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RAICES - por elmaga73

Recuerdo perfectamente las vacaciones de Semana Santa en que cumplí quince años. Hacía tiempo que mi abuelo quería regresar a su pueblo. No había vuelto desde que se vino a la ciudad después de la guerra en busca de trabajo y un techo bajo el que cobijarse junto a su mujer y su hija. Se lo había planteado a mi madre en varias ocasiones, pero el hecho de que viajara solo, a sus 75 años, no parecía una buena idea.

Yo jamás había puesto los pies en el pueblo, así que me pareció una buena opción ofrecerme a acompañarle y pasar juntos una semana aprovechando el parón de las clases. Al principio mi madre no las tenía todas consigo. ¿Su padre anciano y su hija adolescente pasando una semana a más de 800 kilómetros de casa?. Entiendo que tuviera sus dudas, pero el entusiasmo de mi abuelo junto con el mío, finalmente inclinaron la balanza de nuestro lado.

El día de la partida nos levantamos muy temprano. Lo teníamos todo listo desde hacía días, pero aún así, hicimos un último repaso. Después cogimos un taxi y llegamos a la estación de autobuses con tiempo más que suficiente.

El viaje de ida se hizo eterno. Pasamos todo el día en ruta, con tan solo algunas paradas para ir al baño y una para comer. Pasaban las diez de la noche cuando por fin llegamos a nuestro destino. Unos sobrinos de mi abuelo nos esperaban para llevarnos a su casa, donde nos alojaríamos durante toda la semana. Habían preparado una cena ligera, pero estábamos tan cansados que apenas probamos bocado y nos fuimos directos a dormir.

El día amaneció radiante. Sol, temperatura veraniega y una ligera brisa que amortiguaba un poco el calor. Salimos temprano a recorrer el pueblo. Mi abuelo me iba enseñando con nostalgia los lugares que habían formado parte de su vida.

Aquí estaba la casa donde nació tu abuela. Ésta es la casa en la que me crié y aquélla otra es en la que vivíamos cuando nos casamos y tuvimos a tu madre-.

Lo cierto es que si para mí estaba siendo un descubrimiento, un inesperado viaje a mis raíces, para él significaba rememorar momentos felices pero también algunos trágicos. A veces pasábamos por delante de algún edificio y su expresión se ensombrecía. Al principio yo preguntaba. Después comprendí que para él era muy doloroso contestar, así que decidí dejar en paz a sus demonios.

Almorzamos con algunos familiares y después descansamos del largo paseo. Al despertar de la siesta me dirigí al comedor de la casa, donde encontré a mi abuelo tomando un café. Me miró y me dijo:
La Semana Santa es la fiesta más importante del pueblo. Es conocida en toda la comarca porque la Hermandad más importante no deja de…-

No pudo acabar la frase. Los tambores comenzaron a sonar.

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2 comentarios

  1. 1. PAULATREIDES dice:

    Me ha encantado tu relato. Ese viaje físico e interior de los personajes. Dos edades, una compartiendo sus recuerdos y la otra descubriendo su pasado.
    Fantástico.

    Creo, en cuanto a puntuación, que los pensamientos de los personajes deberían ir encerrados en comillas, así como señalar las frases que pronuncia el abuelo.

    Saludos.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 18:15
  2. 2. Aner dice:

    Encantador relato, dotado de la habilidad para contar las cosas de forma clara y sencilla. Encantadores también los protagonistas. La lectura es fácil y amena, aunque eché de menos algo de intriga.

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 15:58

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