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El día que entendí a Adelina - por Tenshys Martínez

El psicólogo le había puesto una tarea sencilla, escribir en un papel todo lo que sentía; le dijo que no se cortara, que lo sacara todo de sí, que eso le ayudaría a olvidar. Así que aquí estaba, sentado a la mesa, frente a una hoja en blanco con lápiz en mano, tratando de escribir, pensando cómo expresar todo aquello que escondía.
«No es fácil» se dijo y siguió contemplando aquel papel que se suponía serviría de apoyo a la terapia; pero le costaba concentrarse. «Diablos, no puedo seguir así» y cerró los ojos.
Su mente comenzó a divagar hacia el día en que todo comenzó. Conoció a Adelina en el parque, ella solía pasear los perros de todos aquellos que no tenían tiempo o ganas para hacerlo, y parecía amar a los animales; era una chica algo introvertida pero muy hermosa y él se sintió atraído desde el momento en que la vio. Dándoselas de conquistador saludó y la piropeó, ella correspondió el saludo pero ignoró los galanteos, se despidió rápidamente y él se quedó ahí “prendado” de Adelina.
Todos los días volvió al parque para ver a esa mujer que le robaba la calma, entre más se acercaba él, más se alejaba ella y eso lo desesperaba. La saludaba y ella respondía a todas las preguntas de cortesía, pero si intentaba hacer conversación, Adelina simplemente sonreía, agachaba la mirada y se despedía.
Las semanas sucedieron a los días, los meses a las semanas y él no avanzaba con la esquiva mujer. Hasta que una tarde otoñal ella no fue al parque, en su lugar un muchacho sujetaba las correas de los perros; se acercó y le preguntó por la joven. Los animales le reconocían por todas aquellas tardes que él se interesaba en ellos tan solo por estar cerca de Adelina. Se agachó y acarició las cabezas, los hocicos, los lomos mientras esperaba por las noticias de “su chica”.
—La Adelina ya no va a venir, se marchó de la ciudad.
—Pero… ¿Cómo? ¿Adónde? ¿Cuándo? ¿Por qué? —Todas las preguntas habidas y por haber se precipitaron por su boca mientras sentía por dentro una opresión, ahí, donde dicen que tiene uno el corazón.
—Se fue para estudiar —contestó el muchacho—, en enero próximo iniciará sus cursos. Tú debes ser el tipo que siempre se acercaba a saludarla ¿no? Soy Juan, su hermano menor.
—Sí, soy yo. —Dijo con una mueca que intentaba ser una media sonrisa triste.
—Me dio esto para ti —expresó mientras sacaba algo del bolsillo interior de su chaqueta, y dándoselo exclamó: —¡Nos seguimos viendo! — y con un ademán despreocupado se despidió.
Con incredulidad miró aquello que le había dado el muchacho, era un sobre; le dio la vuelta una vez, dos veces… pero el sobre estaba en blanco, lo abrió y el sobre estaba vacío.
De vuelta a la realidad, a su mesa y a su papel sin manchas ni letras, se preguntaba nuevamente por qué Adelina le había dejado un sobre, sin remitente ni destinatario, ni una carta, ni un saludo, ni una explicación, ni una… nada.
Ahora todas las noches soñaba con sobres volando; lo rodeaban, lo asfixiaban ya ni quería dormir para no verlos, para no sentirlos. Había tenido que ir al psicólogo para tratar de sacarse a Adelina de la mente. Para que lo ayudara a convencerse a sí mismo de que nunca le importó, pero «Diablos, entonces ¿por qué carajos me dejó un sobre?»
Y entonces, de pronto sin más vueltas, lo entendió; tomó el lápiz, el papel y escribió:
“Querida Adelina:
Espero que te encuentres bien, yo no lo estoy tanto, te extraño y quisiera verte; ojalá me hubieras dicho que te marchabas, me hubiera gustado decirte hasta pronto. Como no sé si me vas a responder no te escribo más, no te quiero incomodar, solo deseaba poder decirte lo linda que eres y lo mucho que me gustas.
Tuyo, Francisco.”
Dobló la carta y la metió al sobre. Escribió en él simplemente el nombre de su amada y se fue al parque a esperar al hermano de Adelina.
Al cabo de unos días, ya con el corazón apaciguado, paseando se encontró con Juan, el cual con una sonrisa, sacó de su chaqueta un sobre y se lo dio.
Tenía anotado por el frente su nombre. Lo abrió y leyó:
“Querido Francisco:
Sabía que pronto me marcharía, no quería que te ilusionaras. Perdóname. Tú también me gustas.
Tu Adelina”
Sonrió.

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2 comentarios

  1. 1. Leonel Esteban Bracco dice:

    Buenas, me gusto tu historia porque me gusta esto del chico tímido que finalmente descubre que la chica de la que esta perdidamente enamorado también gusta de el…una mentira total porque eso jamás pasa en la vida real, pero shhhh.
    Hay algunas cosas del contenido que me quedaron dando vueltas.
    ¿Porque estaba en terapia por la chica?, está bien que tenga un amor platónico, ¿pero es suficiente para ir a terapia?, qué se yo, es caro pagarle a uno, jejeje.
    Tampoco me cierra del todo porque habría de darle primero el sobre vacio y después el otro…no me imagino que intentabas crear ahí.
    En fin, un saludo y nos leemos.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 23:38
  2. 2. Tenshys dice:

    Hola Leonel, Francisco va a terapia porque lo suyo ya era una obsesión, tanto por Adelina como por lo del sobre vacío, la situación lo sacaba de sus casillas y por eso “lo mandé” al psicólogo.
    Adelina le dejó el sobre vacío al chico para que si en realidad estaba interesado en ella, o en una amistad, le escribiera y después… ¿quién sabe? ¡solo teníamos espacio para 750 palabras!

    Saludos.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 05:56

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