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Un San Valentín Diferente - por Saldivia

Web: http://saldivia.blogspot.com

Mariana era una mujer difícilmente memorable. Su belleza juvenil se había evaporado, dejando como hez un cuerpo sarmentoso y sin gracia, una personalidad plana, una vida monótona de empleada bancaria de medio pelo. Pero así como el ocotillo de Sonora estalla en flores escarlata que orlan sus resecos tallos luego de las lluvias desérticas, el corazón de Mariana rielaba con rayos irisados que escapaban de sus grietas cada día de San Valentín, cuando su eterno enamorado, el viudo Don Eustaquio, le enviaba una carta manuscrita expresándole en decimonónico estilo su admiración, adoración, respeto y amistad.

Taquito se parecía tan poco a su padre que las malas lenguas dudaban de que el respetable Don Eustaquio fuese el progenitor verdadero de este desordenado y ruidoso zagaletón adolescente, que solo se había salvado de ser un bueno para nada debido a los ingentes esfuerzos de su padre, respetable señor de nobleza rancia y escaso patrimonio que se esforzaba en llevarlo por los caminos del bien. Taquito cambiaba de vocación e intereses con la misma volatilidad con que lo hacen los trending topic de las redes sociales que tan asiduamente seguía, siempre apoyado económica y moralmente por su padre que ahora le pagaba un curso de escritura, luego de que hubiese tirado la toalla en su empeño de ser chef, más porque esa profesión dejó de ser cool que por carecer de talento para ello.

Ese sombrío 13 de febrero Taquito se hallaba angustiado, si así puede llamarse al hecho de pensar en una situación problemática por 5 o 10 segundos cada vez que el sistema operativo de su móvil tardaba más de lo usual en actualizar su facebook, su twitter y su instagram. Tenía que llevar a la clase de escritura del siguiente día una carta de amor redactada en términos y estilo anteriores a la aparición del correo electrónico y las redes sociales. La profesora está loca, pensó Taquito, quien ni siquiera era capaz de imaginarse un mundo sin redes sociales y sin smartphones. Estaba frito. ¿Cómo diablos iba a escribir esa carta, que además no servía para nada? Había considerado la opción de cambiar de curso, pero la elevada cantidad de mamacitas que asistían a su clase lo hacía dudar de la conveniencia de tal decisión. Al pedirle ayuda a su padre, este sacó de la biblioteca un polvoriento ejemplar del Composición de Joaquín Añorga, que Taquito había desechado casi ipso facto, incapaz de entender términos como “solecismo” o “prosódico”. Tenía que inventarse otra. Y para colmo, su padre le había pedido que llevase la correspondencia al correo. ¡Qué ladilla con ese viejo anticuado! Con lo sencillo que resultaba escribir un whatsapp, un pin e incluso, si se requería formalidad, un email…

Mariana estaba exultante. Al día siguiente llegaría a sus manos la carta de Don Eustaquio, y esta vez estaba segura que se declararía. Su intuición se lo dictaba, y los ya veinte años de intercambio epistolar anual así lo determinaban. Se acostó a dormir soñando con el momento de recibir la carta, rasgar la oblea del perfumado sobre y leer y releer ávidamente su contenido, disfrutando con todos los sentidos del saberse amada por un caballero de verdad, respetuoso y digno, como le enseñó su madre debía ser su enamorado. Y como se había vuelto usual en víspera de San Valentín, experimentó un estremecedor orgasmo mientras en duermevela imaginaba la escena.

Nunca pudo ser peor el anticlímax de Mariana, con la crueldad que implica aceptarse como solterona en medio de la cursi barahúnda comercial que inunda el día de los enamorados. Se sintió como naufrago que muere al llegar a la orilla, como hormiga que contempla impotente el pié insolente que destroza su hormiguero construido grano a grano. Don Eustaquio ya no la amaba. Había seguramente puesto sus ojos en alguna dama más casquivana y juvenil, de encantos fáciles y moral relajada. El sobre estaba vacío. Sólo había una opción para ella.

