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Lo que rompe con la rutina - por Patricia López Garrido
Web: http://www.patricialopezgarrido.com
El despertador vuelve a sonar puntual a la cita. Son las 7:28. Como todas las mañanas, Eva se levanta medio zombi y hace por inercia las tareas que tocan: se ducha y se viste, se sirve un café y se lo toma, se viste y se calza. A las 7:15 sale por la puerta. A las 7:23 coge el autobús. Y a las 8:00 en punto estará en la oficina. O eso piensa ella.
Algunas veces, cuando va camino del trabajo rodeada de otros zombis sintiendo a la vez la sacudida de los baches de la carretera, piensa en la monotonía del día a día. Y por un momento se imagina haciendo las cosas de otra manera. Quién sabe. A lo mejor ni siquiera tendría que ser un cambio grande. Quizá podría desplazarse en bicicleta. O simplemente variar el color de su ropa austeramente negra. Pero la seguridad de la rutina es más fuerte, así que si la imaginación se dispara, enseguida se asegura de que los zombis de al lado siguen ahí.
Sin embargo, hay ciertas cosas que son más poderosas que las rutinas como, por ejemplo, los imprevistos. Todos los hemos sufrido o gozado en algún momento. Y Eva, por supuesto, no iba a ser menos.
Esa mañana que os cuento las cosas van según lo previsto. Le quedan apenas 10 minutos para llegar a la oficina. O sea, que son las 07:50. Eva mira absorta por la ventanilla hasta que de un frenazo se abalanza sobre el respaldo del asiento delantero.
Un minuto después, los viajeros tienen que desalojar el vehículo por un reventón de rueda y esperar el siguiente autobús, que llegará en apenas cinco minutos. Con mucha disciplina, salen y hacen fila para aguardar su turno de entrada.
Eva decide entonces adelantar algo de trabajo mirando el correo electrónico y repasando la prensa del día. Pero, ¿y el bolso? Pide permiso para volver al autobús averiado porque cree que con todo el lío se le ha caído sin darse cuenta y, como era de esperar, lo encuentra tirado debajo de la butaca de delante.
Al volver a la cola, se coloca en último lugar y rebusca el móvil. No le hace falta mirar dentro del bolso. Sabe todo lo que lleva de memoria y solo tacta en el bolsillo pequeño para encontrarlo. Sin embargo, cuando introduce la mano, nota algo diferente. Algo… de papel.
Lo saca con cuidado para no arrugarlo. Se trata de un sobre cerrado sin remite ni remitente. Lo palpa. Parece que no hay nada. ¿Por qué demonios lleva eso en el bolso? ¿Lo ha puesto ella allí? Imposible. Es tan metódica que está prácticamente segura de que no.
Mientras, el siguiente autobús ya ha llegado y los zombis van entrando. La fila avanza. Pero los imprevistos de la mañana ya se han apoderado de la cabeza de Eva. Es absurdo que ella haya puesto eso ahí. Lo abre. Nada. ¿Quién habría metido un sobre cerrado y vacío en su bolso?
Ya han subido casi todos al nuevo autobús pero, desafortunadamente, los últimos diez han de quedarse fuera porque no hay sitio suficiente. A Eva ya ni le importa. Está elucubrando sobre quién es el responsable de esa broma. No, no puede ser quien se imagina que es. O tal vez sí. Pero, ¿por qué un sobre vacío?
Lo toquetea, le da mil vueltas. Si es quien cree que es, seguro que ha dejado una señal. Cualquiera hubiera pensado que el sobre estaba vacío y lo hubiera desechado sin más pero ella sabía que era la forma de actuar de él.
Rasga los laterales para comprobar y, en efecto, lo ve. Ahí está. En el interior del propio sobre hay una dirección escrita con la letra de Javier. Pero, ¿cuándo? Y… ¿cómo lo ha puesto ahí? Prefiere no averiguarlo y, además, sabe que es mejor no hacerle preguntas. Pero después de tantos años, nunca se imaginó que volvería. De hecho, no sabe si le conviene pero en ese momento rompe su lugar en la fila y llama a un taxi. Le da al taxista la dirección que ha encontrado en el sobre. No se va a quedar con la duda, claro está.
Cuando llega a su destino, pulsa el timbre. Y responde la voz de Javier. Es cierto. Está aquí. Y es entonces cuando se da cuenta de que otra de las cosas más poderosas que puede romper con la rutina es el amor.
Me bailaron las horas, ¡perdón!
El primer párrafo diría correctamente así:
El despertador vuelve a sonar puntual a la cita. Son las 6:38. Como todas las mañanas, Eva se levanta medio zombi y hace por inercia las tareas que tocan: se ducha y se maquilla, se sirve un café y se lo toma, se viste y se calza. A las 7:15 sale por la puerta. A las 7:23 coge el autobús. Y a las 8:00 en punto estará en la oficina. O eso piensa ella.
Buenas, muchas gracias por el comentario con la corrección xD
Porque me estaba volviendo loco pensando que no terminaba de entender la secuencia xD
Interesante historia sobre el poder del amor para romper esquemas =)
Bien escrita y con estilo, me quedo con la duda de saber cómo ha hecho el truco de prestidigitación el tal Javier 😉
Gracias por el relato.
¡Nos leemos!
Curioso relato sobre algo que todos hemos pensado y deseado en algún momento, escapar de la rutina. Muy bien escrito y con un ritmo interesante que te hace pasar por los mismo estados que la protagonista. Me gustó.
Quizás, por darle una vuelta, creo que me hubiera gustado una frase de dialogo de él a ella o de ella a él cuando se encuentran, solo una frase. Rompería la estructura de la historia como una referencia al tema de la misma y daría mucha más fuerza a la relación de los personajes y al cambio que se produce en la vida de la protagonista.
Un saludo!!!
Bueno relato. Me gustó. Bien narrado con vocabulario simple que permite la lectura fluida. Además el lector queda como atrapado esperando que sucederá ya que sutilmente en el primer párrafo escribís “… O eso piensa ella…”.
Muy buen relato
Te invito a comentar194
Hermoso y fresco tu relato con ese despertador medio chiflado que tiene Eva…(je,je).Lo que debe sufrir con el contratiempo, ella tan estricta y puntual. Y ese bonito truco de enamorado, vale oro. No sé cómo llegó el sobre al bolso, pero llegó y basta. Hermoso. Sin errores. Un aplauso.