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El acusado - por Lucas Trevisiol

El acusado
Marco se encontraba en la oscuridad en la que la mazmorra lo envolvía. Antes que lo encerraran, había sido expuesto en la aldea como si fuera un trofeo, y la gente vociferaba palabrotas, le arrojaban piedras y escupitajos a quién creían que era el asesino que bajo influencia de sus propios fantasmas se había cobrado la vida de siete personas.
Marco no supo si prefería encontrarse bajo la luz del Sol y una aldea furiosa, o si prefería el confinamiento en la mazmorra y toda su espesa negrura. ¿Escapar? No podría. Se hallaba bajo tierra en el corazón del castillo. Consciente de esto, Marco apoyó su cabeza en la dureza del piso, y se logró dormir.
Esa noche soñó. Soñó con su esposa, su vivienda, sus animales, sus hijos y su trabajo en la tierra. Soñó con el fuego y sus captores, soñó con su confusión, la tristeza y el aislamiento. Gritó, y pronto se encontraba solo nuevamente con las vagas imágenes en su cabeza sobre lo que había pasado en solo una tarde. Apoyó su espalda contra la pared y llevó su mirada hacia la derecha, observó unas ratas enormes que pronto se mimetizaron con el ambiente. <<Deben ser lo único vivo aquí conmigo- pensó para sí-, me pregunto por cuánto tiempo estaré bien. >>
-Te equivocas- interrumpió una voz-. No estás solo.
Marco volvió su cabeza hacia la izquierda. Por un instante dudó si había pensado en voz alta, y dudó sobre lo que había escuchado.
-No, no hablaste en ningún momento- dijo la voz con un tono más alto.
-¿Quién eres?-
-Un sin nombre, quizás.- Respondió rápidamente la voz.
Marco se concentró para ver más allá de lo que realmente podía. Fijo su vista en un punto gris en el extremo izquierdo del lugar, que pronto comenzó a tomar forma de un cuerpo. Logró distinguir dos piernas y dos brazos flacos color blanco pálido, un torso desnudo que daba pena y unos pantalones cortos color gris oscuro que Marco pensó que en su mejor época habrían sido blancos. Luego de unos segundos pudo observar el rostro de aquel hombre. Su barba era abundante, signo de mucho tiempo de encierro y sus ojos denotaban compasión.
Ambos hombres se miraron por un rato.
-¿Cuándo llegaste aquí?-Interrogó Marco.
-Siempre estuve aquí- respondió el hombre-, pero no siempre puedes verme.
La cabeza de Marco le daba vueltas.
-¿Puedes sacarme de aquí?
-No creo que pueda, Marco.- dijo el hombre, observando como la última palabra afectó al preso. Primero la cara de Marco tomó una expresión de sorpresa, luego miedo, y luego curiosidad.
-Entonces, si sabes mi nombre sin que te lo haya dicho, puedes ayudarme.
-Estas en lo correcto. Pero no del todo. Estoy para ayudarte de otra manera, no la que tu quieres. No hago milagros, aunque me encantaría.
Marco palideció. Comprendió lo que su nuevo compañero le quiso decir, o por lo menos estaba comenzando a comprender y cuando quiso elaborar otra pregunta, su compañero había desaparecido. Con desesperación, buscó por toda la mazmorra, cada rincón, golpeó las paredes gritando como si tuviera un motivo para ello.
Más temprano que tarde el motivo para gritar se hizo presente. Los mismos hombres que lo capturaron ingresaron al calabozo…

Pasaron horas y el estado de Marco había empeorado. Rezaba para que el mismo hombre apareciera nuevamente para calmar su dolor y matar las horas de soledad.
No había comido, pues luego del maltrato le habían tirado un mendrugo. Pero las ratas fueron más rápidas.
Había perdido las esperanzas. Lloraba.
-No te desanimes, Marco.- dijo el hombre, desde la misma ubicación que la primera vez- es normal que te golpeen.
La cara del preso se iluminó, odiaba estar solo.
-Creí que no volverías.- dijo secándose las lágrimas.
-Las injusticias pasan, no eres el primero ni el último. Comprende que pase lo que pase ahí afuera, no dejaras de ser un hombre formidable para Ana y los niños.
Marco se secó las lágrimas. Y como dos adolescentes en vela conversaron toda la noche. Se contaron anécdotas y distintas historias y descubrieron que tenían mucho en común, incluso ahora lucían igual. Luego, el preso desvaneció producto del sueño, el hambre y el dolor. Al despertar, esperaba un último encuentro con su amigo, quien dejó un sobre en el piso, esperaba unas palabras animadoras. Pero no. El sobre estaba vacío.

Ahora se encontraba en la plataforma, boca abajo y con la tranquilidad que le indujo su extraño amigo, recibió a la muerte.

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3 comentarios

  1. 1. L.M.Mateo dice:

    Hola Lucas,
    me alegra ver tu relato por aquí. Fui una de tus comentaristas, por lo que no voy a añadir nada. Espero que pronto pase alguno de los compañeros para que puedas comparar impresiones.
    Fue un placer leerte, y espero que repitas la experiencia en el próximo taller.
    Un abrazo.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 20:59
  2. Interesante historia, creo que deberías revisar la puntuación porque hay frases muy cortas que dificultan la lectura, con muchas pausas.Me hubiera gustado saber más de los motivos que llevan a Marcos a ese maltrato, pero relatas bien la desesperación del hombre y el alivio que le confiere tener a alguien con quien charlar.

    Un saludo

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 18:45
  3. 3. Lucas Trevisiol dice:

    Gracias por sus comentarios, no me habia dado cuenta de esta seccion…

    Ahora que releo el texto creo que podria mejorar algunos aspectos, pero por 750 palabras pude camuflar muchos agujeros como mejor pude.

    Espero escribir algo para la proxima 🙂

    Escrito el 15 noviembre 2015 a las 06:32

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