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El Reencuentro - por Laura Rodil

Era una tarde gélida y lluviosa. Las gotas caían lentamente por el cristal de la ventana de su habitación. Ella se encontraba bajo la penumbra, iluminada por un pequeño haz de luz que emitía la lámpara de la mesilla. Estaba desconcertada y a la vez pensativa. Su vida no había avanzado mucho en los últimos años. Sí, tenía su trabajo, tenía una casa, algunos amigos con los que pasar buenos ratos de vez en cuando. Pero seguía sin encontrar lo que ella necesitaba: esa persona que le hiciera sentirse lo especial que es. Qué le hiciera sacar la mejor de sus sonrisas. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué no era capaz de encontrar a alguien que le hiciera retumbar su corazón? Una lágrima asomaba por su mejilla de la misma forma que lo hacían las gotas de agua que brotaban del ventanal.

De repente un sonido retumbó en el piso de abajo. Parecía un golpe brusco sobre la puerta. Quizás un animal perdido bajo la tormenta y que, aturdido por el frío, se había dirigido confuso hacia la casa. Bajó a ver qué ocurría. Descendió peldaño a peldaño por las escaleras. Estaba descalza, y la moqueta le producía un ligero cosquilleo en la planta de sus pies. Encendió la luz del vestíbulo de la casa. Y fue cuando vio un sobre blanco en el suelo. Parecía como si alguien lo hubiera deslizado por debajo de la puerta. “¡Qué cosa más extraña!”, pensó ella. “¿Quién podría haberlo traído?”. Se decidió a recogerlo. Lo abrió con cuidado. Para su sorpresa, el sobre estaba vacío. ¿Qué significado podía tener? Se apresuró a abrir la puerta, con el fin de ver quién podría ser el remitente de dicho sobre misterioso. No vio nada. Todo estaba en silencio bajo el manto negro de la noche. De repente, vio unas luces que salían del lateral de la casa. Parecían de un coche asique, sin ningún temor, salió corriendo para ver quién se encontraba allí. Fue entonces cuando el vehículo apareció, derrapando muy próximo a ella y tan rápido como surgió, se desvaneció entre las sombras de los misteriosos árboles del bosque.

Entró en casa. No entendía nada. ¿Un sobre vacío? Había perdido la oportunidad de saber quién demonios era esa silueta que intuyó dentro del coche. Dejó que la puerta se cerrara a sus espaldas y se sentó en el sofá. Cogió de nuevo el sobre y se quedó pensativa. Le dio la vuelta pero sólo había dos letras escritas en él: SH.

Pasaron las semanas, rápidas como la brisa del amanecer, pero a la vez lentas por la incertidumbre acerca de aquel sobre extraño. No volvió a saber nada más.

Un día en el tren de camino al trabajo, se encontró con él. Era aquel chico que tanto la había hecho soñar. Aquél que tanto la había hecho volar, de nube en nube, mientras el sol brillaba de cara a ellos iluminando su futuro juntos, sus planes, su boda, sus próximos hijos, su inminente traslado a Inglaterra, debido al trabajo de él, donde comenzarían una nueva vida juntos y felices… Tantos planes rotos en mil pedazos cuándo él le había dado la noticia. Aquella noticia que no hubiera querido escuchar jamás: Existía otra persona, por la que él había dejado de amarla. Después de todo lo vivido, ella no era capaz de entenderlo ni de asimilarlo. Pero así era, y así tenía que ser. Y ella no debía derrumbarse, debía mantenerse firme, dura como un muro de piedra y seguir para adelante con su vida. Porque su vida era su tesoro más preciado, independientemente de quien decidiera compartirla con ella.

Y después de tanto tiempo, ahí estaba. Ya casi ni se acordaba de él. No lo había vuelto a ver desde aquél día en que recogió sus cosas y se marchó de casa. No quería que la viera, asique se levantó de su asiento y se dispuso a cambiar de vagón. De repente, el giró la cabeza y la reconoció. Sus ojos negros se quedaron clavados en ella. Y sin esperar un segundo más, se levantó y, a pasos lentos al principio, pero cada vez más y más rápidos, la siguió. Ella se dio cuenta y se apresuró a huir, pero él llegó a tiempo para cogerla del brazo. Los ojos de él brillaban tan intensamente, que la sensación fue como si el momento se hubiera congelado para ambos. Con solo una mirada se entendieron a la perfección:¡SH! ¡Él era el remitente de esa carta!

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2 comentarios

  1. 1. Frida dice:

    Hola Laura. Comienzo con una crítica, asique se escribe así que y, él cuando es pronombre de la tercera persona del singular, se acentúa.

    Tu protagonista me ha parecido muy temeraria, pues yo no saldría en plena noche a la calle tras un coche, después de que me hayan mandado un sobre vacío por debajo de la puerta, ni harta de vino. Me ha sorprendido mucho ese detalle, de hecho he comenzado a pensar en un psicópata, pero la historia evidentemente, nos ha llevado por otros derroteros. Me ha gustado como comenzaba, de hecho me ha recordado mucho a otra historia que he leído hace una hora, se llama Petricor y es el número 110, creo que deberías echarle un vistazo, más que nada por la similitud existente entre los dos, aunque las dos habéis elegido un tema muy similar, en ambos casos se resuelve de diferente manera. Me gustaba la indecisión del principio de tu chica, me recordaba en cierta manera a la insegura Joan Fontaine en Rebeca, así que al final, me ha disgustado un poco la forma en que lo has resuelto, no porque sea mala, sino porque por la forma de ser de la protagonista me esperaba algo diferente, como el afrontamiento de la soledad, o que tras las cartas se hallase alguien tan tímido como ella, que apenas se atrevía a dar el paso por inseguridad, de hecho este segundo final era por el que más apostaba. Pero insisto, no es que sea un mal fin, sino que me había creado otras expectativas. Sea como sea, dejo de liarme como una persiana y acabo diciéndote que sigas escribiendo y dejando volar tanto tu imaginación, como la de los que te leemos.

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 02:12
  2. 2. luis ponce dice:

    Laura: interesante la atmósfera creada al principio del relato.
    Concuerdo con Frida en lo temeraria.
    Pero analicemos ciertos detalles que hay que tener en cuenta el momento de relatar:
    Nadie en su sano juicio abre la puerta de su casa en medio del bosque,en una noche lluviosa, solamente para cerciorarse de quien es el remitente de un sobre vacío.
    Me ha confundido el hecho de que las gotas broten del ventanal, podría usarse como una metáfora, pero no concuerda en el caso presente.
    Nadie que te deja un sobre vacío en medio de la noche hace retumbar tu puerta.
    Difícilmente yo correría tras un auto en el bosque, sin zapatos y en medio de una noche lluviosa.
    Al regresar se sienta en el sofá, mojada, con los pies sucios por el barro del exterior de la casa.
    Los detalles que busca el lector, hacen que tu historia sea creíble o no y a ti debería interesarte tener lectores, por eso es que tienes que que convencerlos de que lo que les estás contando es la verdad, sin lugar a dudas.
    Paso a paso, vamos puliendo nuestra escritura y la mejor manera es leyendo lo que escriben los demás y lo que comentan los compañeros. Esta es una larga profesión que da frutos cuando están maduros. Nunca podemos cosechar las uvas verdes.
    Escribe todos los días, pero mejor aún, lee todos los días.
    Saludos

    Escrito el 6 noviembre 2015 a las 01:39

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