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VENCIDO - por MOT

VENCIDO

Le había prometido que le diría la verdad, fuera esta la que fuese, aún sabiendo que podría ser la verdad más dura que hubiera tenido que encajar y asimilar en sus cuarenta y dos años de vida. Pero era su hijo.
Ese sábado por la mañana, mientras su agotada y casi vencida esposa intentaba en vano dormir algunas horas en casa, él había salido de la habitación 403, recordando que hacía solo diez horas que se había despedido de ella con un triste y desesperanzado beso en la frente. Sus palabras para con ella fueron pocas y secas: «Intenta descansar. Mañana te llamo después de hablar con el médico». Ella respondió con una lágrima, una sola y grande lágrima. Se soltaron sus manos y él cerró la puerta de la habitación.
Miró a su hijo de nueve años y suspiró. Se sentó a su lado y tomó la mano del angelito que estaba tumbado en la cama, durmiendo y soñando con cosas alegres, o al menos eso era lo que él esperaba y deseaba. Se dijo que, cuando se despertara y le preguntara qué le había dicho el médico, él cumpliría su promesa.
Sabía que, como cada día desde hacía ya tres largos meses, iba a abrir los ojos hacia el mediodía y que el doctor habría ya hecho su ronda de pacientes sobre las diez, hora que había mantenido sistemáticamente desde ese primer miércoles en que les dio las malas noticias, cuando les dijo que esa enfermedad era prácticamente incurable y que, llegado el caso, solo Dios podía hacer algo. Él no era creyente.
A las diez y cinco llamaron a la puerta, y el hombre se levantó de la silla, abatido, y arrastrando los pies abrió. El semblante en el rostro del médico no dio lugar a dudas. Antes de mediar palabra alguna, supo que las últimas pruebas habían sido otro fracaso, pero aún así las palabras salieron por la boca del doctor, secas, directas, duras como piedras:
— Lo siento señor. Ya nada más puede hacer la medicina por su hijo. Todo cuanto hemos podido hacer se ha hecho, pero ha fallado. Deberían usted y su esposa prepararse para lo peor. De veras…
— No siga doctor. Lo he entendido — cortó en seco el hombre abatido, el hombre resignado, el hombre que al fin se había dado por vencido. Y, dándole un débil apretón de manos, añadió:
— Gracias, de todo corazón, pero ahora, por favor, déjenos solos — y le sonrió mientras el galeno salía del cuarto y él cerraba la puerta.
Se giró y allí de pie, miró a su hijo. Lo despertó suavemente y para decirle lo más duro que había tenido que decir nunca a nadie. Cumplió su promesa.
— Tranquilo Papi, ha llegado el momento de hacer lo último que nos queda por hacer, pero tendrás que hacerlo tú, ya que yo no puedo. Escribe una carta a Dios de mi parte, explicándoselo todo y verás cómo Él me curará. Yo soy bueno, tú y Mamá sois buenos, los mejores Papis del mundo, los mejores Papis que un hijo pueda tener, y Dios no permitiría jamás que nada malo nos sucediera. — Y sonriendo, con su cara de niño inocente, añadió:
— Y ahora, por favor, déjame dormir otro ratito más hasta que venga Mamá. Estoy muy cansado. Pero antes dame un besito de los tuyos en la nariz, así descansaré mucho mejor.
El hombre lo complació, y añadió otro beso en la frente del niño. Cuando se giró y le dio la espalda, mientras le decía que ahora mismo se ponía a escribir la carta, una lágrima de dolor, de rabia, de impotencia y abandono le rodó mejilla abajo. Cogió una hoja de papel del cuaderno que había encima de la mesilla de noche, con el membrete del hospital, el bolígrafo que siempre llevaba consigo y se sentó en la silla. El niño ya volvía a estar dormido.
Antes de hablar con su mujer, a la que llamó media hora más tarde, había bajado a la papelería del hall del hospital, había comprado un sobre y unos sellos, y se había sentado en una de las sillas de la sala de espera común de la planta baja a escribir. Luego había cruzado la calle y había echado la carta a un buzón que encontró nada más doblar la esquina. Lloraba como un crío.
REMITENTE: Un Padre Sin Esperanzas
DESTINATARIO: Dios
El sobre estaba vacío.

FIN

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3 comentarios

  1. 1. Leonel Esteban Bracco dice:

    Pucha, me sacaste una lágrima así que no podemos decir que tu relato no funcionó.
    No encuentro fallas en tu redacción, desde el lector que soy te puedo decir que pude leerlo bien y de un tirón sin problema, que al fin y al cabo es lo mas importante.
    Disculpa que no pueda ayudarte a mejorar tu relato, pero por lo menos tenia que comentar que después de leerlo me había gustado.
    Un abrazo, nos leemos.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 22:10
  2. 2. Wiccan dice:

    Muy emotivo, se te pone un nudo en la garganta cuando el niño le pide al padre que escriba la carta. Y me ha parecido que el hecho de que la petición del niño como recurso para salvarse sea justamente algo sobre lo que no cree el padre hace toda la historía mucho más desesperanzadora. Te felicito por la idea y la forma de escribirla.
    Puestos a criticar un poquito, son pequeñas cosas de forma, por ejemplo, cuando dice “una sola y grande lágrima” me suena raro, o cuando se repite la misma estructura muy seguido (“sabía que”, “se dijo que”). Por lo demás muy buen relato y que consigue emocionarte e identificarte con el protagonista.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 15:01
  3. 3. grace05 dice:

    Hermoso relato. Muy emotivo y bien narrado. Hay algunas pequeñas cositas, como dice Wiccan, que tal vez le hacen perder fluidez a la lectura, sugiero que hagas siempre una lectura en voz alta , esto ayuda a la autocorrección. Por lo demás el relato es muy bueno y consigue que el lector se compenetre con él-
    Te invito a comentar 194

    Escrito el 9 noviembre 2015 a las 23:12

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