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Palabra de mercenario - por Leosinprisa

Llevaba el grueso sobre metido en uno de sus macutos. Tal como el príncipe, al acercase a él, se lo había introducido, prometiéndole dentro estaría el pagaré por sus servicios y podría hacerlo efectivo en cualquier avalista de la región.

Detuvo su marcha. Nunca había sufrido tantas humillaciones por parte de nadie a quien hubiera servido. Les dieron unas estancias malolientes, húmedas y frías, tuvieron malas comidas y peores cenas, les hicieron luchar contra inocentes desarmados y en todo momento, sufrieron desprecios y abusos.

Ahora el príncipe se acercaba a una localidad donde sus fuerzas aplastarían a los rebeldes, que sin duda alguna, tenían justificada su rebelión. Aquel gran señor quería edificar un nuevo pabellón en su residencia principesca y necesitaba dinero. Que mejor forma de obtenerlo sino por injustos impuestos, amenazando a toda la población a su cargo al hambre y la miseria. No le importaba sino su comodidad.

Como capitán mercenario, se había negado a seguir luchando en esa masacre sin sentido, solo para beneficiar las arcas de un tirano. No se lo había dicho así, a un príncipe había que tratarlo con sutileza, pero le dio a entender que ya no le servirían más. No pareció tomárselo mal, ese mal caudillo cogió un sobre ya preparado y servicialmente, se lo metió en el macuto que portaba consigo.

—El pago por vuestros servicios —habló sonriendo, mientras la camarilla que le acompañaba reía divertida. El capitán se inclinó como debía ante un príncipe y se retiró.

Hasta entonces solo habían tenido pérdidas. De tres compañías, solo él quedaba de los capitanes de esa fuerza. Como superviviente, debía de hacerse cargo de las otras dos y asumir el mando, hasta que de acuerdo a las leyes mercenarias, eligieran nuevos capitanes para comandarlas.

Abrió el macuto y sacó el sobre. Era de un grueso gramaje e impedía saber el contenido real del mismo. Llamó a sus hombres, para que fuesen testigos de lo que guardaba y la cifra de cuanto cobrarían por su trabajo. Esperaba valiese la pena tanta sangre derramada.

Separó el sello con cuidado y lo abrió, miró en su interior y no vio nada. El sobre estaba vacío.

Por puro instinto miró al suelo y a sus hombres, quienes también se fijaron si había caído sin querer su contenido, pero allí nada había.

Con ira agarró el sello y lo arrancó del sobre, aplastándolo entre sus recias manos.

—¡Este es el pago que nos ha hecho! ¡Maldito sea! —enseñó la mano cubierta de sangre, debido a que un trozo de lacre se le había clavado en la palma, al romperlo enfurecido. La sacudió con desprecio, desprendiéndose del pedazo incrustado en su carne. Ya tenía tantas cicatrices sobre la piel que no sabía del aspecto real de la misma. Una más no importaba.

—¡Formación de batalla! ¡Estandartes al viento! —exclamó a los hombres a su lado. Los segundos al mando, dando brío a sus monturas, repitieron con énfasis sus palabras a las hileras de mercenarios.

Las viejas cotas de malla se iluminaron al sol, las sobrevestas volvieron a llenar con su cambiante gama las columnas de guerreros, mientras vistosos cascos cubrían sus cabezas y los guanteletes ocupaban sus manos.

Hachas, espadas y mazas, volvieron a adquirir protagonismo, saliendo de sus vainas y protecciones. Los caballos relinchaban, los oficiales daban gritos a sus compañeros y toda impedimenta no necesaria, caía al suelo, arrojada por no ser útil para la lucha que se avecinaba.

La infantería formó en líneas compactas, tal como lo había hecho siempre en una larga tradición que se obstinaba en perdurar, cubriendo con largos escudos triangulares todo su frente. La caballería se alineó, mientras los estandartes ondeantes junto al capitán se colocaban en sus posiciones. Los diestros arqueros se prepararon con sus carcajes, comprobando la tensión de los arcos.

Delante, las fuerzas del príncipe, coloridas y con sus armaduras nuevas. Un bonito ejército que los superaba en diez a uno. Pero sus bellos adornos, cascos emplumados y caras armas, no habían conocido de una batalla real. Él se encargaría de hacerles comprender el precio de la sangre. El precio que no habían querido pagarle.

Hombres y mujeres le miraban, estaban esperando. La sangre les hervía tanto como a su capitán. Solo aguardaban sus órdenes y le seguirían a donde quisiera llevarles.

—Hoy me cobraré mi paga. Hoy la cobraremos todos —dijo con la seguridad de que sería un gran día para cuantos allí estaban.

—¡Cargad! —gritó, desafiando al propio viento que lo azotaba.

Y así lo hicieron.

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4 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Leosinprisa: Un gusto reencontrarte.
    Tu historia es muy agradable y vibrante; pero me gustó más a partir de la rotura del sobre. No sólo cobró vida y color sino que se le curaron algunas fallas gramaticales que había en la primera parte; nada grave, y hasta achacble a “errores de dedo”. No es que esta primera parte sea poco agradable, pero me gustó más el estilo de la segunda.Excelentes descripciones. Adelante

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 03:26
  2. 2. Juana Medina dice:

    Buena historia, de caballeros, aventureros y reyes feudales que desprecian a quienes luchan por ellos. La he pasado muy bien volviendo a mi juventud. Un saludo y adelante.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 21:34
  3. 3. Jesús R.G. dice:

    Buena historia Leosinprisa, no abundan los relatos de este estilo en la lista. Hay que disfrutarlos.

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 10:32
  4. 4. José Torma dice:

    Leosinprisa, asi exactamente, lento hay que leer tu relato. Coincido con las dos partes, pero la suma es muy buena. Me transportaste a un genero que me encantaria poder describir, pero ni lo intento porque se que fracasaria estrepitosamente.

    Las historias de piratas y de guerra me gustan mucho y la tuya no decepciona.

    “Ya tenía tantas cicatrices sobre la piel que no sabía del aspecto real de la misma.” Oro molido.

    Muchas felicidades.

    Escrito el 11 noviembre 2015 a las 22:43

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