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Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

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Una ilusión frustrada - por J. A. Cristian

—Con el "sobre" de Mr. Sweetnam voy a comprarme una motocicleta —le dijo Juan a su esposa Benita.
—Recuerda que hace tres meses te dije que este año ese "sobre" es mío —le contestó ella. Lo voy a usar para llevar a mi sobrino a Disney World.
Así eran las conversaciones entre Juan y Benita todos los años, al final del mes de diciembre, cuando juntos se disponían a abrir, los sobres que contenían en forma monetaria, las muestras de agradecimientos que los inquilinos les expresaban a los empleados por el trabajo realizado en el edificio durante todo el año.
Desde el año 1978, Juan trabajaba como conserje en un edificio residencial en la ciudad de Nueva York. Para entonces, el edificio estaba habitado mayor-
mente por personas de edad avanzada, ya jubiladas, y otras de ingresos mode-
rados, que apenas ganaban lo suficiente para pagar el alquiler de sus aparta-
mentos y cubrir sus otras necesidades cotidianas. Pero aún así, todos los años, desde el mismo primer día de diciembre, empezaban a repartir entre los emplea-
dos, sobres que contenían sus expresiones de gratitud. Como era de esperarse, el contenido de los sobres no era muy significativo en sentido material, pero el calor humano y el sentimiento espiritual, que se manifestaban en los mensajes escritos en las tarjetas que dentro de los sobres acompañaban el modesto obse-
quio material, no tenían precio. Y es que como dicen las Escrituras Sagradas: "Hay más felicidad en dar que en recibir", y los que tienen menos, cuando dan, aunque solamente puedan dar poco, dan con el corazón, y los sentimientos y expresiones que salen del corazón llenan el espíritu, tanto del que da como del que recibe.
Pero el mundo siempre sigue su agitado curso, y a medida que los años iban pasando, el edificio donde trabajaba Juan se iba transformando, no sólo en su estructura interna pero también con una nueva clase de inquilinos con mejores recursos económicos, los cuales ocupaban los apartamentos que iban dejando los viejos que eran alcanzados por el sueño de la muerte, y los que quedaban vacío porque sus ocupantes tenían que mudarse, forzados porque sus recursos ya no le permitían pagar los altos costos de la renta que aumentaba cada año. La transformación también empezó a verse en el contenido de los sobres, que cada año eran más abultados por el número de billetes que contenían
—Este año, con este dinero nos iremos un fin de semana a Punta Cana, Re-
publica Dominicana —decía Juan.
—No –replicaba Benita—. Recuerda que tenemos que remodelar la cocina. Para eso usaremos el dinero.
Y cada año era lo mismo, Juan quería hacer una cosa, pero Benita ya tenía otro plan, y siempre ella terminaba imponiéndose.
—Recuerda mi amor, tú siempre será la cabeza, pero yo soy el cuello que la mueve —le decía cariñosamente Benita a Juan
Así han pasado los años, Juan dedicado a su trabajo, y Benita esperando que llegue diciembre para disponer lo que se va a hacer con el contenido de los sobres.
Este año, algo inesperado sucedió. Como era ya costumbre, Juan y Benita se disponían a abrir los noventas sobres que Juan guardaba sin abrir hasta el momento indicado. Sentados en la mesa del comedor, primero separaron los sobres tomando en cuenta lo que ellos imaginaban contendrían los mismos, basándose en los años anteriores. El sobre de Mr. Sweetnam siempre se abría de ultimo, pues todos los años era el que más cantidad de dinero tenía. Parecía un ritual. Juan abría el sobre, leía rápidamente el mensaje en la tarjeta y le decía a Benita la cantidad que había dentro. Benita anotaba la cantidad en una libreta donde llevaba un registro de lo que cada inquilino daba.
Ahora llegó el momento culminante, abrir el sobre de Mr. Richard Sweetnam. Juan toma el sobre en sus manos, lo acaricia, y antes de abrirlo hace una pausa para abrir una botella de vino.
—Abre ya el sobre —le dice excitada Benita.
Con una lentitud que desespera Juan empieza a abrir el sobre. Pero primero, un sorbo de vino. Finalmente, saca la tarjeta del sobre y al abrirla, nada. En el sobre no había nada. Si, había una tarjeta con un mensaje muy bonito, pero para Juan y Benita el sobre estaba vacío.
—"El sobre estaba vacío". Ese puede ser un buen título para escribir una novela —le dijo con resignación Benita a Juan.

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2 comentarios

  1. 1. delaberna dice:

    Me parece divertido ese guiño final, aunque no sé yo si Juan y Benita son el tipo de personas que piensan en escribir novelas.

    Cuidado al escribir diálogos, hay que procurar que suenen como la persona que habla, no como una persona culta o un narrador. Se me hace raro que una persona diga :”vayamos a Punta Cana – República Dominicana” Esa aclaración final es más digna de un texto escrito que de un diálogo.

    Creo que alguna partes podrían pulirse para ser más concisas. En un relato de 750 palabras no hay lugar para dar rodeos, hay que intentar ir al grano. Por ejemplo:

    “y los que tienen menos, cuando dan, aunque solamente puedan dar poco, dan con el corazón, y los sentimientos y expresiones que salen del corazón llenan el espíritu, tanto del que da como del que recibe.”

    Yo habría escrito:

    “y los que tienen menos, cuando dan, aunque sea poco, lo hacen con el corazón. ”

    Y probablemente no habría seguido más, el resto de la frase redunda en lo que ya has dejado claro.

    Hay frases bonitas “sobres que contenían sus expresiones de gratitud.” Yo creo que con un par de revisiones puedes conseguir el relato completo sea redondo.

    ¡Pues vaya un avaro el señor Sweetnam! Espero que el resto de sobres estuvieran llenos. Aunque también espero que la felicidad de nuestros protagonistas no se base en eso.

    A seguir trabajando! ¡Nos leemos!

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 22:30
  2. 2. Marcelo Kisi dice:

    Hola J.A.!
    Me ha gustado tu relato lleno de dar y recibir y de espíritu navideño, que te deja un gusto amargo al final. Está muy bien que no sea el clásico final feliz, pero faltaría a mi gusto algún justificativo que no reduzca todo al azar o a la sinrazón. ¿Le habrá pasado algo al Sr. Sweetnam? ¿Se habrá muerto y lo habrán heredado hijos avaros? Alguna historia debiera haber detrás, explícita o insinuada, para que no parezca que las cosas pasan porque sí.
    Por otro lado, a nivel de la forma, te recomiendo mantener siempre el mismo tiempo verbal, que empieza en pasado y termina en presente.
    Suerte y adelante!
    PD: mi relato es el n° 151.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 14:34

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