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Sonidos de libertad - por Quique Crespo

–Nyanga, es el momento, vamos, apurémonos –despertó Benkos a su amigo, en voz muy baja para no ser escuchado por el resto de los esclavos que dormían en la barraca.
–¿Eh? ¿Cómo lo sabes, te han respondido los ancestros?
−Sí, he oído sus tambores diciéndome que el momento de huir es ahora –le mintió.

Benkos temía que el momento indicado nunca llegara. Decidió arriesgarse y no seguir esperando.
Salieron con sigilo, casi arrastrándose hasta alejarse lo suficiente como para no ser vistos. La luna sobre el algodonal les decía que era casi medianoche. Sabían que a esa hora la guardia siempre estaba más relajada. Cuando lograron atravesar la plantación aún no habían sido descubiertos.

−¿Hacia dónde vamos? –preguntó Nyanga, jadeante, mientras continuaban corriendo.
−A las tierras del norte, después del río. Allí es ilegal la esclavitud, seremos hombres libres.
−Esas tierras están muy lejos –se desanimó.
−Serán dos noches y dos días de andar, anímate, lo lograremos. Y habrá valido la pena, te lo aseguro.

Provenían de la misma aldea, habían sido secuestrados y traídos juntos a América. Nyanga era apenas un niño cuando fue arrancado de su África, hacía ya más de diez años. Benkos lo doblaba en edad, había conocido la libertad.
Después de cruzar un llano redujeron el paso y continuaron caminando, sin hablar, con ritmo sostenido. Los únicos sonidos que los acompañaban eran los de sus propias respiraciones y los de sus pasos sobre el pajonal. Cuando por fin se sentaron a descansar, ya muy avanzada la noche, pudieron oir los grillos. Se sintieron acompañados.

−Escucha, son perros –se sobresaltó Nyanga.
−Nos están siguiendo. Y están cerca, ¡carajo! Corramos, hacia los pantanos.

Benkos sabía que si lograban alcanzar las ciénagas y sumergirse en ellas, los lebreles de la patrulla que los venía siguiendo perderían sus rastros. En el brillo de la noche alcanzaron a divisar las siluetas de casi una decena de jinetes ya peligrosamente cerca. Cuando se zambulleron en el agua ya varios disparos les habían zumbado cerca. Consiguieron cruzar y escabullirse despistando a sus perseguidores, Benkos ileso, Nyanga herido mortalmente.

−¡Carajo!, me dieron. Duele mucho, voy a morir.
−Tranquilo, déjame ver –trató de calmarlo Benkos mientras comprobaba cómo una enorme herida sangraba irremediablemente a borbotones.
−No debí acompañarte, debí quedarme en la hacienda, no debí dejarme convencer por ti, no estaría muriendo.
−Tranquilo, no morirás. Escucha.
−¿Qué?
−¿Oyes? Son los ancestros que vienen a darnos fuerzas –le mintió una vez más. Escucha los tambores.

Nyanga murió sonriendo. Miraba al cielo, feliz. Por fin había conocido la libertad.
En vez de alejarse del pantano Benkos lo rodeó y volvió a sumergirse, desorientando aún más a la patrulla, que se alejó ya sin pistas después de hallar el cadáver de su compañero.
Al atardecer logró cruzar el río. Estaba ya en las tierras sin esclavos. Promediando la noche divisó las luces lejanas de un poblado. Se detuvo a llorar por Nyanga, por su familia arrebatada, por su aldea, por él.
Al cruzar un pedregal lo mordió una serpiente, le duele. Se acostó boca arriba sobre el pasto implorando que la herida no sea de una especie venenosa. Llamó una vez más a sus ancestros. Mira al cielo, sonríe, está feliz, libre: los tambores comenzaron a sonar.

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6 comentarios

  1. 1. Melisa dice:

    ¡Me encantó!

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 22:18
  2. 2. mondregas dice:

    Hola quique:
    Un relato ágil con el que consigues mantener la expectación me ha gustado todo menos el final, es que a mí no me gustan los finales tristes. Creo que los esclavos en Estados Unidos no utilizaban «carajo». Has puesto dos tiempos verbales mal uno es «le duele» por le dolía. Bueno esto son cosas que pasan a mí también me pasa, por emplear poco tiempo en corregir. Por si quieres leer mi relato, está en el nº 56

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 17:38
  3. 3. Karen Katina dice:

    Hola Quique.
    Muy buen relato,agil se lee de un tirón lástima que una vez que alcanzo su objetivo muriera a causa de una serpiente sin saborear su libertad.
    Gracias por dejarme tu comentario en mi relato.

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 21:34
  4. 4. Carolnefer dice:

    Precioso! Me ha encantado! Una pena el final de los dos protagonistas.
    Gracias por comentar mi relato

    Escrito el 31 mayo 2015 a las 15:33
  5. 5. Alef-Bet dice:

    Hola Quique,
    Yo soy uno de tus comentaristas anónimos.
    Resumiendo lo ya dicho, la introducción, el nudo y el desenlace, de ciento catorce, doscientas noventa y seis y ciento treinta palabras, respectivamente, nos hacen partícipes de una historia emotiva y sensible, alejada de sensiblerías, que se lee sin interrupciones ni replanteo alguno acerca de su significado, porqué todo está perfectamente planificado.
    Empezando por los nombres, que justo empezar, nos sitúan en el contexto. Continuando con el ritmo imprimido a la acción, acorde con la huida en busca de la libertad de los protagonistas.
    Una acción y un ritmo que transcurren de la mano de unos diálogos perfectamente expuestos y de frases cortas, claras y concisas
    Bueno, admirado autor, perdona la licencia, pero tu historia me ha encantado y lo repito.
    Enhorabuena,

    Escrito el 1 junio 2015 a las 23:30
  6. 6. beba dice:

    Hola, Quique:
    Me encantó tu historia. Realizaste una síntesis clara que dio información sin hacerse lenta ni pesada.Quedó mucho para la imaginación del lector; eso me gusta.
    salvo algunos detalles como el “carajo”, “le duele2, etc, no hay nada que marcar para mejorar este relato.
    Excelente.
    Pasa por el mío si te parece: 135.

    Escrito el 8 junio 2015 a las 19:42

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