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Los tambores mudos. - por Josan

El inspector Pepe Catalina aparcó su coche junto a la entrada de la vieja mansión. Un muro alto cargado de hiedra y maleza le dio la bienvenida. Rebuscó en los bolsillos de su gabardina hasta dar con el tabaco y encendió el primer cigarrillo de la mañana. El humo envolvió sus pensamientos.

Catalina formaba parte de la Brigada de Investigación Criminal casi desde su creación, y a pesar de haber pasado la llamada purga, las malas lenguas del cuerpo aún afilaban su pasado republicano. Trabajaba desde hacía un par de meses con un nuevo compañero, el inspector Melchor Regueiro.

Había convencido a Melchor para que fuese a buscar las llaves de la finca al pueblo. Aceptó a regañadientes con la promesa de que no hiciese nada en su ausencia. Regueiro en el fondo era un buen tipo; disciplinado, meticuloso y amante del más estricto protocolo. Todo lo contrario que Pepe Catalina, un perro viejo con el colmillo demasiado retorcido pero con un olfato fuera de serie. Cuanto más escabroso era el caso más se afinaba ese sentido en el inspector.

Pilar Ruiz, Macarena González y Carmen Canedo, así se llamaban las tres niñas de doce años salvajemente asesinadas en el valle. Rajadas de la barbilla hasta el ombligo, y todas, según el informe forense, habían muerto de la misma manera cruel. Aún vivas, después de cercenados sus cuerpos, habían tratado de ponerse en pie esparciendo sus entrañas por el suelo.

Las pesquisas les habían conducido hasta aquella casa que, a juzgar por el aspecto, llevaba mucho tiempo abandonada. Una mansión de principios del diecinueve de dos alturas, elegante y aristocrática, de grandes cristaleras y madera. Tiempos mejores habían vivido entre sus paredes, por los jardines hoy invadidos de maleza, al pie de las fuentes llenas de hojas secas o ante las silenciosas estatuas griegas.

El inspector empujó la cancela que cedió quejumbrosa. El crujido de sus zapatos sobre la grava lo acompañó hasta la enorme puerta de madera labrada de la entrada principal. Rodeó la casa y probó suerte con la puerta del servicio. Estaba a varios kilómetros del pueblo, pero aún así miró con recelo a ambos lados, apuró el cigarrillo y con una piedra hizo saltar la cerradura. La madera cedió al segundo golpe y dejó una estela de polvo y luz en las cocinas al abrirse del todo. De allí se pasaba a un enorme salón que hacía las veces de biblioteca, comedor y sala de baile. Una enorme chimenea de mármol presidía la estancia y un poco más allá había dos tramos de escaleras curvas que ascendían y uno angosto que descendía. Los pasos del inspector a través del salón dejaron polvo en suspensión. Pasó la lengua por sus labios y un instante después estaba bajando al sótano. Al abrir la portezuela el olor a tierra húmeda lo envolvió. Buscó la llave de la luz con la ayuda de la lumbre de su encendedor. Aún había corriente y tres anémicas bombillas arrojaron una imagen extraña. Había apilados contra las paredes innumerables tambores blancos como si fuera el muestrario de carretes de hilo blanco de una mercería.

Subió al segundo piso. Tenía ante sí un largo pasillo con grandes ventanales que escupían una luz blanca y sucia a un lado. Al otro, una hilera de puertas cerradas. Escuchó su respiración al descubrir unas huellas sobre el polvo que morían ante la tercera puerta. Apretó las mandíbulas y sacó su arma. Abrió con cuidado.

En la penumbra atisbó un escritorio de estilo colonial junto al que descansaba una sábana en el suelo como un fantasma desvanecido y sobre él un enorme libro. Con la punta de la pistola levantó la tapa. Era un álbum de fotos. Todos sentados con ropajes de otras épocas y dormidos. “¿Dormidos?. ¡Me cago en la puta! ¡Son fotos de muertos!”.

Catalina pasó las hojas frenético hasta el final. Allí estaban, las tres, vestidas como pequeñas viudas. Pilar, Macarena y Carmen con los ojos cerrados y la muerte besando sus labios.

De pronto alguien corrió escaleras abajo. ¡Pan, pan, tran!. Pistola en mano el inspector siguió el ruido de los pasos hasta el sótano. Tropezó y su rodilla derecha crujió, rodó por los escalones hasta quedar tendido en el suelo de tierra. En la más absoluta oscuridad buscó su pistola en vano.

Metió sus manos en los bolsillos y encendió su último cigarrillo como si fuera a morir.

¡Ran, ran, tran!. Un motor viejo y ronco tronó cuando los tambores comenzaron a sonar.

