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MEA CULPA - por Diaspora

MEA CULPA
Mi nombre es Demetrio Luzdín, una copia más del genotipo del resto de la humanidad y por lo tanto como cualquiera, tengo en mi historia momentos felices y ratos aciagos. Pero hay un día que en mi existencia lo considero una fatalidad.
Si me preguntan por qué no he podido olvidar ese día, mi respuesta es clara y sin ambages. Cometí el error de repetir un rumor que serpenteaba por todo el pueblo, y cuando mi amigo de toda una vida Pedro Moría supo que eso manchaba su nombre, nuestra amistad quedó sepultada.
Eché mano a toda la humildad que hubiera en mí disponible y lo busqué personalmente para resucitar lo que parecía muerto. Un silencio displicente envolvió su mirada y como para no malgastar las palabras con un ademán me indicó que me alejara de ahí. Sentí que me estaba cobrando muy caro la indiscreción de un momento, pero acepté su vengativo silencio como un castigo merecido. Desde luego, con gran dolor me retiré de su casa.
Comprendo que entretenerse con el honor ajeno es algo condenable debido al daño que puede causar en otros. Esto aplastó mi ánimo por largo tiempo y en mis noches de condena buscaba conocer cuáles eran los pensamientos de Pedro Moría, saber esto era para mí parte del indulto. En ese entonces me hubiera gustado que existiera en los humanos la virtud de poder leer la mente ajena. Muchas cosas se explicarían por sí solas, sin tener que acudir al auxilio de las palabras. ¡Ah!, pero cuántos peligros encerraría esta desnudez del alma.
Si fuéramos poseedores de semejante don, estoy seguro que las personas quedarían gratamente sorprendidas de la nobleza que aún sobrevive en ciertos corazones, pero también muchas veces se sentirían avergonzadas de la naturaleza humana, sobre todo por la existencia de esas oscuras cavernas habitadas por criaturas perversas, y entonces quizá ya sabríamos cual sería el destino inmediato de algunas personas, la cárcel, el manicomio o la sepultura.
Puesto que mi pena no se apaciguaba busqué como compensar el oprobio que causé a mi amigo. Misión bastante difícil. Ni a la misma jurisprudencia se le hace fácil precisar la cuantía de la indemnización en los casos que existe lesión al honor de las personas. No encontré en las leyes el consuelo que buscaba ni muchos menos una justa compensación.
Pero tampoco deseaba llegar al extremo de sugerir un enfrentamiento en un duelo estilo oeste y limpiar con sangre el agravio. Por otro lado, de nada me servía la calma que podría darme el arrepentimiento genuino.
Ante este dilema y a esta altura de mi martirio, un destello de la memoria acudió en mi auxilio. La Ley del Talión, ahí estaba la respuesta a tanto cálculo. “Ojo por ojo y diente por diente”, en consecuencia, honor por honor.
Aquí surge mi plan, hacer un inventario de mis íntimos pensamientos y escribirlos, luego en un sobre sellado entregárselo a Pedro Moría, con la condición de que pasados tres meses lo abriera. Si era de su agrado exponer a la luz pública estas revelaciones personales tenía mi autorización.
Por varios días plasmé en el papel los distintos colores de mis pensamientos y emociones, y dejé dibujado en frases el perfil de mis debilidades. He de confesar que algunos pasajes de mi vida no honraban mi reputación.
Armado de valor envié el sobre sellado a mi amigo, con una nota aparte explicando mi propuesta. A partir de ese momento, mis horas de sueño no existieron y los días los pasaba en constante zozobra ante la posibilidad de ser expuesto al escrutinio público.
Al cumplirse los tres meses no soporté más la angustia, sigilosamente preparé mi equipaje y con las primeras sombras de la noche volví el rostro hacia otras tierras. Cuando había caminado unos tres kilómetros, el peso de la justicia no me dejaba dar un paso más. Regresé.
La mañana siguiente alguien había deslizado por debajo de la puerta lo que meses atrás yo había enviado a Pedro Moría, pero esta vez con una diferencia. El sobre estaba vacío. En una nota aparte se leía: “Las confesiones escritas en esas páginas no eran necesarias, de hecho, me abstuve de leerlas y las pasé inmediatamente por el fuego. En esta obra representé el papel del rencoroso, y solo buscaba darte una afectuosa lección, tu amigo de siempre, Pedro Moría”

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6 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Diaspora. Una narración bellamente llevada, donde la culpa cobra gran importancia, así como el sondeo del alma humana y de los claroscuros que poseemos. Siempre me sorprende encontrarme personajes como Pedro, al lado de otros como Demetrio, pues al final,es Pedro el que mantiene digamos, un poco la cordura y lo bueno que todavía existe en Demetrio, él se convierte en la fuerza que lo inspira a ser un poco mejor, a no dejarse llevar por la ruindad existente en su alma. Has captado perfectamente la esencia del hombre, donde el bien y el mal están continuamente en lucha, pugnando no por sobrevivir, sino por ganar. Enhorabuena por tan buen relato.

    Ah, y decirte que Pedro Moría se merece un altar por poseer tan gran compasión y misericordia.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 11:11
  2. 2. karu dice:

    Hola!!

    Muy buen retraro que has hecho del remordimiento y del intento de recuperar una amistad que se ha roto para siempre.

    Y sí que sería muy interesante, en ciertos momentos, poder leer la mente de los demás, seguro que podríamos ahorrarnos problemas y preocupaciones innecesarias.

    Buen escrito. Un saludo!!

    Escrito el 5 noviembre 2015 a las 11:32
  3. 3. diaspora dice:

    Karu:
    Gracias por tomarte el tiempo para leer mi relato; agradezco tu comentario al respecto. Este es el alimento del aficionado a escritor para seguir tecleando.

    Escrito el 5 noviembre 2015 a las 13:46
  4. 4. Luciana G. dice:

    Muy bueno tu relato. Me gusta tu prosa. El tema es bueno, pero me gustó la forma en que lo escribiste.

    Escrito el 13 noviembre 2015 a las 22:44
  5. 5. Isabel dice:

    Excelente relato. Lo he disfrutado mucho. Me ha gustado mucho el tema, los personajes tan logrados y la capacidad de plasmar la psicología de ambos personajes en un relato tan breve.

    Escribes muy bien, me he quedado impresionada con el dominio que tienes de la palabra. Sigue escribiendo porque se te da muy bien. Un saludo

    Escrito el 16 noviembre 2015 a las 23:06
  6. 6. KMarce dice:

    Saludos Diaspora,

    Gracias por pasar y comentar mi relato. Que fineza de tu parte.
    Me he leído de un tirón tu relato, y lo he encontrado muy púlido; le has escrito muy bien, con mucho cuidado. Al menos en esa primera lectura no le he encontrado faltas de tildes, o similares, quizá revisándolo con un microscopio.

    En fin, el contenido me parece muy acorde al su título. Creo que el pobre que sufre ese tormento, es quizá de esas personas que les cuesta perdonarse a si mismas; aunque el trato que le estaba dando Pedro Moria, tenia la justificante a creer sobre si mismo, ser merecedor de tal calamidad.
    En fin, que sí deberán retornar a su amistad, porque al final, si se perdonan es porque no era tan grave el asunto…
    Me ha agradado mucho que ni uno ni otro sea revelado (la indiscresión / los deslices )así nos da libertad de ponerle “nombre al pecado”.

    Gusto en leerte, quería pasar por aqui antes de comentarte en mi propio texto.
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 18 noviembre 2015 a las 10:13

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