El cadáver fue encontrado varios días después, empezando a descomponerse pero aún reconocible, exangüe, con un sobre entre las manos y rodeado de la sangre ya reseca que había huido de aquel cuerpo por los certeros tajos autoinfligidos en las muñecas.

Y casualmente, Taquito se fue de rumba esa noche porque, por primera vez en el curso, obtuvo un sobresaliente.

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3 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Saldivia, qué riqueza de lenguaje, qué facilidad narrativa. Se nota que lees mucho y probablemente libros considerados complicados, clásicos y seguramente muy desconocidos para el público en general. Me ha gustado la idea que propones, enfrentando por un lado la serena pasividad de Mariana y Don Eustaquio, que juegan a quererse por carta y con ello les basta, en contraposición con Taquito, paradigma del ahora común joven, que ha sido malcriado toda su vida, consentido hasta el aburrimiento por unos progenitores, en este caso uno solo, que no saben dar un no a tiempo y creen que darle todo al niño va a hacer que éste alcance más metas en la vida, cuando en realidad le están negando la posibilidad de poseer una moralidad propia, valores morales importantes para ser persona.

    Has hecho que me meta de lleno en la historia, he sonreído e incluso soñado con Mariana la víspera del día en cuestión, aunque desgraciadamente, por causa de esa profética frase que debíamos usar este mes en el taller, sabía que justo ese año solo habría decepción, pero nunca jamás imaginé que para Mariana, la única esperanza, o quizás mejor llamémoslo ilusión, en la vida se sustentaba en la carta anual que le enviaba el viudo. El final que elige tras el sobre vacío me conmocionó, me cogió harto desprevenida y, cuando llegas al ultimo párrafo, lo único que he podido hacer ha sido lanzar improperios contra el infame Taquito “Taquito maldito hijo …” y, es que ese malcriado, ni aunque supiese porqué se suicidó Mariana, tendría un ápice de remordimiento, ya que para él no existe más que la diversión y malgastar el dinero del padre. Lo único que me consuela, es saber que una vez fallecido el padre, Taquito acabará solo y arruinado, sin oficio ni beneficio. La vida será cruel con él, pues es lo que merece.

    En tan bello relato, tan sólo te lanzaré una pequeña crítica y, es que cuando leí sobre Taquito y nos hablas de sus interminables cambios de un oficio a otro. Dices que dejó lo de chef, más que nada porque este oficio ya no era cool, pero a mí es algo que no me acaba de cuadrar, pues un vago redomado como Taquito,que solo piensa en diversión y no tiene ni sabe aceptar responsabilidades, no duraría en una cocina profesional ni una semana, no veo a alguien de sus características echándose a la espalda una media de doce horas diarias, en las que has de trabajar duramente y no vaguear precisamente. Conozco a algún que otro hijo de papá, al que incluso le montaron el restaurante y, lo dejó por no aguantar las horas que había de dedicarle.

    Sacando esta pequeñez, recibe mi más sincera enhorabuena por tan buen relato.

    Escrito el 5 noviembre 2015 a las 11:39
  2. 2. Saldivia dice:

    Gracias Frida por tu gentil y acertado comentario! El relato fue escrito de un tirón, un poco inspirado por el desagrado que me causan las personas que solo viven para intercambiar estupideces en las redes sociales y rehuyen todo lo que tenga mas de 140 caracteres. Tienes razón con lo de chef, aunque conozco varios jovenzuelos que lo han intentado. Recibe un abrazote!

    Escrito el 7 noviembre 2015 a las 17:01
  3. 3. Lionel Muñoz dice:

    Wow!
    Cuando empecé a leerlo como que me empalagaron un poco las descripciones. Tampoco estaba muy entusiasmado porque no soy del género romántico. Pero tengo que reconocer que de todos los cuentos que leí hasta ahora, este es el que más me gustó.
    Riqueza en el vocabulario, descripciones. La comparación con los Trending Topics buenísima.
    Y el final, lo mejor, sin dudas.
    Te felicito y gracias por comentar mi relato, de otra manera quizás no hubiera llegado a leer el tuyo.
    Espero leer el próximo. Saludos

    Escrito el 9 noviembre 2015 a las 04:18

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