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Tlaloc - por Zedric Tavshed

Tlaloc

Las películas siempre nos hicieron creer en la imposible casualidad de las imperfecciones. Nos hacían creer, al menos a mí, que todo si o si pasaba por algo; pero que no siempre esa resolución, por así decirlo, llegaría a corto plazo, si no que a veces nos enterábamos del por qué de algo al final de la trama. Además, dentro de estas imperfectas casualidades, me hicieron creer que en los días lluviosos siempre pasaba algo malo: un asesinato, una mala noticia, una muerte inesperada o simplemente un desamor. Ese 19 de octubre, en cambio, esa horrorosa ley que iba en contra de la prodigiosa reputación de Tlaloc, el dios de la lluvia, no se cumplía; ya que el dia en que mi celular sonó y me contó al oído la peor noticia que una persona puede recibir, el sol partía la tierra. La terrible, angustiosa, y penosa muerte de mis abuelos.
Esta es mi breve historia, que, contra todo pronóstico de lluvias y tormentas, sucedió cuando el sol todavía era amigo y amante de los humanos.
Preferí observar todo desde una lejanía bastante prudente, característica muy común en mi vida; una vez, hace ya 4 años, estaba en el supermercado del barrio cuando un extranjero entró a robar. Yo, provisto de un puño dotado para escribir las historias de guerreros más valientes de todo el continente, era un cobarde en la vida real y tangible. Puesto que como ya imaginaran, me aleje rápidamente de la escena del posible crimen. Recuerdo que unas botellas de Vodka tapaban mi huesuda cara y observe como, finalmente, el temible extranjero caía abatido por la policía local.
Aquella escena del extranjero muerto llegó a mi mente cuando reconocí aquel auto que se acercaba a la casa: era el camaro de mi hermano Luis, acompañado de mi otro hermano Heriberto. Todo aquello no resultaría un mayor problema en un día normal, pero les recuerdo, como creo que ya hice unas 3 veces, este no era un dia normal. Hoy había muerto mi abuelo y mi abuela, casi simultáneamente, y hoy era su velatorio.
Tengo 6 hermanos, 3 mujeres y 3 varones. Me llamo Carlos y tengo 32 años. Vivo solo en un departamento para 3 personas en la ciudad de Buenos Aires. Soy feliz de lunes a viernes e infeliz de sábado a domingo.
Si me permiten describir aquel dia con una sola palabra, elegiría hoy y en cien años la misma: triste.
Escuche gritar a mi hermana Juana que ella exigía todas las mansiones y los hoteles puesto que se había encargado de los abuelos unos 3 años; escuche contradecir a mi hermano Luis justificándose con que él había estado allí el día en que la abuela había tenido un paro respiratorio. Heriberto también gritaba y pedía que se dividan los bienes en orden decreciente de edades: él era el más grande.
Yo, por otra parte, no quería nada, no esperaba nada, no necesitaba nada.
Siempre soñé con poder volver el tiempo atrás y hacer las cosas diferentes. Poder casarme con una bella mujer, tener unos hijos de los que estar orgulloso, llenar una humilde casa de amor y sonrisas tontas e injustificadas. Ese era mi sueño. Y sumado a eso, me hubiese gustado estar más en la vida de mis trotamundo abuelos.
Cerré los ojos y llore en silencio. Dejé que pasen las horas, así como hacia todos los sabados y domingos, mis días de infelicidad. Dejé que una extraña brisa me lleve hacia otra parte, me desconecte del mundo. Escuché muy a lo lejos la oratoria del cura, interrumpida por los incesables gritos de mis hermanos. Escuché cuando dijeron mi nombre para darme el sobre con el último testamento de unas pobres personas de alma y ricas en material.
Llore y seguí llorando hasta llegar a mi casa sin haberme atrevido a abrir aquel endemoniado sobre: no estaba interesado en él. No estaba interesado en todos esos hoteles, mansiones, territorios y acciones que yo sabía mis abuelos me habían dejado a mí.
Yo estaba decepcionado hace ya mucho tiempo de la vida, de las personas de este mundo y de sus días lluviosos. Para mí, como el alma de todas las personas que recuerden aquel día leyendo este relato, el sobre estaba vacío.

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2 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Zedric:
    Tu historia es más bien una descripción anímica del protagonista, por su situación familiar. Este aspecto está bien logrado; es expresivo y doloroso.
    Pero yo creo que el relato total no está integrado, ni en su desarrollo, ni en su desenlace; lo terrible de la muerte de los abuelos no justifica la reflexión inicial sobre “imperfecciones, causas y consecuencias” y el dios de la lluvia; tampoco logro relacionar la escena del ladrón del supermercado con el resto de la historia; para mostrar el temperamento del protagonista basta con decir que es muy tímido y prudente.Y si bien el cuadro de familia es deprimente,tal vez necesitaría alguna reacción del narrador.
    No puedo dejar de pedirte que, además, revises el texto, en el que se te han escapado algunos errores de concordancia.
    Como en todas las historias de este taller, lo bueno es haberlo intentado y estar dispuesto a aprender. Adelante.

    Escrito el 31 octubre 2015 a las 03:08
  2. 2. Wiccan dice:

    Buenas Zedric,

    Fui uno de tus comentaristas anónimos y me he pasado para que lo supieras. Como te comenté, me parece que el texto son dos partes que no se conectan, pero que funcionarían bien por separado, puliéndolas un poquito. Por otra parte, las ideas que expresas sobre el protagonista y sus sentimientos en los diferentes momentos tras la muerte de sus abuelos están bien conseguidos. Sigue así que todos estamos aquí para mejorar.

    Un saludo!!!

    Escrito el 22 noviembre 2015 a las 21:47

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