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El sobre - por Patricia millán

Web: http://www.relatosenconstruccion.com

La rutina comenzó a provocarle pavor. Cada viernes, cuando Elsa iba a tomar un café a media mañana, se encontraba un supuesto regalo en una mesa con un sobre a su nombre. Lo que más le asustaba era que jamás decía a nadie a qué cafetería iba a ir. Eso era algo que escogía de manera improvisada, en función del tiempo libre de que dispusiera, de la climatología, de si quería aprovechar para hacer algún recado… Tenía una docena de locales que le gustaban, tascas de toda la vida sin conexión a internet donde leer el periódico, locales donde preparaban batidos de sabores inexplicables que combinaban cosas tan extrañas como el apio, el aguacate y las semillas de sémola, cafeterías de toda la vida en las que aún se podía disfrutar viendo a la gente jugar a las cartas en alguna mesa del fondo… Pero fuera donde fuera, cada viernes, ahí estaba su regalo y el sobre que lo acompañaba.

La primera semana fue una rosa de color púrpura tratada para que no se marchite jamás, con un largo tallo al que le habían arrancado las espinas. El perfume que emanaba de ella era demasiado dulzón y artificial, como si hubieran impregnado cada pétalo con una jeringuilla. El sobre junto a la rosa era pequeño, del tamaño de un posavasos, y cuadrado. Fabricado con un papel más grueso de lo habitual y de color marfil, nada indicaba su procedencia. Estaba vacío. Sólo el nombre Elsa aparecía mecanografiado en una esquina. Preguntó al camarero de la barra por su procedencia, pero éste sólo supo decirle que lo había traído un hombre normal, cualquiera que fuera su definición de normal, y que le había pedido que lo dejara ahí hasta que llegara ella. Le había dado una descripción bastante acertada de su aspecto, así que no tenía dudas de que la flor era para ella y no para ninguna otra Elsa.

La segunda semana fue un ramo de margaritas frescas cuyos tallos habían sido entrelazados formando uno solo. Estaban envueltas en algún tipo de papel de celofán morado y entre las flores asomaban pequeñas hojas de helecho. De nuevo, el sobre reposaba junto a ellas, pero esta vez no estaba vacío, sino que en su interior había un papel del mismo tipo del sobre en el que aparecía escrito No eres perpetua. Elsa sintió un escalofrío ante lo que le pareció una amenaza.

La tercera semana una única flor sustituyó al ramo: una campanilla, también violácea aunque con ligeros matices rosados. No la acompañaba ningún tipo de perifollo, parecía arrancada de cualquier jardinera de la ciudad. Junto a ella, el mismo sobre y, en esta ocasión, la nota rezaba Tú, como las flores, te marchitarás con rapidez.

Elsa estaba paranoica y aterrada. Había acudido a la policía, quienes habían considerado que se trataba de una broma de muy mal gusto, aunque se habían molestado en hablar con los camareros, que apenas pudieron facilitar una descripción del hombre que dejaba las flores y las notas, más allá de su estatura media, peso medio, cabello castaño y joven, entre los veinte y los cuarenta años. Pero no sabían decir nada característico en su físico. Es más, uno decía que tenía barba, mientras que los otros dos estaban convencidos de que no. Uno creía que tenía un pequeño corte en la ceja derecha, mientras que los otros dos lo negaban de forma tajante.

Elsa decidió dejar de ir a tomar el café durante varias semanas pero, a la vista de que no sucedía nada más extraño y que no era capaz de pensar en nadie capaz de hacerle una jugarreta tan desagradable, volvió de nuevo a una de sus cafeterías favoritas, donde el sabor del café cortado denso, espeso, que servían compensaba las largas colas.

Nada mas entrar en el local, vio el sobre sobre una mesa a su derecha. Se acercó a él nerviosa, temblando y, al cogerlo, vio que debajo había un crisantemo rojo sin tallo, marchito, casi podrido. El sobre estaba vacío.

Elsa no volvió a ser vista. Pero en la puerta de su casa, sobre el felpudo, la policía encontró un ramo de flores artificiales, exuberante, lleno de colorido y que, hasta que lo tocaron, cualquiera habría dicho que estaba repleto de vida.

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3 comentarios

  1. 1. Lemo dice:

    Sin entrar en análisis que todavía no domino bien. Me ha gustado mucho tu relato, como nos llevas en tensión hasta el desenlace. Genial.

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 16:09
  2. 2. Frida dice:

    Hola Patricia, tu relato es espeluznante. Me ha recordado mucho a una película que no hace tanto he visto, aunque evidentemente tu relato da miedo, “Loreak” no. Al igual que Elsa, no consigo comprender cómo el hombre de las flores consigue saber a qué cafetería va los viernes, ¿es qué acaso deja flores en todos los bares de la ciudad por si acaso o, quizás la sugestiona de alguna manera para que acuda a donde él desea?. No consigo vislumbrarlo claramente, se escapa a mi comprensión. Lo único claro para mí, es que miedo me dan los psicópatas que dejan flores sin mostrarse.

    Te felicito por esta tremenda narración, tan bien llevada hasta el intrigante final.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 18:19
  3. 3. Fernando dice:

    Hola Patricia, muy buen relato, muy intrigante, lleno de tensión y misterio. Algunas cosas como Frida me causaron un poco de duda, pero siendo que el relato no debe tener más de 750 palabras, juego con que queda a la libre interpretación. Acerca de un párrafo, me gustaría hacerte un pequeño comentario. “…y que no era capaz de pensar en nadie capaz de hacerle una jugarreta tan desagradable, volvió de nuevo a una de sus…” Fijate que queda la palabra “capaz” dos veces bastante seguidas, y luego pones “volvió de nuevo”, quizá poniendo “volvió” o algún otro sinónimo, no haría falta poner “de nuevo”. Por el resto, me pareció una historia excelente. ¡Buen trabajo!

    Escrito el 12 noviembre 2015 a las 18:56

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