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Crescendo - por Arturo Campobello

Escoger a tus víctimas es divertido. Ya sea durante el día o por la noche, es indiferente, aunque la gente piense que es relevante. Me gustan los lugares transitados, especialmente estaciones y aeropuertos. Uno debe limitarse a esperar, preferentemente en algún sitio donde puedas atraer a tu presa mediante un acto desinteresado.

Cualquier excusa es buena, la clave reside en actuar con naturalidad. Entablar una charla amistosa, acompañada de un delicioso té caliente, por ejemplo. Me gusta elegir el tipo de arma que usaré con cada víctima, de hecho, es mi parte favorita. Siempre me tomo mi tiempo para escoger, es un ritual que no debe realizarse a la ligera.

Estos primeros pasos determinan el éxito de cualquier acción posterior. Es importante planificar bien la estrategia, saber qué vas a hacer en cada momento y adaptarse a las reacciones de tu víctima. A veces resulta bastante fácil hacer que accedan a todo aquello que les pides, es algo que nunca deja de sorprenderme.

— ¿Y dices que tienes un apartamento por aquí?
— Sí, algo pequeño, pero acogedor. Creo que te gustará. Aunque si no estás convencida, sólo tienes que decírmelo.
— ¿Bromeas? Me muero de ganas, de verdad.
— Bien, bien…esto promete.

Las mujeres ardientes me enloquecen, desprenden una energía de lo más contagiosa, casi adictiva. Inconscientemente, presionaba con fuerza el acelerador para llegar lo más rápido posible.

Una vez allí, empezaba el verdadero espectáculo. Todo debía salir a la perfección, la palabra fracaso no aparece en mi diccionario. Tomaba nota de la fecha, hora y nombre de la víctima antes de empezar. Un riguroso registro, el recuerdo de cada una de ellas plasmado en el papel.

Mientras la ingenua Grace se ponía cómoda, me dedicaba a examinar la selección de armas disponibles: águila, halcón, lechuza…colibrí, delicada y muy hermosa.

— Estoy lista, aunque debo estar bastante ridícula con este antifaz.
— Para nada. Relájate, sólo así podrás entregarte a nuevas sensaciones.
— ¿Pero de qué se trata exactamente?
— Todo a su tiempo, no quieras tener prisa.

La pluma recorría sus curvas desnudas suavemente mientras las primeras notas del “Bolero” de Ravel se perdían por todos los recovecos de la habitación. Sus palpitaciones se iban acelerando cada vez más. Cada mujer siente placer con un ritmo distinto, es muy importante saber encontrar ese equilibrio constante.

Una piel de porcelana como la suya nunca había saboreado nada parecido. Se mordía el labio inferior con una excitación fogosa, lo cual me hizo sonreír de forma involuntaria.

Aumentaba la intensidad de la música, así como su deseo de que la pluma de colibrí recorriera una vez más su grácil cuerpo. Al ver que siempre me demoraba unos segundos, intentaba articular algunas palabras, pero nunca pronunciaba ninguna. Era consciente de que repetiría el proceso una y otra vez, sólo debía limitarse a esperar.

El rumor de los tambores me alentaba a seguir, llegaba un momento en que me resultaba imposible parar. Esta acción tan pertinaz desataba intensos gemidos de placer que presagiaban un final próximo, una manifestación física de lo que aquello suponía, una explosión para los sentidos.

Pero había algo que permanecía en secreto, la triste realidad. Nunca la volvería a ver, me pregunto si son conscientes de ello cuando acceden. No podría sorprender a la misma mujer dos veces, no estaría a la altura. ¿Estaba dispuesto a resignarme a ese destino durante el resto de mi vida? Dudas que me torturaban mientras la joven Grace salía del piso, feliz.

Entonces, para mi sorpresa, sonó el timbre. Tal vez se había dejado algo…

— Hola, perdona que te moleste. Me llamo Shelley, la Sra. Ducasse me dijo que te pidiera las llaves de su vivienda en cuanto llegase. Seré tu nueva vecina.
— Encantado, soy Claude. Déjame un minuto para que las encuentre. Pasa por favor, como si estuvieras en tu casa. ¿Te apetece tomar algo?
— Un té estaría bien, gracias.
— Claro, en seguida lo preparo. ¿Y a qué te dedicas, Shelley?
— Soy bióloga.
— Vaya, eso suena interesante. La naturaleza siempre me ha fascinado. Soy un gran amante de las aves.
— A mí también me encantan, sobre todo los halcones.
— Una sabia elección, sí. Lo tendré presente.
— Aunque mis estudios recientes se centran en la anatomía. El cuerpo humano encierra grandes misterios, y pienso descubrirlos como sea. Mi curiosidad es insaciable.
— ¿De veras?

Sus palabras quedaron grabadas a fuego en mis pensamientos. Mi corazón palpitaba intensamente. Los tambores comenzaron a sonar.

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1 comentario

  1. 1. A Pantaleón dice:

    Hola Arturo:
    Interesante tu relato, aunque, para mi gusto, demasiado críptico.
    Saludos.

    Escrito el 29 mayo 2015 a las 19:04

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