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El mensjae - por Cthulhu

La lluvia golpeaba violentamente el vidrio de las ventanas. Los goterones que caían del oscuro cielo nocturno de la ciudad eran desviados por el fuerte viento hasta estallar con violencia en el cristal, convirtiéndose en un recuerdo fragmentado de lo que sólo segundos antes había sido. Y ese mismo viento agitaba las copas de los árboles del jardín. Parece que estén intentando saludar, pensó Celia.
A Celia nunca le habían gustado las tormentas. De pequeña solía hacerse un ovillo en cama cuando el lanzaba luminosos relámpagos y estruendosos truenos. Intentaba desviar su atención y sus pensamientos hacia lugares y situaciones más placenteros. La playa era una de sus huidas favoritas. Y los partidos de béisbol en el jardín, aquel mismo jardín cuyos árboles parecían intentar saludarla en aquellos momentos.
Pero la tormenta de fuera no era la peor. Seguía provocándole una intranquilidad que, a sus 33 años, no terminaba de comprender. Ya no era aquella niña asustadiza que se intentaba evadir de la realidad cuando algo la asustaba y la ponía al borde de un ataque de ansiedad. Aun así, en esta ocasión, no le costó evadirse, aunque la tormenta a la que huyó era mucho peor que la que azotaba el exterior. Sus pensamiento pronto cambiaron hacia otro lugar. Hacia otra persona… Miguel.
Hacía mucho tiempo que se habían conocido, y la relación que se había establecido entre ellos siempre había sido especial. En Miguel había encontrado el ansiado apoyo que nadie más le ofrecía. Miguel siempre tenía las palabras adecuadas para cada momento. Sabía que, fuera lo que fuera, y en todo momento, él estaría allí para ella. Pero nunca se había decidido a dar el paso. Ese paso que tanto le asustaba. Y la incertidumbre de qué quedaría después era lo que más pavor le daba.
Recordaba el día como si todavía lo estuviera viviendo. El Starbucks lleno, inundado por el bullicio de los empleados, en sus uniformes verdes, atendiendo y entregando pedidos, ante una cola de gente que crecía a cada momento. El croissant empezado, reposando en el plato sobre su mesa, y los dos cafés, humeando en sus vasos de plástico. Y la mente de Celia debatiéndose ante qué responder, qué decir, qué pensar… Optó por exteriorizar su miedo. No quería perder a un amigo. No a un amigo tan especial. Y pasara lo que pasara, sabía que lo perdería. Si en ese momento hubiera sabido que tan sólo unas horas más tarde un conductor que había decidido ahogar sus penas en litros de alcohol se llevaría por delante la Honda de Miguel, y con ella hiciera realidad el peor de sus temores…
Una lágrima brotó de los enrojecidos y brillantes ojos de Celia, y resbaló rápidamente hasta humedecer la comisura de sus labios. El regusto salado provocó el nacimiento de más lágrimas, que acompañaron a la primera, deslizándose por la suave piel de sus mejillas, siguiendo el camino marcado por la pionera primera lágrima, uniendo los quejidos de Celia a la melodía atronadora de la lluvia contra el cristal.
Entonces alguien llamó a su puerta. Celia se incorporó, secándose el rostro con la manga de su suéter. Todavía intentaba recomponerse cuando la persona fuera volvió a llamar. Celia se dirigió hacia la puerta, intentando alejar la mente del terrible acontecimiento que se había apoderado de ella. Abrió la puerta, pero fuera no había nadie. Nadie en el largo pasillo. Era imposible que alguien lo hubiera atravesado en tan poco tiempo.
Una repentina ráfaga de aire la dejó paralizada. Una fría gota de sudor nació en su nuca y se abalanzó por su espina dorsal, acompañando a un auspicioso escalofrío hasta llegar al elástico de su ropa interior. Ese aroma… ¡Miguel!. Pero allí no había nadie. Su mirada descendió poco a poco. Descendió hasta llegar al suelo. Y allí lo vio. Su corazón se detuvo unos instantes, mientras su cerebro procesaba la visión que sus agotados ojos le enviaban. Era la caligrafía de Miguel en un sobre. «Celia». Pálida, Celia se agachó y lo recogió. Le dio la vuelta y su corazón volvió a dar un vuelco. «Remitente: Miguel». Ansiosa, temblando por los nervios y confusa, se apresuró a abrir el sobre, que también desprendía el aroma de Miguel.
Celia sintió un fuerte mareo, su estómago se revolvió, y sus ojos se volvieron opacos. El sobre cayó suavemente al suelo, mientras el cuerpo inerte de Celia golpeaba con fuerza el piso entarimado. Lo que encontró no podría habérselo esperado jamás… El sobre estaba vacío.

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2 comentarios

  1. 1. Leonel Esteban Bracco dice:

    Buenas, me gusto mucho tu relato, aunque esperaba encontrarme a cthulhu en algún momento, jejeje.
    Mira, puedes leer esto para poner bien los guiones de los pensamientos: https://www.literautas.com/es/blog/post-4003/recursos-para-escritores-el-guion-largo-y-las-comillas/
    En cuanto al contenido, no me gusta eso de que el conductor ebrio hizo realidad su peor temor, eso generalmente se aplica a cosas que tienen posibilidad de suceder. Pero por el resto esta impecable, bien usado el sobre.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 00:12
  2. 2. beba dice:

    Hola, Cthulhu:
    Como positivo señalo lo correcto de la puntuación y ortografía, y un lenguaje rico.
    Me parece que tu historia se extiende y enlentece, sin necesidad, en el miedo a las tormentas y el gusto por la playa, el béisbol y el Starbucks. Lo que importa es la inseguridad acerca de los sentimientos de Miguel; tal vez las 750 palabras se te vinieron encima y el eje se diluyó; me parece que el desenlace quedó descolgado del relato y con una reacción tal vez exagerada de la protagonista..
    Acerca de lo formal: noté errores de concordancia, que pueden ser “errores de dedo”, al tipear.
    “…cuando el lanzaba luminosos relámpagos” te debe faltar un sustantivo (cielo, por ejemplo); o un acento “él”, en cuyo caso no sabemos de qué se habla, ya que lo más cercano es “tormenta”.
    “Sus pensamiento”, falta una “s”.
    Otra observación se refiere al uso de imágenes muy recargadas y poco operativas, como la de las lágrimas y la de la gota de sudor.

    Escrito el 12 noviembre 2015 a las 03:03

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