustosamente aceptaban la oferta. Si al acercarse el año andaba un poco bajo de ingresos, aprovechaba el jolgorio del mes de diciembre para vender las madres de los huevos. Este ingreso, lo cuidaba con ojos de avaro hasta el dichoso día que con bombos y platillos, un carro pintado de arcoíris recorría las calles del pueblo anunciando la inauguración del espectáculo circense. Podrían faltar los elefantes, los leones o los payasos, pero nunca Gabriel.
Este era un ciclo que se repetía todos los años, igual que el invierno y el verano. Cuando el circo abandonaba el pueblo se llevaba la mitad del corazón de Gabriel, pero a la vez le dejaba en su mente una inquietante imagen del vuelo magistral del trapecista. Esto explica, por qué Gabriel creció acompañado de la firme creencia de que los sucesos cumbres y mágicos de la vida, son precedidos por el redoble de tambores.
En su febril mente de niño se fue anidando el deseo de imitar al trapecista, su obsesión era experimentar en su cuerpo la sensación de sentirse en el aire, aunque solo fuera por unos instantes. Pero, ¿trabajar en un circo?, eso sí estaba en la cola de un venado, según palabras de su madre.
Su proyecto no sufrió menoscabo, al contrario las alternativas hacían fila pidiendo audiencia, pero entre todas ellas le dio la bienvenida solo a una. El escenario era perfecto, el río y el paredón que servía de trampolín a muchos de sus amigos de infancia.
Gabriel escogió la tarde de un feliz día para sentir el aire rozar con fuerza su cara, cuando desde el borde del río volaría hacia la profunda poza. Se detuvo en el paredón más alto, alzó sus brazos, sonaron los tambores en su corazón, miró hacia el fondo, y saltó.
Mientras en el aire su cuerpo describía una parábola, lo atravesó de pies a cabeza, una jubilosa sensación de libertad que lo encadenó a otra inquietud: “¿Por qué al humano se le ha negado el disfrute de poder volar?”
Cuantas veces practicaba su salto la misma idea le hacía cosquillas a sus neuronas cerebrales. A veces, auscultaba su cuerpo buscando la posibilidad de alguna adaptación mecánica que lo asemejara a las aves, pero siempre se le atravesaba en el camino la fuerza de la gravedad, y sus cálculos se atrofiaban. Para consolarse, cuando tenía la oportunidad se embriagaba observando los gavilanes elevarse con asombrosa pericia, y luego como una flecha embestir sobre su descuidada presa.
Estas observaciones sirvieron de incentivo para aprender respecto a la física del vuelo. Estudió desde la leyenda de Icaro, los dibujos de Leonardo Da Vinci, hasta la aviación moderna, pero sus pies seguían en el suelo con más dudas que respuestas. Era mejor dejarle el oficio a los creadores de los superhéroes del cine y la televisión.
La ciencia no había resuelto sus sueños de volar. Subió con inocencia la montaña y regresaba con sabiduría práctica, aceptando la ancestral afirmación: “Si Dios hubiera querido que el hombre volara le habría puesto alas en lugar de brazos”.
Ante esta sólida verdad, se inclinó transfigurado para preguntarse devotamente: ¿Es necesario abandonar el suelo para tener esa sensación de libertad que ofrece el vuelo? ¿No son las ideas, los sueños y las esperanzas del hombre criaturas aladas sin más fronteras que el profundo infinito? Gabriel se columpiaba en el umbral del salto supremo. Los tambores comenzaron a sonar.

