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La ironía de lo absurdo - por Tania Araceli Santos Ferro

Web: http://www.iekuro.wordpress.com

Extrañaba a mi amigo. Tenía un par de meses que no sabía nada de él. Simplemente había dejado de hablarme, como si nuestra amistad no hubiera significado nada para él, como si años de hacer poesía juntos e intercambiar libros, caminatas llenas de palabras, silencios y vida soplada, no importaran en lo más mínimo. Toda aquella amistad que por años creí que sería interminable, ahora menguaba y se cerraba de golpe, como si hubiese sido cercenada y mal cauterizada con una navaja caliente y muy filosa.

Todo estaba bien antes. Platicábamos de repente, compartíamos anécdotas o pensamientos sobre nuestras familias, o nuestros pareceres sobre algunos autores. Visitábamos librerías y debatíamos sobre qué personajes de nuestras obras favoritas nos parecían mejores y por qué. Era una relación amistosa enfocada en su mayoría en literatura y en reflexiones que tuviéramos sobre algunos de los problemas que se nos atravesaban en estos caminos tan escabrosos que a veces la existencia tiene. Sin embargo, un día le escribí para hablar como siempre lo habíamos hecho, y sólo volvió a mí un largo silencio, al que siguieron otros cuando comencé a preguntar si pasaba algo malo.

¿Cómo se debe reaccionar normalmente ante una situación así? No tenía la menor idea. Era extraño el distanciamiento después de habernos compartido tanto; después de sabernos tan profundamente y por tanto tiempo. Era extraño hallar silencio absoluto en una persona en la que estaba acostumbrada a confiar y creer.

Un día, harta de la distancia y de la inexplicable indiferencia, le escribí una larga carta que dictaba lo que significaba para mí y lo mucho que lo extrañaba. Solicitaba verlo para saber si yo había hecho algo mal, o que al menos me escribiera de vuelta explicando la razón de tan abrupta separación, para al menos tratar de entender, y, si era una decisión definitiva de su parte, respetarla aunque no la compartiera. Merecía saberlo. Después de mucho pensarlo, metí la carta en un sobre y la dejé en el buzón de su casa con claras indicaciones para él.

Dejé fluir algunos días, invirtiendo mi tiempo en lectura o haciendo cosas que no me recordaran mi acto de desesperación. Una semana después, aquel sobre que había dejado en su casa, ahora se asomaba tímidamente desde el buzón de mi hogar. Lo tomé, y mientras caminaba por el pasillo a media luz, busqué con atención alguna nota en él, pero no había nada. Lo único que era diferente era que estaba abierto y algo maltratado.

Había leído. Supo cómo me sentía, y ahora enviaba una respuesta que me dejaba perpleja: el sobre estaba vacío. ¡Dejaba un mensaje claro, sin siquiera tener que esforzarse en responder a mi carta con palabras!

Permanecí un instante inmóvil. Después apreté los labios y la garganta comenzó a dolerme, sin que tuviera fuerza para evitarlo, ni mucho menos imponer la razón a la enorme decepción que sentía.

Me sorprendió, aunque no demasiado. Lo conocía bastante bien como para percibir que tal vez jamás iba a disculparse y menos a tratar de recuperar lo perdido. Una parte de mí sabía que toda esa amistad que yo creía grata y fructífera tal vez lo había sido solamente para mí, y que él desechaba completamente la idea de conservar mi compañía en su vida por haber hallado algún nuevo entretenimiento o pasatiempo, o tal vez una relación que le exigiera no tener amigas como mayor requisito. Nunca lo sabría con exactitud. Quizá también una parte de mi siempre supo que la cobardía siempre sería un elemento de su personalidad, que no habría explicaciones, y que tendría que acostumbrarme a la idea de que siempre lo aprecié más de lo que merecía.

Paladeé con detenimiento la ironía de los absurdo de esa situación: gente como él, es por la que no vale la pena invertir ningún tipo de esfuerzo aunque hubiera valido tanto la pena el pasado que habíamos compartido, porque para él era sólo eso: algo del pasado, sin explicación del por qué.

Arrugué el sobre y lo tiré en la basura. Concluí mientras seguía caminando, que el esfuerzo había sido realizado y la respuesta había sido la misma, que no valía la pena invertir más tiempo en ningún tipo de pensamiento relacionado con su persona, y que no habría nada más de qué hablar con él. Yo ya no pensaba volver a intentarlo.

Me prometí que en adelante no volvería a sobrevalorar las amistades. Había aprendido bastante con la partida de esta.

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3 comentarios

  1. 1. delaberna dice:

    Un relato desgarrador, con mucho sentimiento. Se nota que has vertido tu corazón en cada frase: primero describiendo una relación preciosa, pasando luego por la incomprensión para llegar al desengaño final.

    Creo que 750 palabras son pocas para tantos sentimientos, pero aún así te las apañas para que no quede demasiado apresurado.

    Un par de detalles:

    “hacía un par de meses” en vez de tenía.
    “deje pasar algunos días” en vez de “fluir” Los días fluyen, y el tiempo también… pero eso de dejarlos fluir me suena raro.

    ¿Sabremos algún día qué ocurrió para que él cortara por lo sano? Espero que tuviera un buen motivo, si no vaya un c….ullo. No es mi estilo preferido, pero creo que consigues darle alma y pasión a tu relato. ¡enhorabuena!

    Si quieres pasar por el mío, estoy justo encima de ti.
    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-28/4134

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 21:19
  2. 2. Marcelo Kisi dice:

    Hola Tania, un gusto conocerte!
    Tu relato me parece bien escrito y lleno de un repertorio de sentimientos. Es algo que envidio y que reconozco que hay algo de “literatura femenina” en esa forma de escribir. No soy capaz de bucear así en el alma humana y de convertir un sobre vacío en tanto acontecer interior.
    Como aporte o sugerencia, yo soy más amigo de la abundancia de aconteceres, entonces me quedé con las ganas de saber más, de que pasen más cosas. No sé, pero por ejemplo, ella va a su casa, espera horas a que salga y lo asalta con preguntas de qué bicho le picó. Así se enterará de una historia fascinante de la que no tenía idea, sobre por qué tuvo que alejarse de ella. Digo, por ejemplo.
    Pero en sí es un texto muy disfrutable y muy bien escrito.
    A mí me tocó el N° 151.
    Nos leemos!

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 13:05
  3. 3. Jose Luis dice:

    Hola
    Un gusto haber leído tu relato, lleno de sentimiento y una atmósfera de tristeza. No todos los cuentos tienen por qué tener un final feliz. El tuyo está muy bien y me ha gustado.
    Un saludo

    Escrito el 15 noviembre 2015 a las 19:51

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