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Entre Oso y Muñeca - por Chantarella Irreal

Web: http://eresturegalo.blogspot.com

Vivir en casa de mis padres nunca me resultó una tarea fácil. De hecho, no era realmente yo quien la realizaba. Esa especie de pelele que hacía uso de mi cuerpo y me suplantaba para no decir nada. De vez en cuando (y solo de manera puntual) asomaba un atisbo de mi persona convertido en ira y gritaba intentando hacerse notar. Me cansé de ser un muñeco, una especie de peluche que se mete entre los brazos de un niño que lo desprecia, que no valora a un muñeco que en realidad jamás pidió.
Comenzó la lucha de mi yo dentro de ese cuerpo del que renegaba. Gritaba con tanta fuerza desde dentro que mi cabeza estallaría si no la dejaba salir. Y mi persona empezó a existir, a realizarse y a crecer. Surgió la imperiosa necesidad del espacio físico que pudiera darme la cuna de aceptación que siempre me faltó. Porque tal vez en mi Soledad buscaría la compañía adecuada, o acertaría a modificar la existente para adecuarse a la persona que por fin yo ya era por fuera.
Realmente así dejé de ser ese oso de peluche, olvidé intentar buscar el abrazo del niño estúpido. Y este niño me abrió sus brazos después. No era grande, ni intenso, era un abrazo que, de hecho, no me llegaba a tocar, pero que estaba ahí si me hacía falta y lo llegué incluso a comprobar.
Y después de lograr el sueño del espacio y de la separación… la realidad se planta en el felpudo y llama a la puerta insistentemente para que no te olvides. Para que tengas el cruel recuerdo de que esas puertas, esas paredes, las ventanas, el suelo y la propia alfombra en que la pobreza reposa, no se pagan con sonrisas ni con la reafirmación personal. Y que el orgullo acalló dolencias hasta llegar el día de no poder más.
La esperanza se guarda en una caja, donde siempre hubo algo que guardar para mantener el orgullo intacto: la caja donde el sobre de horas extras no me podía fallar. Pero llega el día temido que sabía que mucho no podía tardar: el sobre estaba vacío y allí ya no queda nada que mirar.
Y me niego a volverme peluche, quiero seguir siendo la muñeca bien conjuntada que había conseguido crear, y pedir ayuda me saca pelo y me rellena de algodón y yo quiero tener piernas largas y seguir usando tacón.
Más no hizo falta nada, porque ese niño estúpido que aprendió a abrazar también trabajó su empatía y su capacidad de ayudar. Y la muñeca con su traje de gala se da cuenta que a veces hay que guardar un poco de algodón porque muchas veces hay niños que por no saber abrazar se quedan sin su muñeco y de estúpidos se les suele tachar.

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2 comentarios

  1. 1. Leonel Esteban Bracco dice:

    Pura reflexión, a mi la verdad que se me hizo pesado leer tanto sin un dialogo que aligere un poco la lectura…que se yo.
    En cuanto al contenido en sí, la verdad que no me quedo en claro a donde ibas con todo esto…la chica quería su independencia, y ya, no es algo que me resulte muy importante…parece una adolecente, que se yo, quizá es algo muy personal.
    Un abrazo, nos leemos.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 00:00
  2. 2. Isan dice:

    Creo que tienes un gran domino del lenguaje y una mente con fantásticas ideas. En la lectura me ha costado concentrarme y no sé si he logrado realmente conocer el propósito del relato.

    Escrito el 26 noviembre 2015 a las 17:23

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