Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Una persona singular - por Francis

Tengo un amigo que no pasa desapercibido, ni por su aspecto físico ni por las condiciones adversas que le tocan vivir.
Su nombre es Pedro y, cada vez que nos vemos, me cuenta cosas que parecen sacadas de la chistera de un prestidigitador, donde se agrupan alegrías, sorpresas y también desgracias.
Hace unos meses, lo encontré con todo el cuerpo magullado y con dificultad al andar. Un individuo quiso robarle la cartera y, durante el forcejeo subsiguiente, el ladrón le golpeó con una cadena de acero hasta dejarlo tirado inconsciente en el suelo. Tuvo la suerte de ser reanimado por los servicios de urgencia, que llegaron con rapidez, pues aquellos golpes le podían haber matado.
No resulta fácil imaginar a Pedro así, el que fue campeón de triatlón allá por los años noventa, profesor de Educación Física y deportista nato, que sigue practicando los deportes que su avanzada edad le permite, como natación, senderismo y ciclismo. No, no resulta fácil.
Hoy le he vuelto a ver y me ha contado su última incidencia. Una vivienda de su propiedad la tuvo alquilada a un joven empresario, al que la fortuna le había dado la espalda, pues el negocio quebró y su mujer le había abandonado.
Juan, que así se llamaba el inquilino, se mantenía a duras penas y malvivía con su nuevo trabajo. El lunes pasado no acudió a la oficina y sus compañeros, extrañados por su ausencia y ante la imposibilidad de contactar por teléfono, acudieron a su domicilio. En el jardín hallaron la moto y el casco y, al acercarse a la vivienda, notaron un fuerte olor a gas. Todos temían lo peor, pues el día anterior habían recibido una carta con aires de despedida, donde se disculpaba de las vilezas que les podría haber ocasionado. Sin pensarlo más, llamaron a la policía que, no pudiendo entrar por ninguna puerta ni ventana de la planta baja, lo derivaron al Cuerpo de Bomberos.
Una ventana de la planta alta fue derribada en presencia de Pedro, al que localizaron de inmediato, y con el sistema eléctrico desconectado por seguridad. El cuerpo inmóvil de Juan fue hallado precisamente en una habitación de la planta superior, donde, al parecer, pensaría encontrar la muerte con más rapidez, dada la mayor acumulación de gases a esa altura. Lo había preparado todo con detenimiento, sin olvidar ningún detalle: bien vestido, afeitado, toda la habitación ordenada y, encima de la mesita de noche, varias cartas dirigidas a los miembros allegados de su familia, incluida una para Pedro, su casero, que la familia le hizo llegar.
Pedro y Juan habían mantenido buenas relaciones, pues el primero fue siempre consciente de la mala situación económica de su inquilino, y se pensó que esa sería la razón de la carta, una carta de agradecimiento. No era así. Cuando Pedro abrió el sobre no había nada dentro: el sobre estaba vacío. ¿Por qué? Todas las cartas tenían una despedida, la suya, no. ¿Habría olvidado meter dentro el mensaje? ¿La habría dejado para el final y no le dio tiempo a escribirla? ¿O sencillamente, como era la suya, tenía que ser especial? Se quedó pensativo. Ya era tarde, no lo podía averiguar. Quizás algo más que añadir a su lista de extrañas circunstancias.
Todo esto le dejó un gran resquemor en el cuerpo y, aún así, tuvo el valor de ir al tanatorio.
Hoy me cuenta que, mientras le observaba a través del cristal, sintió el mensaje de aquel sobre vacío: Él no pertenecía a su pasado y aquella carta no tenía por qué contener ningún mensaje y, por error, la habían incluido con las de los familiares. Su sobre estaría encima de la mesita con los demás, pero para ser engordado con los euros de la mensualidad de la renta y, como otras tantas veces, para decirle a su casero que estaba sin blanca. ¡Quién sabe si este no fue otro motivo para tomar la decisión del suicidio! Entonces, Pedro lo miró fijamente y con gran angustia, una vez más, le dijo:
-Quédate tranquilo, Juan, ya me lo pagarás cuando salgas de esta situación, que de todas se sale.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. Darío Lana dice:

    Buenas Francis
    Me ha gustado mucho tu relato, particularmente la forma en que has contado una historia bastante sencilla, pero con unos personajes muy bien elaborados. Tu narración es muy natural y correcta
    ¡Enhorabuena por tu relato!

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 23:11

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.