Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

La invitación - por Rayén

La invitación
Rayén

Derrumbado en el sofá del living, Eugenio seguía bebiendo. Lo hacía desde la muerte de su mujer, ocurrida veinte días atrás. Alternaba entre el vino y el pisco, y aunque había apelado al coñac un par de veces, tampoco había logrado manejar el indefenso estupor en que lo había hundido su partida.
Hacía años que bebía más de la cuenta, pero ahora los controles habían cedido por completo, y su estado habitual era el de una nubosa semiborrachera.
Después de una semana de embotamiento, un oscuro estallido se había abierto paso en su conciencia: necesitaba ver a su hijo, de quien no había sabido nada durante doce años. El calendario marcaba los primeros días de diciembre, y eso le pareció un señal propicia; buscó el número del celular en la libreta de su mujer y lo llamó varias veces para invitarlo a pasar juntos la Navidad. No le había avisado que su madre había muerto, pero se enteraría esa noche, y el pesar quedaría compensado por su mutua reconciliación, por un reencuentro en el que no habría más culpas ni acusaciones, sólo el recíproco afecto de un padre y de un hijo demasiado castigados por la vida.
Sus llamados se habían estrellado cada vez con la metálica grabación del correo de voz: “Después del tono, deje su mensaje”. Y cada vez él había dicho las mismas palabras, tratando de que sonaran cordiales pero no ansiosas ni suplicantes: “Hijo, me gustaría mucho que vinieras a pasar aquí esta Navidad. Te espero”.
Habían transcurrido cinco días sin respuesta. “¿Hasta cuándo voy a seguir llamándolo?”, se preguntó, mientras vaciaba el vaso y volvía a llenarlo.
—Estuvimos casados cuarenta años, y nunca me dijiste que me amabas— dijo Berta desde el sillón de enfrente.
Eugenio la miró sin sorpresa a través de su flotante semiembriaguez.
—¿Para qué, si tú lo sabías?— replicó, mientras veía oscilar el delantal a cuadros que ella se ponía cuando estaba en la casa.
—Y a tu hijo, ¿lo quisiste?— siguió Berta, y su voz sonó como si viniera de una profundidad submarina nunca imaginada.
—Era un mal agradecido. Le di todo lo que podía y se fue— sentenció Eugenio, vaciando de un trago el vaso de vino.
—Le diste todo menos amor. Y no se fue: tú lo echaste, y le dijiste que no volviera, porque te daba vergüenza tener un hijo maricón. ¿Te acuerdas?
—Se puso así porque tú se lo consentías todo. Y después te seguiste viendo con él a mis espaldas.
—Porque era mi hijo, y a los hijos se los quiere sin condiciones. Y él me correspondía; siempre estaba feliz de verme.
Eugenio volvió a llenar el vaso.
—Bueno, ahora estoy dispuesto a reconciliarme con él— dijo.
—¿Crees que le harás un enorme favor?
—Ese es el sentido del perdón, ¿no?
—¿Y qué pasará cuando sepa que su madre murió y tú no te dignaste avisarle?
Eugenio tiró el vaso al suelo y se incorporó tambaleándose.
—No quiero volver a discutir contigo como cuando estabas viva— profirió, borrando la imagen del sillón con un histérico gesto de su mano.

Faltaban tres días para la Navidad, y Eugenio contestaba expectante cada vez que sonaba el teléfono. Pero nunca era la llamada que esperaba.
Esa mañana sonó el timbre del departamento, y Eugenio se precipitó a abrir, tropezando en los vaivenes de la borrachera.
—Carta certificada— dijo el cartero, extendiéndole el registro para que lo firmara.
Eugenio firmó y recibió el sobre. Le temblaron las manos cuando creyó reconocer la letra. Una brusca lucidez lo hizo cerrar la puerta y sentarse en el sofá. Respiró profundo, abrió con infinito cuidado, y se quedó mirando atónito.
El sobre estaba vacío.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. grace05 dice:

    Me encantó tu relato. Tiene ritmo, ágil, fluido. Se lee de un tirón y las imágenes están muy bien logradas. Me gustó mucho la conversación de Eugenio con el fantasma de su mujer para explicar el motivo de la separación del padre y el hijo.
    El final me dejó un sabor amargo, un sobre vacío como metáfora de la pérdida total del hijo.
    Excelente cuento. ¡Felicitaciones!!!
    Te invito a comentar 194

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 21:03
  2. Hola Rayén pasaba a dejar mi saludo y de paso revelarme como uno de tus comentaristas anónimos.
    Saludos.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 19:16
  3. 3. Wiccan dice:

    Buenas Rayen,

    Un relato muy curioso, me ha gustado mucho la escena de conversación con su mujer muerta, creo que representa muy bien la culpabilidad que siente el protagonista y que incluso en sus alucinaciones no es capaz de aceptar. Y amargo, porque aún hoy en día la gente es capaz de rechazar a un ser querido por una cosa que no le incumbe a nadie más que a él.

    Formalmente creo que está muy bien escrito, y que aportas muchos matices a la historia, identificando muy bien el derrumbe del protagonista, sus ganas de mejorar, su “inocencia” (por llamarlo de alguna forma) al creer que será una cosa tan fácil y su negación de los errores cometidos. Buen trabajo.

    Un saludo!!!

    Escrito el 22 noviembre 2015 a las 21:35

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.