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Un descuido - por PerfilDisponible

La gente colmaba la iglesia hasta el mismo umbral. En menor grado menudeaba por la escalinata y ya en la explanada volvía a multiplicarse, ocupando casi la totalidad e invadiendo en algunos puntos la vía pública. Con tal fausto los propios peatones no podían dejar de volverse un instante para idealizar, o mejor dicho tasar, la fortuna de los contrayentes.
Lucía y yo, como nos es acostumbrado, acudíamos mal que bien a la hora señalada. Trotábamos.
Y sin poner la más mínima voluntad en ello me había adelantado unos pasos.
Ahora que su figura saltaba del escondite que le proporcionara mi hombro, caí en la cuenta de que me seguía con el bolso pegado a la nariz. O quizá fuera al contrario porque, mientras su mano izquierda revolvía enérgicamente en el interior, la derecha sostenía el teléfono móvil, la cartera y nuestro juego de invitaciones. Parecía un gato hozando en la basura del vecino.
Una vez la tuve emparejada me interesé por el estado de aquello.
―Ocurre ―me confesó―que tenemos un problema. ¿Has cogido tú el dinero del sobre?
―¿Qué sobre?
―¿Qué sobre va a ser, Raúl? El de la boda. El del regalo que habíamos puesto los dos. ¿Lo tienes tú, sí o no?
Aquello me dejó de una pieza, perplejo; sin entender la mitad de lo se que cernía sobre nosotros. Lucía ―menos tarda―se desesperó de pura inacción y reanudó la tarea por su cuenta, con mayor celo si cabe. Al cabo de un momento se había vuelto como loca, literalmente. La gente empezaba a revistarnos de lejos.
―¿Pero no tienes el sobre ahí? ―indiqué torpemente con un gesto en la dirección oportuna.
―¡Que no está! Osea, el sobre sí pero… ―bufó antes de concluir la frase―. ¡Toma, compruébalo!
Me lo estampó contra el pecho sin ninguna delicadeza.
Tomé el papel arrugado con pulso incierto. Espié por la ranura… Efectivamente, el sobre estaba vacío.
Abrir los ojos hasta el paroxismo y constatar la tragedia fue todo uno; también mi pobre aportación al episodio. Lucía entretanto se había dado por vencida. Si no estaba al borde del llanto, era por ese orgullo connatural de la mujer de no abandonar el maquillaje como se abandona un barco que se capitanea.
―A ver… Pensemos las cosas. Con calma ―apunté espaciando bien las manos.
Ella me seguía con aire inseguro.
―Si no está aquí dentro tiene que haberse quedado, o bien en el coche, o bien en casa. No hay otra. Porque venimos directamente de allí. No hemos hecho escala en ninguna otra parte.
―¿Y si se ha caído ahora mismo? Estoy por llamar a mi madre que tiene las llaves…
―No, no. Nada de mezclar a tu madre. Ya sabes cómo es ella. Si le cuentas algo va a andar echándotelo en cara de por vida. Indistintamente de que se solucione o no.
―Ay, no sé.
―Mira, Lucía ―y aquí hube de tomarla por los hombros―. Lucía, escucha… Hagamos una cosa: voy hasta el coche. Busco por los asientos, la guantera, el hueco de la puerta, las alfombrillas… Si tras de un rato no veo nada, conduzco hasta casa y la pongo patas arriba. Hasta que el dinero aparezca.
―¿Y si no aparece?
―¡Joder, pero no seas tan agorera! Que tiene que estar por alguna parte. Hemos hecho el viaje en línea recta. Tú quédate aquí y asiste a la ceremonia. Mantén la calma. Piensa que es el día más feliz de una amiga cercana.
―Preferiría ir contigo.
Resoplé entrelazando los dedos por detrás del cuello y logré avergonzarla con ello. Comenzaba a entrar en razón y no tenía más remedio que ceder al plan. Por si fuera poco, el propio capellán acaba de irrumpir en la meseta de la escalinata para indicar que se fuera entrando; las novias de mis amigos nos hacían señas para que marchasen juntas del brazo. Pobre Lucía.
Me despedí de ella con un tierno beso en la mejilla y salí de allí como alma que lleva el diablo.
Pero no bien hube doblado la esquina cuando aminoré el paso y me introduje en la primera cafetería abierta. Toda la pandilla estaba reunida a lo largo de la barra y me sacaba una o dos copas de ventaja.
―¿Y tú?¿Has encontrado tu pasta?
Les hice un gesto de «así, así» con la mano y todo el grupo ―del primero al último con los bolsillos llenos―estalló en carcajadas.

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3 comentarios

  1. 1. Dan D'Ors dice:

    Buenas,
    muy buen relato, me ha hecho pasar un rato divertido. Ya casi estaba agobiado pensando qué podría haber pasado con el sobre cuando he llegado con el final y me he dado cuenta de la jugada…Me la apunto, por si acaso xD
    Bien escrito, con algunas palabras que a mi me ha costado entender porque por esta zona no se usan mucho, pero no pasa nada, así aprendo =)
    Cuidado, sin faltas y con una escena interesante…incluso sorpresa final, enhorabuena 😉
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 17:56
  2. 2. Wiccan dice:

    Me ha gustado, aunque también me ha pasado lo que a Dan, se usan palabras a las que no estoy acostumbrado pero mientras lo leía entendía que eran correctas, que era una cuestión geográfica.

    Consigue meterte en una situación muy cotidiana de forma muy natural y con la que te puedes identificar, y hace gracia el desenlace.

    Puestos a criticar alguna cosa aunque no está mal ni mucho menos, entiendo que la pandilla del final son los novios de las amigas que también iban a la boda, y si es así ya no me ha parecido tan creible, puesto que todo se acaba sabiendo y si de una boda se dice que sale otra, de esta iban a salir muchas rupturas, jejejeje.

    Un relato bien escrito que consigue meterte en situación fácilmente. Buen trabajo.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 20:57
  3. 3. grace05 dice:

    Muy buen relato. Tiene ritmo y logras que el lector se sumerja en la vorágine de que lleva la pareja y la desesperación de encontrar el dinero. Muy original el giro final.
    Excelente relato ¡felicitaciones!!!
    Te invito a comentar 194

    Escrito el 7 noviembre 2015 a las 20:31

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