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EL SOBRE - por conchi

Los cuervos baten las alas con la rapidez del relámpago, guiados por el aroma putrefacto del cadáver viviente. Los espera con un exquisito manjar custodiado cuidadosamente. Como la noche invernal arropada de opacidad con la ausencia de estrellas y la insignificante aparición de la demacrada luna, es la sangre que corre por sus venas, reflejando sus rostros nula emotividad.
Todos ellos, son recibidos por el mayordomo, conduciéndolos hasta la presencia ausente, postrado en cama sin arruga alguna, sus cabellos se confunden con el encaje del almohadón donde queda hundido, resaltando unos ojos sin brillo que al percibir la presencia de ellos, se mueven inexpresivos lentamente, deteniéndose en cada uno de sus rostros, como queriendo captar intenciones ocultas, sin responder a sonrisas fingidas y palabras vacías.
Es el mayordomo quien informa en su presencia, de la existencia del suculento manjar que todos podrán optar mediante la cuidadosa atención al moribundo. En sus manos, un folio que lee en voz alta:
––A mis hijos, por la falta de interés que tuve con ellos. En estos momentos solo soy un desconocido y repugnante sapo maloliente, no merezco ninguna de sus atenciones a las que nunca he aspirado, pero es mi último deseo, que como todo lo que he deseado he obtenido y no me iré sin obtenerlo. Ofrezco mis valiosas obras de arte, lingotes de buen oro, antigüedades valiosas al mejor postor, al que mejor y con más sinceridad cuide de mi indeseable persona en los días que queden de mi excitante vida.
Delego en mi mayordomo un sobre con vuestros nombres y mi veredicto para cada uno de vosotros. Todos obtendrán una parte de lo que en verdad soy, según su comportamiento para esta podrida cresa, quiero irme satisfecho y nutrido con la presencia de todos mis hijos.
Ceños fruncidos, miradas interrogantes, expresiones de inesperadas sorpresas, respiraciones contenidas, paralizados cruzan sus miradas ante tal descubrimiento. Es la única mujer del grupo de los siete, quien se adelanta, respira hondo y dibujando en su rostro de facciones muy femeninas una extendida sonrisa, rompe el silencio con una fuerte carcajada.
––¡Llevo lamentándome toda mi vida por haber sido hija única!… y haber llorado la muerte de mi padre sin haberlo conocido. Este es el regalo más valioso que he recibido en toda mi vida. ¡Hermanos abrazarme! Mi nombre es Sara.
––Yo soy Javier ––Yo Juan, ––Yo Fran, ––Yo Luis, ––Yo Felipe, ––Y yo soy Miguel, y creo que soy el más pequeño, al igual que Sara también creía que mi padre había muerto.
––Mi madre me hablo que murió como un héroe, enfrentándose a terroristas evitando una gran masacre, ––dijo Luis
––También mi madre, que le adoraba, me dijo que murió en un naufragio en un viaje de trabajo. –comento Fran
––Pues parece que soy el único que sabía que mi padre vivía, en un País lejano donde lo encarcelaron. ––apuntó Felipe
––¿Y tu Juan, y Javier, qué os han contado? ––pregunto Sara
––Mi madre jamás quiso hablarme de él, ella es una mujer muy religiosa siempre sospeche que mi padre podría ser algún sacerdote de altos cargos ––respondió Javier
––Yo tengo mi padre, mi madre nunca me dijo que no fuera hijo suyo. ––En tono de incredulidad y desagrado las palabras salían flotantes y a intervalos por la garganta de Juan.
Todos ellos, después de la emotiva presentación, se sentaron en la cama alrededor de la pálida figura del hombrecillo que satisfecho sonreía y extendiendo sus frágiles brazos con cierta dificultad hacia ellos, les invitaba abrazarle.
El mayordomo de pie pegado a una de las paredes de la habitación, con los brazos caídos y mirada serena, observaba la situación con el interés que admiraba una obra de arte, en la espera de que se reclamara sus servicios.
Todos abrazados besaban el rostro y las pellejudas manos de la personilla que no pudo cerrar las puertas de hierro donde escondía su mayor tesoro y el menos conocido. Sus ojos se nublaron derramando lagrimas desconocidas.
Percibiendo el mayordomo la dificultad de su gastado corazón, ordeno que salieran fuera. Miraban sus relojes paseando de un lado a otro. Interrumpidos por la presencia de un hombre que a paso ligero entro en la habitación con un maletín que le delataba, volviendo de nuevo informando de su fallecimiento.
Todos entraron a tropel abrazados lloraron su ausencia. El mayordomo deposito el sobre sobre la mesilla, que ninguno tomó. Desconsolados volvieron a sus casas. El mayordomo con una sonrisa picaresca, adueñándose del sobre lo abrió. El sobre estaba vacío.

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2 comentarios

  1. 1. Wolfdux dice:

    Hola,

    fui uno de tus comentaristas. Me quedo con la introducción que nos haces al relato. Un saludo.

    ¡Nos leemos!

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 20:03
  2. 2. Fabián dice:

    La introducción me encanta, es genial. Esta llena de imágenes muy buenas.
    Me gusta el vocabulario que utilizaste en el relato, encaja muy bien con su tono.

    •Forma

    Hay algunas frases que me suenan un poco raro:
    “––¿Y tu Juan, y Javier, qué os han contado?…” → “—¿Y a vosotros Juan y Javier, qué os han contado?…” Mejor?

    “––Yo tengo mi padre, mi madre nunca me dijo que no fuera hijo suyo…” Esta frase suena raro, le falta algo, quizás un “a” antes de “mi padre”, pero igualmente me sigue sonando raro.

    “Todos entraron a tropel abrazados lloraron su ausencia.” → “Todos entraron a tropel, y abrazados lloraron su ausencia.” o “Todos entraron a tropel y, tras unirse en un abrazo, lloraron su ausencia”

    •Contenido

    Lo he leído tres veces y no acabo de entenderlo del todo. El moribundo mandó a llamar a sus hijos no reconocidos para, supuestamente, repartir la herencia. Pero al final muere y no reparten nada. O tiene un sentido del humor muy negro, o el mayordomo se quedó con todo, ¿puede ser?

    No me acaba de quedar claro si los siete son niños o adultos, me inclino mas hacia lo primero, ya que la manera que tienen de actuar se me hace algo infantil.
    Tampoco me convence que ninguno ponga en duda a este señor, ni que le parezca muy rara toda la situación. Todos se dan cuenta de que vivieron engañados y le creen ciegamente, sin hacer preguntas.

    Mira que quería que me gustase más tu relato, sobretodo teniendo la introducción que tiene que es una pasada, pero pierdo el hilo y no acabo de entender que me quieres contar. Igual con una revisión y redactando de otra manera algunas partes, por ejemplo, reduciendo la descripción de cuando el mayordomo se aparta y se queda contra la pared.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 19:33

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