Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Negro sobre gris - por Juancho

Como todos los días, Elissa ha cruzado por delante de la mesa de la secretaria de su jefe y como todos los días ha saludado a María y han charlado un rato sobre el fin de semana. La jornada ha empezado con una montaña de correos sin responder, informes por rematar y reuniones que aprobar. La mañana se pasa en un abrir y cerrar de ojos, tan concentrada está en su trabajo que Isabel tiene que hacer gestos a su lado para que despegue los ojos de su ordenador.

– ¿Vamos a comer? Es la hora. – Isabel agita la bolsa con los tupper.
– Perdona, sí vamos. – responde Elissa recogiendo los suyos.

Pasan de nuevo junto a la mesa de la secretaria y esta vez se fijan un montón de sobres acumulados. De reojo leen que llevan un nombre escrito. No reconocen a muchos pero a otros sí. Algunos de sus compañeros y conocidos en la empresa. Isabel y Elissa siguen su camino con disimulo, intercambian un par de miradas para saber si la otra ha visto lo mismo y al llegar al ascensor se preguntan qué será tan importante como para enviar un sobre personal. Si fuera una comunicación oficial hubieran usado el correo electrónico como siempre, ¿verdad? Es la primera vez que ven algo así en la empresa, un sobre personal, esto sí que es nuevo. ¿Una felicitación? No, para qué lo harían de ese modo, ¿no es mejor reunirnos a todos? ¿Una invitación? Tampoco, para eso tiene el correo electrónico.

Las teorías vuelan de aquí para allá, algunas cobran más fuerza que otras y se desinflan en cuanto aparece un argumento más o menos sólido.

Isabel y Elissa no paran de darle vueltas mientras esperan su turno para calentar la comida. En la fila, el rumor es generalizado, no son las únicas que han visto la pila de cartas. Algunos se preguntan si serán cartas de despido, la empresa no ha ido muy bien los últimos meses y la idea ha ido tomando forma en la mente colectiva de los empleados. Muchos incluso han visto indicios en algunas prejubilaciones inesperadas y algunos cambios en la organización. Varios jefes importantes han visto como su puesto desparecía en favor de una reestructuración más o menos silenciosa.

Durante la comida las charlas llegan a su punto álgido y la curiosidad se transforma en miedo. ¿Me tocará a mi? Es la pregunta que todo el mundo se hace pero que nadie dice. Elissa por su parte apenas se lo puede creer, justo ahora que había encontrado un lugar donde trabajar a gusto, donde encajaba a la perfección y sus compañeros eran personas amables. Incluso casi tenía cerrada la compra de un piso. Un piso para ella sola, todos los planes de mudanza y poder establecerse con tranquilidad se podían evaporar si le toca una de esas malditas cartas. Aunque, pensándolo bien, ¿qué más daba? Sí, había estado a gusto en esta empresa, sí, había conocido a gente estupenda pero no era el fin del mundo ¿o sí? ¿Tendría otra vez el estómago para volver a estar de proyecto en proyecto y de ciudad en ciudad?

A pesar de que su corazón late con fuerza, Elissa intenta imponer orden en su cabeza. Tanto si son buenas noticias como si no, poco puede hacer salvo afrontar lo que venga como siempre ha hecho. Total, hacer de esto un mundo no vale la pena.

Cuando terminan la comida y las teorías, en su mesa cambian de tema para tratar rebajar la tensión acumulada. Elissa se ríe de unos cuantos chistes y anécdotas que cuenta Marcos, un compañero del área financiera. ¿Financiera? ¡El informe! Sin dar muchas explicaciones Elissa recoge sus tupper y se lanza a la carrera por los pasillos. El informe de las narices tiene que estar terminado antes de las cinco y media.

A pocos pasos de su escritorio se detiene en seco. Encima de su teclado hay un sobre gris con su nombre escrito en letras negras. Su corazón duda entre salir disparado por la boca o tener un infarto ahí mismo. Mientras se decide, Elissa avanza hasta tener el sobre al alcance de su mano. Temblando de pies a cabeza deja la bolsa a un lado y se sienta. Cierra los ojos, respira hondo varias veces. Que pase lo que tenga que pasar, se dice mientras lo abre.

– Esto tiene que ser una broma – murmura.

El sobre estaba vacío.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

2 comentarios

  1. 1. delaberna dice:

    Me encanta tu estilo. Frases cuidadas, directas, sin adornos. Pero sonoras y bonitas. Las ideas se cuentan con orden, los párrafos se leen en un suspiro. Me gusta el uso salpicado de expresiones menos “literarias”, le dan frescura al texto: “despegar ojos del ordenador” el uso del “más o menos”, “malditas cartas”…

    Esta expresión me ha encantado de una forma: “Su corazón duda entre salir disparado por la boca o tener un infarto ahí mismo. Mientras se decide, […]

    La única pena es que ya conocíamos el final. Me habría gustado una pequeña vuelta de tuerca, algo que nos dé alguna pista de qué narices puede significar ese sobre vacío: ¿es una broma, una equivocación?

    De todas formas, tienes todo lo que me gusta en la punta de tus dedos. Espero leerte en el futuro.

    Enhorabuena.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 00:06
  2. 2. luis ponce dice:

    Juancho: bien, organizado, bien estructurado, fácil de leer, pero me sumo a la opinión de Delaberna: nos hemos quedado colgados con el bendito sobre.
    Espero que no sea una broma.
    Nos leemos.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 00:51

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.