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La ventana - por Daniel López

El viento movía las ramas del árbol que estaba debajo de su casa. Como cada mañana, sentada frente a la ventana, Claudia veía salir el sol detrás del horizonte. Nunca conseguía verlo rojo, pero ella insistía día tras día. Tal vez su destino le deparaba otras cosas más fascinantes que un cielo lleno de sangre.
Las ramas sin hojas se mecían constantes susurrando gritos de dolor otoñal. El frío estaba llegando y los coches que estaban aparcados lloraban rocío humedeciendo el asfalto.
—Claudia, el desayuno lo tienes encima de la mesa. —Una voz salida de lo más profundo le arrancaba de los sueños que tenía con los ojos abiertos.
—Ya voy mamá —contestó—. Espera que haga la cama.
Se levantó de la repisa, poniéndose de un salto los zuecos de estar en casa y agarró las sábanas con gesto de aburrimiento. Una sacudida, dos sacudidas. Todo para delante. Dos golpes a la colcha y a correr.
Bajó las escaleras a saltos, entró por la puerta de cocina sentándose frente a un bol de cereales con leche fría.
—¿Qué tengo hoy para comer? —preguntó antes de la primera cucharada.
—Pues creo que te haré unos macarrones con queso fundido y salchichas de carne de cerdo.
—Joder mamá, siempre con la carne de cerdo, cuantas veces te tengo que decir que la fase de carnívora ya pasó en mi vida, que ahora solo quiero verde.
—Ya hija —suspiró su madre mientras metía un tupper lleno de lechuga recién lavada en la nevera—. Pues las tendrás que apartar, porque me ha dicho papá que llega hoy y que viene con antojo de salchichas.

Fue entonces cuando sonó el timbre de la calle. Las dos se miraron con ojos de pregunta y acto seguido miraron el reloj de la cocina. Era muy pronto para que alguien tocara la puerta. Ya estaban temiendo lo peor.
Claudia se levanto sigilosa y, de puntillas, se deslizó hasta llegar a tocar la mirilla con dulzura y poner el ojo para saber quién era. Allí no había nadie. Se dio la vuelta y cuando estaba entrando por la puerta de la cocina de nuevo volvió a sonar el timbre.
El bello de los brazos se le erizó.
—¿Quién era?—preguntó su madre.
—Shhh…—Con el dedo sobre los labios—. No había nadie cuando he mirado.
Se dio la vuelta y volvió por donde había venido. Le temblaban las piernas. «Que tontería» pensó. Volvió a levantar la mirilla y volvió a ver que no había nadie. La respiración se le entrecortó. Su madre estaba asomada desde la cocina y le preguntaba por gestos a ver quién era. Ella la miraba con preocupación, pero no le salía ningún gesto.
De repente, por debajo de la puerta, un sobre se deslizó parándose entre sus pies. Unos pasos que sonaban cercanos, al otro lado de la puerta, se iban alejando. Claudia miró con gesto rápido e instintivo, pero, aún sonando cerca, allí no había nadie.
Miró para abajo y allí estaba, inmóvil, blanco marfil. Lo cogió. El sobre estaba vacío. Notaba que no había nada dentro.
—Ábrelo —dijo su madre con voz queda— a ver que hay.
—Mamá, está vacío… —Levantado el sobre—. De todas formas lo abriré.
Tiró del lado del abre fácil y el sobre se fue rompiendo suavemente. Abrió la solapa y confirmó que el sobre estaba vacío.
—Ves, no hay nada.
—Yo que sé hija. ya no sabe una qué pensar…
—¡Espera! —Cortó a su madre con un grito agudo—. Aquí dentro hay algo escrito.
abrió el sobre por los laterales y se convirtió en un folio. En el interior ponía: “Para Claudia. Cada mañana te veo desde mi ventana, te sientas frente a mi. Veo tu sonrisa y cómo le hablas al roble que tienes debajo. El ruido de los coches no me deja oír tus pensamientos, pero sé que eres feliz. Mañana salúdame y yo te saludaré. Te darás cuenta. te lo prometo.”
Claudia soltó el sobre y miró a su madre con ojos de angustia. Un escalofrío le subía constante por la espada. Se tapaba la boca con las manos, moviéndose nerviosa por la entrada.
Frente a su ventana, más allá de la carretera y el árbol, no había nada.

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3 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Daniel, comienzo hablándote de que he visto varias reiteraciones en el texto que quizás deberías haber evitado: “estaba asomada desde la cocina y le preguntaba por gestos a ver quién era. Ella la miraba con preocupación, pero no le salía ningún gesto.” En vez de repetir la palabra gesto, al principio podrías haber dicho: “le preguntaba mímicamente…”.

    Apuntarte también que se dice vello y no bello, pues cuando lo escribes con b hablas de belleza.

    Y ahora comenzaré a hablarte de lo que me ha transmitido tu narración. Para comenzar, te diré que me ha sorprendido gratamente. Fan de las frases “Las ramas sin hojas se mecían constantes susurrando gritos de dolor otoñal. El frío estaba llegando y los coches que estaban aparcados lloraban rocío humedeciendo el asfalto.” Me ha parecido tan poético y profundo, que fue en ese momento que me encandiló tu relato. Adoro el personaje soñador sin límites que has creado en Claudia. Pero, por la forma que tanto ella como su madre tienen de comportarse, da la impresión de que algo turbio esconden, quizás por causa de los negocios que mantienen al padre alejado de casa. Y ¿quién es el que escribe la misteriosa carta a Claudia?. Son incógnitas que te dejan pensando una vez finalizada la lectura, soñando con Claudia y su mundo. Enhorabuena por tan bello relato, para mí ha sido un reencuentro con la infancia y el candor perdido, con la prodigiosa imaginación que llegada la adolescencia, comienza a abandonarte.

    Escrito el 4 noviembre 2015 a las 13:35
  2. 2. Wiccan dice:

    Buenas Daniel,

    Me ha parecido que el relato es interesante, consigues que el lector sienta la intriga de las protagonistas y te deja con ganas de saber mucho más sobre ellos y ese misterioso ¿admirador? que tiene Claudia. La historia, tal como la cuentas, va introduciéndo pequeños misterios que te gustaría resolver. A mi, particularmente y aunque probablemente no tenga mucha importancia, me llamó la atención el principio ¿porqué Claudia espera siempre a ver un “cielo lleno de sangre?. Consigues que el lector vaya más allá de las palabras para imaginar un contexto mucho mayor del que se puede crear en 750 palabras y es un mérito. Te felicito.
    En cuanto a la forma, se remiten muchas palabras y muy seguidas, “mirar”, “abrir”; fue lo que más me llamó la atención a la hora de corregir algo mientras leía el texto. Por lo demás, el ritmo es bueno y la acción fluida.
    Buen relato!!

    Escrito el 14 noviembre 2015 a las 15:52
  3. 3. daniel dice:

    gracias por los comentarios. tengo pendiente darle un repaso a mi primer relato aquí en Literautas y darle más extensión para resolver o no el misterio.

    gracias.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:08

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