Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

El producto. - por Chedu

Web: http://vicioenlalectura.blogspot.com.ar/

Una mueca se dibujó en su rostro mientras limpiaba el cuchillo. Había sido rápido y eficaz, como solía hacer su trabajo.

Pero era el último, el último encargo y lo había hecho a la perfección. Era lindo pensar en eso. Después de todo, era el único que quedaba de su generación, o al menos eso le había dicho aquella voz. Muchos habían muerto y otros ya se habían retirado. Él era el último que quedaba.
Enfundo su cuchillo, prendió su celular y salió del cuarto.

-Está hecho –dijo, mientras caminaba tranquilamente por los pasillos de aquel hotel – ¿Dónde retiro lo mío?

-En el segundo piso de ese edificio. Habitación 22 –le respondió una monótona voz –Que tengas suerte en tu vida, Alberto. Serviste con honra.

Alberto apagó el celular y lo tiró en un tacho de basura. Era libre. Después de 29 años podía seguir su camino, podía tomar sus decisiones y nadie podía decirle nada. Su vida iba a ser diferente. Basta de recibir órdenes de aquella misteriosa voz. Basta de estar encadenado a aquel celular. Nunca había conocido al hombre del que recibía las órdenes. Solamente su voz, la cual iba a acompañarlo en sus sueños.

Caminó por dos horas hasta una destartalada casa en los suburbios de aquella ciudad, ahí estaba su premio final, el que había esperado durante mucho tiempo.

Entró en aquel abandonado cuarto, que estaba vació excepto por una pequeña mesa y tres sobres. Uno rojo, gigante y elegante, con un gran moño en la solapa, otro pequeño de color azul, simple y opaco y el último de color blanco, que estaba apartado de los otros dos. Agarró el blanco y lo abrió. Adentro había una pequeña nota escrita con elegante letra:

“Alberto, felicitaciones por tu misión. Tus logros quedarán grabados en la historia y los futuros agentes tendrán alguien a quien admirar. Sé que serviste con eficiencia y que esperas tu premio, pero antes de eso hay una pequeña elección que necesito que hagas.
Delante tuyo hay dos sobres. Ambos conducen a un futuro preparado para vos, pero con un destino diferente. No puedo hablarte sobre el contenido, solamente vos podes averiguarlo. Siempre te mostré el camino y este es el final.

Elegí con sabiduría.”

Alberto volvió a leer y releer aquella pequeña nota, extrañado. Había pensado que todo terminaría ahí, con un maletín lleno de dinero esperando para comenzar una nueva vida sin obligaciones. ¿Todos los agentes habían pasado por eso? No conocía a nadie, así que no podía preguntarles.

Miró detenidamente los dos sobres. El rojo le llamaba la atención. Tenía el suficiente tamaño como para guardar un buen cheque o un fajo de billetes. Pero el azul le causaba intriga.

Suspiró y agarró el rojo, abriéndolo con decisión. Pero el sobre estaba vacío.
Un gran estruendo sacudió las paredes y Alberto se giró sorprendido, dirigiendo una última mirada al hombre que entraba y le disparaba a la cabeza con una pistola, haciendo que caiga al suelo con un golpe seco.

El hombre sacó de su bolsillo el mismo celular que Alberto tiro al tacho de basura y marcó.

-La prueba psicológica no funcionó. Reinicia el protocolo.

Lo guardo y salió del edificio, que no era más que una maqueta ubicada en un gran espacio iluminado, rodeada de cientos de personas que iban y venían cumpliendo diferentes tareas.

La monótona voz le contestó –No importa. Algunos arreglos más y ya lo vamos a tener. Éste producto va a valer millones.

A cincuenta metros de distancia, un hombre de aspecto cansado se levantó de su silla y salió de su oficina, directo a una puerta cerrada por una contraseña y un comprador de huellas digitales.

El hombre puso su mano, marcó la contraseña y entró.

Adentro muchos cubículos de gran tamaño, adornados con unos números metálicos de color rojo y complejas máquinas. Caminó hasta el número 23, se acercó al teclado y escribió por unos momentos. La computadora tardo unos minutos en procesar los datos hasta que una luz verde apareció sobre la pantalla.

Abrió la puerta e ingresó en su interior. Adentro había otro hombre conectado a su cabeza con numerosos cables.

-Decime tus datos. –ordenó el cansado sujeto con una monótona voz.

El hombre levanto la cabeza y con una mirada perdida, respondió:

-Soy Alberto. Es mi último día de trabajo y soy un asesino.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

1 comentario

  1. 1. beba dice:

    Es como si hubiera leído dos historias; todo bien hasta que acribillan a Alberto, y avisan de la falla del experimento. Supongo que este es el quid de la historia; si es así, la primera parte es muy extensa y conclusiva.
    No entiendo cómo el escenario pasó de ser una casa en los suburbios,a una maqueta; ni tampoco los trámites que se dan en ella. Trato de ubicarme en una especia de ciencia- ficción macabra, pero no entiendo.
    Algunas observaciones gramaticales y de construcción:
    -haciendo que cayera (no “que caiga”)
    -Lo guardó (faltó el acento)
    -¿Un comprador de huellas digitales?¿Tal vez un comparador, un verificador?
    Bueno; suerte. espero haberte sido útil.

    Escrito el 9 noviembre 2015 a las 20:54

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.