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Un debate mayor - por Lagartija

Llevaban semanas apretando manos casa por casa de cada uno de los electores, así que cuando por fin llegó el día de las elecciones en el pueblo se vivió como una fiesta.
El primero en ir a votar fue Manuel, que había madrugado para ordeñar a las vacas antes de bajar a la plaza a elegir al nuevo alcalde. Cuentan que el anterior había huido abandonando obligaciones y familia con una muchacha treinta años más joven; pero volvamos a Manuel que recorre la pista de tierra con un sentimiento encontrado de satisfacción y desánimo: ninguno de los dos candidatos ha engatusado con sus fatuas promesas a un perro viejo como él. Lleva del brazo a su mayor orgullo, su hija Clara, una belleza morena de 22 años cuyas ideas –que podríamos calificar de feministas si esa palabra fuera de uso común por aquel entonces– la mantienen de momento alejada del matrimonio.

Manuel deposita su voto en la urna y se queda por allí saludando al herrero, al panadero, a otros ganaderos como él que van dejando caer su sobre más por la novedad que por verdadera convicción. Gane quien gane no les librará al día siguiente de partirse las espaldas de sol a sol.
Las horas transcurren apacibles, entre chatos y apuestas, hasta que a unos minutos del cierre de la jornada llega Antonio, maestro de profesión y uno de los candidatos a alcalde. De físico endeble pero corazón ardiente, Antonio sueña con ampliar la escuela, construir un teatro, organizar tertulias, iluminar en definitiva la ignorancia de sus paisanos; y esto no lo cuenta, pero en sus anhelos está también transformar su imagen de mosquita muerta ante los ojos de las mujeres.
Su rival, Jacinto, tercero en una generación de terratenientes, basa en cambio sus promesas en un reparto más equitativo de los campos, en una redistribución del trabajo y la riqueza; lo que se calla es que será él mismo –quién si no– el encargado de manejar los hilos de este nuevo orden.

Llega al fin el cierre de las puertas y el comienzo del recuento, que se vive como un espectáculo. Cada sobre es extraído y rasgado en un silencio expectante, el veredicto se lee en voz alta y es inmediatamente apuntado por los cinco escribientes de la mesa: voto para Antonio, voto para Jacinto, voto de nuevo para Antonio. Hay un lapso de gruñidos y algarabía contenida tras cada papeleta extraída.
El sol está ya lanzando su roja despedida cuando queda un solo sobre por sacar de la urna para finalizar el recuento. El partido a estas alturas no puede estar más igualado: 40 votos para el romántico, 40 para el avaro. En el último voto está el desempate. La mano del presidente de la mesa tiembla, todas las miradas están pendientes de él.
A estas alturas el lector ya lo habrá imaginado: el sobre estaba vacío (exigencias del guión). El desconcierto inicial da paso a una disputa entre los presentes que va subiendo de tono: “¡Que se repitan las elecciones! ¡Que decida el cura! ¡Que gobiernen los dos!”.
Fue Manuel quien, espoleado por la súplica de la niña de sus ojos, alza su voz por encima del resto: “¿Y por qué no dejamos que voten también las mujeres?”.
Siguió entonces un debate mayor que se prolongó varios días y se extendió por los bares, por la iglesia y –lo más definitivo– por los dormitorios de los hogares.

Ninguno de los hombres pudo ante los convincentes argumentos de sus esposas y, tras una apresurada votación a mano alzada, se acordó repetir las elecciones a alcalde el primer domingo del mes siguiente con la participación de los 81 hombres y las 75 mujeres censadas mayores de 21 años. No se daría cuenta de esta resolución a ninguna institución mayor; las cosas del pueblo en el pueblo quedan.
A punto estuvo de cancelarse la cita ante la aparición del cadáver del antiguo alcalde a orillas del pantano que, además de echar por tierra las habladurías, dio lugar a la retirada de Antonio (una cosa era educar a la plebe y otra dejarse matar por ella) y a una nueva candidatura, pero lo cierto es que quién se presentó, ganó o perdió no importa ya. Aquel domingo de mayo de 1923 el pueblo hizo historia por ser el primero en realizar una práctica clandestina de sufragio universal, una década antes de que fuera instaurado en las Cortes españolas gracias a la intensa labor de Clara, la hija de Manuel Campoamor.

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4 comentarios

  1. 1. Lagartija dice:

    Desde aquí gracias a los tres comentaristas de mi relato. Comentaros por si acaso os pasáis por aquí sólo que parece que no se entendió muy bien que me estaba refiriendo al personaje real de Clara Campoamor, política que fue una de las impulsoras del sufragio femenino en España (1931). Lo comento porque alguno me ha dicho que es un personaje que sobraba y que no venía a cuento decir que era feminista al principio, cuando precisamente es la pista clave de la historia que se desvela al final… Bueno, tomo nota e intentaré explicarme mejor en la siguiente ocasión. ¡Muchas gracias! Ahora a leer…

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 19:18
  2. 2. paula dice:

    Me parece un relato bastante interesante y poco común, con una escritura muy ordenado y estructurada. Tal vez porque soy amante de novelas diversas ( pero pocas históricas ) crea que al tema le falta misterio, amor… pero me alego de que alguien haya nombrado el sufragio de las mujeres, ¡buen trabajo! (el mío es el 122 “terapia peligrosa” por si quieres comentar).
    Besos

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 22:15
  3. 3. luis ponce dice:

    En la literatura, como en todas las actividades de los seres humanos, las modas acaparan la atención de la mayoría.
    El tema de tu relato se sale de lo que continuamente leemos en el taller, por eso la reacción de los lectores.
    Los relatos relacionados con la historia, difícilmente pueden compendiarse en pocas palabras, por eso me parece que el tuyo es digno de resaltar,además de estar estructuralmente bien escrito, logra sus fines con una extensión relativamente corta.
    El lenguaje nos ubica en el medio rural de la época, aunque no le hubiera caído mal usar un par de términos que posiblemente se usaban en los treinta y que ya no son de uso diario.
    La variedad de la temática es la que puede darle valor al Taller, por lo que aprecio tu aporte. Siempre es interesante leer algo diferente.
    Nos leemos.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 23:23
  4. 4. Zulema dice:

    Soy una que comentó este relato y ya encontré de donde era la frase “la niña de sus ojos”
    Clara es un gran personaje deberías continuar la historia. SALUDOS

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 05:47

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