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7 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola:
    Tu relato me ha gustado; mantienes un tema que le da unidad: el deseo de volar. Asimismo es destacable tu manejo gramatical correcto.
    En cuanto a la trama, me parece un poco imprecisa. Y creo que es porque tienes demasiadas opciones para poco espacio. Trata de concentrarte en una y darle final:1- Va al circo, le encanta, sueña que vuela.2- Siempre le interesa el vuelo e intenta volar lanzándose desde el acantilado (para bien o para mal). 3- Le impacta el vuelo, lo estudia y decide que también se puede volar con las ideas.
    Adelante.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 20:39
  2. 2. Dan dice:

    Buenas,
    en general la forma del relato está muy bien, con la posible excepción de la primera frase que tiene un atracón de comas.
    En cuanto al contenido el deseo del niño de volar me parece muy buen hilo conductor y, a diferencia de Beba, creo que son muy interesantes las distintas vertientes que planteas para seguir el sueño, cómo se construye y se cimenta en un comienzo, como se desarrolla y se pone a prueba después para terminar trascendiendo y abriendo la mente del muchacho mucho más de lo que nadie podría haber esperado. Lo que hace que resulte un poco raro es la distribución en espacio de cada idea ya que la parte del circo es más de la mitad del relato y las otras dos partes quedan en apenas un tercio entre ambas. Recortando un poco de lo del circo (aunque haría perder perspectiva probablemente) y dándole un poco más a las otras partes podrías llegar a un mejor equilibrio, creo (palabra que no soy experto, es una creencia y no tengo ninguna seguridad).
    Siempre he creído que para vivir hace falta tener metas y plantearse retos. Una de mis frases favoritas dice “Sueña como si fueras a vivir para siempre, vive como si fueras a morir hoy”. Tu relato me ha recordado a eso, a lo enriquecedores que son los sueños. Gracias 😉
    Buen relato, espero leerte más veces.
    Un saludo.

    Escrito el 1 junio 2015 a las 01:04
  3. 3. diaspora dice:

    Gracias tanto a beba como a Dan por sus generosos comentarios. También les agradezco sus observaciones, considero que tienen sentido.Gracias, gracias, gracias, y de ello estoy tomando nota para mis próximas intervenciones. A pesar de mis décadas de vida, estoy iniciándome en estos quehaceres, y gente como Uds. con más tiempo en el oficio, sirven de faro a los que navegamos con menos experiencia.

    Escrito el 1 junio 2015 a las 04:09
  4. 4. grace05 dice:

    Hola, diaspora:
    Me gustó mucho tu historia. Muy bien narrada, con vocabulario profuso, claro y sencillo que le dan ritmo y fluidez.
    Una historia de “alto vuelo”. Un sueño analizado desde distintos puntos de vista para darle el giro final a una realidad…”las ideas, los pensamientos y la libertad de tenerlos ” son los que nos hacen volar.
    ¡Muy buen trabajo!!! ¡Felicitaciones!!!
    Te invito a comentar 33

    Escrito el 5 junio 2015 a las 22:14
  5. 5. beba dice:

    Hola, Diáspora:
    Encontré tu comentario en el blog. Muchísimas gracias. Lo que sí, no sé en cuál de las entradas comentaste; autoricé el comentario y no lo vi de nuevo.¿Me orientas? Gracias.

    Escrito el 7 junio 2015 a las 02:32
  6. 6. diaspora dice:

    HOLA BEBA: Con mucho gusto.
    Posiblemente te refieres al comentario que hice en tu blog. Lo escribí únicamente ahí. Comenté algo más al pie de tu relato ¨EL ALMA DEL CLAN¨.
    !Ah!…algo más, mencioné algo respecto a tu frase¨serpentinas y silvatos¨. Sinceramente pienso que he sufrido un cortocircuito cerebral, ahorita mismo no preciso en cuál entrada hice este comentario. Disculpas.

    Escrito el 9 junio 2015 a las 05:33
  7. 7. grace05 dice:

    Hola, Diáspora
    Te agradezco enormemente tu comentario en mi historia, me emocionó. Me gusta escribir pero mis escritos los logro luego de muchos días de leer y releer. No escribo con la facilidad de otros compañeros, ya que en principio “la inspiración” no acude con la presteza que quisiera. En cuanto a mi texto, fue un desafío ya que no soy de hacer muchas descripciones, pero mi cabeza no hallaba ninguna historia que pudiera respetar la consigna, entonces pensando en Eduardo Galeano, se me ocurrió hacer esta descripción de un domingo de fútbol, deporte al que asisto regularmente junto a mis dos hijos.
    Nuevamente te doy mil gracias por tus palabras
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 11 junio 2015 a las 22:28

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