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Kronos Chaos - por Fernando

De repente lo invadió la duda. César era un hombre inseguro y obsesivo; solía revisar con cuidado cada documento que llevaba en su morral antes de salir de la oficina. Esa mañana, la pila de carpetas y sobres era tan alta que decidió meterlos sin mirar en el pequeño bolso y salir rumbo a la estación de tren. En su cabeza, César elaboraba un plan estratégico para entregarlos con rapidez; así era él, desde que comenzó a trabajar en el servicio de mensajería, hace ya diez años.

La estación estaba atestada de gente por la cancelación del servicio de las 9:50, y por eso los que viajaban en el de las 9:57 compartirían el transporte con los del anterior. Entre empujones e insultos, todos trataban de obtener un asiento; César apenas logró subir al estribo y quedarse allí, inmóvil, trabado por el resto de los pasajeros. A las 9:57 en punto la locomotora salió de la estación terminal rumbo a su destino.

César recordó que en el escritorio había dos sobres con la misma cinta roja pero uno de ellos era de suma importancia, el que llevaba la etiqueta “KC”. La duda que lo asaltó fue la de haber tomado el correcto. Con mucha dificultad, logró deslizar su mano hasta su morral, cuando sintió al tacto algo que pareció el sobre, en una maniobra difícil, con una sola mano, logró abrirlo, y con dos dedos intentó separar la solapa para ver el contenido.

– Oh, Santo Dios, no lo puedo creer – pensó, mirando con el rabillo que el sobre estaba vacío – tomé el equivocado, debo regresar a la oficina

El tren arribó a la primera estación a las 10:02. César fue llevado a descender del vehículo, empujado por el gentío.

– Qué manera más inhumana de viajar, parecemos ganado – pensó

Un número mayor al de personas que bajaron también ascendió, y un minuto después el tren se fue. Al disiparse la gente de la estación, César se dirigió hacia la salida cuando oyó un ruido ensordecedor e inexplicable. Más adelante, el tren que se había alejado rumbo a la próxima estación, había estallado.
La gente comenzó a gritar, y en un minuto todo se transformó en un caos. Sirenas sonaron por la calle, policía, bomberos, ambulancias, personal de emergencia del ferrocarril, todos se movilizaron rápidamente en dirección al desastre.
Atónito, César observaba las llamas que se veían a lo lejos e imaginó que había tenido suerte al haber llevado consigo el sobre equivocado, sino hubiera sido por eso estaría ardiendo en ese tren.

Ya sobre la avenida, subió al primer bus que llegó a la parada. El bus estaba bastante lleno pero César consiguió lugar para sentarse. Ya en camino, miró la hora de su reloj; las 10:07. Angustiado por la demora, volvió a abrir el sobre, y al ver su interior, se dio cuenta que en el fondo había un pequeño papel, casi imperceptible; al leerlo, una frenada repentina hizo que todo el pasaje cayera hacia delante. Un segundo después del choque y el estallido, el vehículo quedó envuelto en llamas.

Los bomberos lograron apagar el incendio luego de una hora, y entre los cadáveres de los pasajeros encontraron a un hombre aferrado a su morral y con un papel en la mano. En su rostro había una expresión de terror. El papel solo tenía escrito un número: 10:07.

Por la tarde, Miguel, el compañero de César, observaba el pequeño papel que encontró dentro del otro sobre que no había salido de la oficina. En el diario de la tarde, la noticia del estallido del tren indicaba que sucedió a las 10:03. El papel que Miguel tenía en la mano, para su asombro, decía “10:03”.

– Qué extraña coincidencia – pensó, cuando Raúl, su jefe se acercó con otro sobre en la mano
– Miguel, debes llevar éste que también es de Kimberley Cornwell, la americana que envió los anteriores, es urgente

El mensajero salió de la oficina con el sobre que también llevaban la etiqueta que decía “KC”. “¿Karma Colectivo?” pensó sin darle importancia.

Una semana después, la policía apresó a la fanática religioso Kimberley Cornwell, defensora de la teoría del Karma Colectivo, por ser considerada autora intelectual de los atentados del tren, el bus y el ascensor caído en el cual se encontró un sobre con las iniciales “KC”, cuyo interior contenía un papel que tenía un número escrito: 16:38, coincidente con la hora que indicaba el reloj dentro de la cabina del ascensor.

