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Apego - por A

Recuperé la conciencia de repente. No abrí los ojos, me limité a sentir y escuchar. El suelo era duro, y frío. Se podía escuchar agua en movimiento, debía haber un río cerca. Abrí los ojos. Me encontraba en una pequeña habitación ligeramente iluminada por una fuente de luz que no pude encontrar. Estaba completamente vacía.

Luego de recuperarme del ligero aturdimiento que tenía, me atacaron las preguntas. ¿Dónde estaba? Busqué una puerta con la vista, pero no vi ninguna. ¿Cómo era posible que no hubiera ninguna puerta? Me levanté rápidamente, y recién lo hice una puerta apareció disimuladamente en la pared que estaba a mi derecha. Caminé en dirección a ella y la abrí. Tan pronto como la atravesé, la puerta desapareció. Ahora me encontraba en una habitación blanca, muy bien iluminada. Nuevamente busqué una fuente de luz, pero no la encontré.

Eché un vistazo a esa extraña estancia. Estaba vacía. O eso pensaba yo, porque no había visto el sobre que estaba pegado en la pared que estaba frente a mí. Corrí hacia él, con gran emoción. No sé por qué corrí, o por qué estaba emocionado, pero lo estaba. Al llegar a la pared, la cual estaba bastante más lejos de lo que yo había calculado, tomé el sobre y lo abrí. El sobre estaba vacío.

Decepcionado, cerré el sobre. Estuve a punto de tirarlo al suelo, pero noté que tenía algo en la esquina. Alguien había escrito “Para: Rubén Madrigal” con tinta roja. Los trazos me parecieron tremendamente familiares, pero no pude recordar de quién eran. El nombre también me pareció familiar, y me tomó un buen rato recordarlo. Cuando recordé a ese hombre me pregunté cómo pude olvidarlo.

De repente, las luces se apagaron. Sentí su presencia. No pude verlo, ni escucharlo, pero lo pude sentir. Oí su voz, pero dentro de mi cabeza. Lo escuché decir lo que más temo. Luego de esas tres palabras que escuché en mi mente, sentí como todo a mi alrededor se desmoronaba. Y por primera vez en mi vida me sentí realmente derrotado. Con una herida mortal que no sanaría nunca. Debo aceptarlo, cuando todo empezó pensé que sería fácil huir de él. Pero mis piernas están rotas. No puedo correr, no puedo escapar de él. Cerré los ojos fuertemente, con la esperanza de que todo acabara.

Cuando volví a abrir los ojos estaba en mi habitación, con la frente empapada de un sudor frío y las cobijas en el suelo. Fue un sueño, sólo un sueño. Fue muy curioso que no olvidara lo que pasó, ya que siempre olvido mis sueños. Pero lo podía recordar todo. La puerta que se aparecía de la nada, la luz que venía de ningún lado, el sobre… Rubén Madrigal. Logré entender el significado del sueño. Todo lo que sentía hacía que respirar fuera más difícil. Esa carta fue el inicio de mi despedida. Era hora de dejarlo ir.

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2 comentarios

  1. 1. ortzaize dice:

    ese amigo desaparecido te trae por mal camino ya que no te deja descansar.
    my bonito el tema y para mi muy facil de comprender,
    me ha gustado y se lee facil yo como lector me he quedado con algunas preguntas que quizas las añadas en otro relato un poco mas largo.
    saludos.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 16:10
  2. 2. Leonardo Ossa dice:

    Hola. Tu escrito transmite esa sensación que nos queda de un sueño, en donde vemos y escuchamos cosas en apariencia irreales, pero que observando con detenimiento durante la vigilia, llegamos a comprender que cobra sentido al hacer contraste con un suceso real de nuestra existencia.
    Saludos.

    Escrito el 24 noviembre 2015 a las 02:04

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