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12 comentarios

  1. 1. Diego Manresa Bilbao dice:

    Josan,
    Me ha parecido un buen relato, bastante interesante, pero con algun defecto a pulir. Creo que das demasiada informacion, como por ejemplo el nombre del ayudante, que se habia ido buscar las llaves-que el inspector luego no necesitaba- si luego no va a aparecer en la historia. O que sea republicano. Esta bien como parte de una historia mas grande, pero asi flojea algo… Aun asi, esta muy muy bien escri y descrito.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 15:40
  2. 2. Karen Katina dice:

    Me gusta el relato, el tono y el ritmo propicio para mantener el misterio hasta el final.
    Lo único que no me gusto fue la última parte donde dice que el último cigarrillo como si fuera a morir para mi,sería lo que tratar de ver en la oscuridad, pero ¿para fumar?

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 15:45
  3. 3. Karen Katina dice:

    Upps! Se fue el comentario anterior sin terminar.
    Lo que digo es que sería lógico tomar el encendedor para tratar de ver en la oscuridad que solo para fumar. Es mi paracer. Por lo demas me gusto mucho.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 15:47
  4. 4. PAULATREIDES dice:

    Me ha gustado el relato. Sobre todo el equilibrio ente acción y descripción y como manejas la intriga.

    Buscaría algunas alternativas a algunas expresiones y palabras que repites. “de la” en 10 ocasiones, “el inspector” 5, “enorme” 4, “puerta” “madera” “suelo” “luz” y otras 3… El verbo haber 9.

    Coincido con Karen Katina sobre el final y en mi caso, buscaría algo distinto.

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 16:54
  5. 5. Pilar dice:

    Me ha gustado mucho, Josan. Inquietante y con buen ritmo como para no despegarte de la silla hasta que suenan los tambores. ¡Pobre Pepe Catalina! Eso sí, coincido con el anterior comentario sobre la descripción del compañero, no enriquece el texto aunque es tan solo mi opinión 😉

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 18:40
  6. 6. Josan dice:

    ¡Hola!

    Muchas gracias por vuestros comentarios, los agradezco de corazón, y creo que son un buen material para pulir el relato.

    Es cierto que doy igual información innecesaria, mi intención era hacer del relato algo que formase parte de algo más grande. Dejar al lector con preguntas en el aire, pero quizá ese ha sido mi error. Más concreción.

    Gracias de nuevo, ¡nos leemos!. 😉

    Escrito el 28 mayo 2015 a las 19:23
  7. 7. A Pantaleón dice:

    Hola Josan
    Muy interesante.Tu narrativa engancha. Me pierdo en el final.
    Saludos.

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 17:58
  8. 8. zulema dice:

    Muy buen cuento, las frases como: “el humo envolvió sus pensamientos” le dan al relato una belleza que equilibra lo duro de la narración. Parece que tienes alma de poeta.

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 04:10
  9. 9. beba dice:

    Hola,Josan:
    Tu historia tiene muy buenos elementos.
    Revelas correción gramatical: buena ortografía, puntuación y sintaxis. Habilidad poética.
    Has logrado un relato fluido e interesante, con ritmo apropiado; trabajaste muchos elementos en las descripciones.Los tambores no aportan demasiado en este caso.
    Como ya te señalaron, hay información innecesaria, y el desenlace resulta poco claro.
    En general, muy bueno.

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 15:10
  10. 10. beba dice:

    Hola, Josan:
    Muchas gracias por tu comentario. Me resultó sumamente delicado y correcto.
    De todos modos, aquí la idea es marcar para aprender: cuatro ojos ven más que dos.Así que no te sientas inhibido para señalar si algo no te cierra.
    Nuevamente, gracias.

    Escrito el 30 mayo 2015 a las 18:09
  11. 11. grace05 dice:

    Me gustó mucho tu relato, mantuvo mi atención y tensión hasta el final. Es una historia de lectura fluida y claro en las descripciones. El final se precipita y la verdad que no me quedó muy claro, es una historia que da para mucho más.
    ¡Muy buen trabajo!!!!!
    Te invito a comentar 33

    Escrito el 1 junio 2015 a las 21:33
  12. 12. Liz dice:

    Hola Josán: Y cómo es que la foto de las recientemente asesinadas tres niñas aparece en un álbum que recoge fotografias de muertos vestidos con trajes de otras épocas? Coincido plenamente con lo dicho por otros compañeros, si es tan inteligente el inspector, qué hace encendiendo su último cigarrillo en la oscuridad en vez de ayudarse con la luz del encendedor a encontrar la pistola? Buen relato.

    Escrito el 4 julio 2015 a las 17:48

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