Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Respiro - por Elisa Vueltas

—¡No os aguanto más! ¡Iros los dos a la mierda!
Elia dio un portazo y se marchó a clase. No entendía cómo podía haber tenido la mala suerte de tener esos padres. Era una buena chica. Había acabado el bachillerato con buenas notas y llevaba dos años estudiando Periodismo. No gracias a sus padres, claro. Desde los dieciséis había estado trabajando; pues siempre supo que no iba a recibir ninguna ayuda por parte de los que la engendraron, así que ahorró lo imposible para cuando llegara el momento de ir a la Universidad.
Ese día estaba especialmente de mal humor. Llevaba meses con menos ingresos y dudaba que pudiera pagar el curso siguiente. A menos que abriera la caja, pero eso era la última opción.
De camino a clase tuvo un sobresalto. ¡Era el día de la conferencia!
Echó a correr mientras buscaba en su mochila el papel de la inscripción. ¿Cómo se le había pasado? Mario Brunetti, un periodista que se había revelado a los moldes establecidos y había triunfado, iba a dar una charla. Sus entrevistas eran reales, frescas y duras, como la vida misma. No buscaba el sensacionalismo, no le hacía falta.
—Buenos días, soy Elia Martínez, estoy inscrita en la conferencia —dijo con voz acelerada.
—Llega tarde señorita. —El azafato de la entrada paladeó su momento de poder.
—Por favor, no he podido venir antes. Deseo muchísimo poder asistir.
Pareció que la súplica gustó al chico trajeado que, con una sonrisa de satisfacción, le abrió la puerta.
La sala estaba abarrotada. Buscó casi a tientas hasta encontrar una silla vacía y siguió la charla embelesada. Mario hablaba como si estuvieran entre un grupo de amigos. Habló de sus años en la facultad, de las asignaturas tediosas y de los profesores excéntricos. Recordó sus primeros años de periodista, con trabajos mediocres, hasta que decidió ser él mismo, le gustara o no al mundo. Por suerte, al mundo le encantó.
Cuando acabó de hablar, Elia corrió hacia él.
—¡Señor Brunetti! Me llamo Elia Martínez y quiero trabajar para usted.
—Vaya, Elia Martínez, ¿y por qué debería aceptar? —El periodista parecía divertido.
—Soy obstinada e incansable, llevo cuatro años trabajando en todo lo que encuentro para conseguir ser periodista. Así que le aseguro que si me contrata tendrá a su lado a la persona idónea para seguir mostrándole al mundo la realidad.
—Vaya Elia, pareces muy segura de ti misma, pero no soy tan fácil de convencer. —Pareció pensativo—. Ya sé. Toma. —Le alargó su tarjeta—. Cuando tengas una historia que demuestre lo que vales, ven a verme. —Dicho esto, le guiñó un ojo y se alejó.
¡Mario Brunetti le había dado una oportunidad! Se pasó la mañana pensando en qué historia contar. No le venía nada a la cabeza pero al final se decidió: pasaría el verano viajando, así seguro que encontraría algo interesante. Utilizaría la caja, había llegado el momento. Ya decidiría como pagar la Universidad el curso siguiente.
La caja era su tesoro más preciado, la tenía desde pequeña y la llenó más en serio cuando empezó a trabajar y vio que sus padres echaban mano de sus ahorros bancarios. Así que siempre que podía apartaba algo de dinero y lo guardaba en la caja. Un sobre para cada mes.
Llegó a casa extasiada, no había nadie y fue directa a la habitación. Abrió el cajón con el falso fondo y la cogió entre sus manos. La dejó encima de la cama, emocionada, y la abrió con cuidado. Respiró hondo, temblorosa. Cogió el último sobre, Septiembre 2015, y lo abrió. Un escalofrío recorrió su cuerpo y una gota de sudor amenazó con brotar de su frente. El sobre estaba vacío. No podía ser. Buscó en los otros sobres, sólo alguno había resistido al robo. Y sabía quiénes eran los culpables, siempre los mismos.
Se levantó con una rabia indescriptible que nunca había sentido hasta ese momento, dispuesta a coger todo lo que encontrara en casa y revenderlo para marcharse lo antes posible de ese cuchitril.
Empezaría por las joyas de su madre. Entró en su habitación y allí estaban sus padres, desnudos, pálidos, con los ojos abiertos y sangre en la nariz, inmóviles. Alargó su mano, estaban helados. A su alrededor, botellas de alcohol y pastillas inidentificables.
Algunos la tratarán de insensible, otros de monstruo, pero se sintió aliviada, liberada. Por fin se había acabado su suplicio. Y había otra ventaja, ya tenía una historia que contar.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

5 comentarios

  1. 1. Cryssta dice:

    Me ha gustado mucho tu relato, está muy bien escrito y la historia es interesante . ¡Enhorabuena!

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 21:29
  2. 2. Robert W. Peterson dice:

    Mmm, tu relato me deja un sabor de boca agridulce. Lo he leído con atención y no he encontrado nada reseñable qué corregir, por lo que está crítica responde únicamente a gustos personales:

    Me hubiera gustado saber más sobre la protagonista y su relación con los padres. A pesar de qué hablas de ello y con el final se sabe un poco más, no acaba de profundizar.

    El relato es ágil y el elemento de la caja está bien traído, aunque el desenlace, salvo por el giro final resulta en cierto modo predecible. Sin embargo, creo que únicamente me atrevería a modificar la conclusión final, me deja un poco frío y esperaría algo más trascendental. No obstante, la que tú has elegido respeta el tono general del discurso.

    En líneas generales, me ha gustado. ¡Enhorabuena!

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 14:03
  3. 3. Carolnefer dice:

    Hola Elisa,

    Enhorabuena por este relato, me ha encantado. Me ha enganchado desde el principio, ya que al empezar con diálogos para mi gusto le da más vida al relato.

    ¡Felicidades!

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 15:14
  4. 4. Elisa Vueltas dice:

    Hola a todos, muchas gracias por vuestros comentarios. Ha sido el primer taller en el que participo y me ha encantado la experiencia. Mi intención es ir mejorando mes a mes.

    Robert, estoy de acuerdo contigo, toco temas importantes de forma superficial y el final está poco trabajado. El límite de palabras me ayudó a eliminar información superflua pero a la vez me dificultó ciertas partes. El relato inicial tenía 1000 palabras y ya me parecía corto, así que imagina el tijeretazo que tuve que dar. ¡jaja! Tengo que aprender a evitar este efecto y amoldarme bien a la longitud estipulada.

    En fin, muchas gracias a todos. ¡Da gusto ver opiniones así!

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 22:50
  5. 5. beba dice:

    Hola, Elisa: Comparto las opiniones anteriores. No hay nada que señalar a la hechura de tu cuento. El argumento es terriblemente amargo, pero lo has trabajado adecuadamente, y eso es lo que importa.
    Adelante.

    Escrito el 9 noviembre 2015 a las 20:35

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.