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4 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Fernando, ¿cómo te encuentras?.Me alegro de volver a encontrarte por aquí. Tu relato me ha resultado de lo más inquietante y perturbador. Me ha parecido muy sorprendente por no decir inusual, la reacción de César y, es que ante un hecho tal, en cuanto yo hubiese visto el tren reventar, me habría quedado, primero en estado de shock, para seguidamente echar a correr y no sé, ayudar─aunque quizás los profesionales lo llamasen estorbar─,pero él, para mi total incomprensión, tan sólo piensa en entregar esa carta y se va de la escena del crimen y, para mí es justo este momento en el que comienza la incoherencia. Pero luego he reflexionado, la escritura nos permite viajar a los confines insospechados de nuestra imaginación, ¿quién dice que el mundo que nos presenta sea tal y cómo nosotros lo conocemos?, que tenga ciertas reminiscencias de la vida tal y como la concebimos, no significa que debamos mirarla bajo ese prisma. ¿Qué ocurre si realmente estamos en otra dimensión?, ¿en otra era?, ¿en otro tiempo donde el ser humano ha perdido valores significativos que lo hacen ser humano?, pues para mí tampoco es comprensible la reacción que tienen Raúl o Miguel ante el trágico suceso que ha segado la vida de César. ¿Qué clase de jefe o compañero se comportaría así, tan friamente?. Puede que la tal Kimberley, a pesar de sus métodos tan poco ortodoxos, esté tratando de recuperar lo que un día la humanidad perdió: la compasión.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 11:19
  2. 2. Tim Galano dice:

    Hola Fernando.

    Gracias de antemano por pasar por mi relato.

    En cuanto al tuyo veo que hay una historia muy potente de fondo, pero para mi gusto se te quedaron cortas las 750 palabras.

    Parece que todos los personajes y sus acciones están puestas para que llegue el final aunque algunas veces sean inverosímiles, como ya apunta Frida en su comentario, por ejemplo, como actúa César cuando ve la catástrofe del primer tren, como si no pasara nada, o sus compañeros de trabajo que continúan la jornada laboral después de haberse muerto César.
    Por otro lado, al coger el compañero el último sobre con la inscripción KC, el narrado reflexiona sobre lo que puede significar, desvelando la trama del relato en un pensamiento de Raúl que teniendo la información que tenía parece casi una iluminación. Con el título hubiera sido suficiente.

    Después hay alguna frase que me chirría un poco
    “Un número mayor al de personas que bajaron también ascendió” o
    “El bus estaba bastante lleno” creo que sonaría mejor “El bus estaba tan lleno que…”

    Todo esto lo digo pensando que la historia es muy buena, lo de la cronología de los accidentes genera una intriga muy interesante.

    Esto es mi opinión y como tal, puedes no hacerme mucho caso 😉

    Saludos

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 16:31
  3. 3. OME TECPATL dice:

    Hola Fernando.
    ¡Qué ineluctable resulta el karma! ¿O lo llamamos el destino? Tal vez se trate de un experimento científico de K.C. Como quiera que sea, se me ha erizado el cabello. Te felicito porque lograste un interesante relato. Comparto algunos detalles que señala Tim, pero eso no quita que me lo he pasado de maravilla.
    Por otro lado, te comento que Frida Citlali agradece tu visita y sobre todo tu gentileza para con ella, y te confirma que volverá a fin de mes con el lápiz en la mano.
    Saludos de tu amigo,
    O.T.

    Escrito el 13 noviembre 2015 a las 04:41
  4. 4. beba dice:

    Hola, Fernando:
    Tu historia me impactó; una buena historia y un excelente relato. Como señala Frida, crea un sensación de insensibilidad colectiva, como si estallar y arder fuera…tan normal como se está haciendo hoy por hoy. Y como si el trabajo fuera el único valor digno de cultivar. Muy buena tu escritura. Felicitaciones.

    Escrito el 20 noviembre 2015 a las 03:14

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