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Inflexión - por Mina Ohara

La gran mesa de madera de roble que presidía la habitación estaba llena de papeles desperdigados. En cada uno de ellos había la misma idea escrita, pero las distintas combinaciones de palabras daban lugar a mil posibilidades diferentes. Él se lo miraba desde lejos, esperando que la perspectiva le diera alguna pista sobre la dirección que tenía que seguir. Se había pasado las últimas 3 horas repasando, reescribiendo, reinventando y reordenando cada una de las opciones, y eso sólo le había servido para duplicar los folios que había sobre la mesa. Harto de todo, cogió la primera chaqueta que encontró y salió a dar una vuelta.
El día estaba en su momento más bonito, el sol estaba cayendo y la ciudad estaba inundada de rayos dorados que hacían relucir todo lo que había visto siempre con otra luz. Caminó por toda su calle y luego, al girar a la derecha, chocó con una señora mayor, que cayó al suelo. Se disculpó rápidamente mientras ayudaba a la señora a levantarse, que parecía un poco desorientada, pero que no le dedicó ninguna mala palabra. El hombre volvió a disculparse, y la señora le quitó importancia, y se fue caminando pausadamente con una media sonrisa, la sonrisa de alguien que ha vivido mucho tiempo y ya no tiene demasiadas aspiraciones.
Entró en el primer bar que encontró y pidió un café para ver si la cafeína le despejaba un poco la cabeza y le hacía ver las cosas más simples. Estuvo escuchando las conversaciones de las mesas contiguas mientras leía distraídamente el periódico. La gente se quejaba, y se quejaba, y seguía quejándose de su vida. Las chicas de la mesa de detrás suyo estaban aburridas de sus vidas y sus novios, de la monotonía y del trabajo. La pareja de su lado quería irse de viaje, desconectar, y pasar un tiempo juntos, dedicado a ellos y no a los problemas del día a día.
Le parecía todo banal. Seguía barajando opciones, repasando mentalmente lo que había escrito. Si cerraba los ojos, aún veía la mesa llena. En el fondo, pensó, es mucho más fácil de lo que parece. Solo tenía que decidir si quería seguir o no con su vida hasta el momento. Solo era eso, decidir si sí o si no. Las ataduras que tenía le parecían poco importantes. Trabajo encontraría fuera donde fuera y la familia hacía años que estaba rota. Sus amigos de verdad seguirían siendo amigos, y así tendría una excusa para volver de vez en cuando; y el resto eran prescindibles en su mayoría.
Pero le tenía cariño a su piso, a su barrio, a la mesa de roble de su padre que ahora sostenía todos los caminos que podía tomar su futuro. Si lo pensaba bien, incluso encontraba cierto encanto a su trabajo monótono y repetitivo, que le permitía no pensar mucho y requería poco esfuerzo. Sabía también que era una situación muy mejorable, pero ¿hacía falta irse lejos para empezar de cero? ¿Podía seguir donde estaba y esperar resultados diferentes? Entonces habría que cambiar muchas cosas. Escogiese lo que escogiese, implicaba cambios. Y los quería, pero le daba miedo. Le daba miedo porqué le habían salido las cosas mal muchas veces, porqué sus relaciones siempre empezaban muy bien, pero lo hacían terminar muy mal. Porque contaba con cuatro personas a su lado, pero había perdido a muchas al largo de su vida, y las había perdido en parte por su culpa, por su poca implicación.
Irse lejos le permitiría no acomodarse, tendría que empezar a construir él las cosas en otro sitio, y no podría refugiarse en lo que tenía en ese momento. Se levantó para pagar el café y cogiendo la cartera del bolsillo interior de la chaqueta encontró un sobre arrugado y viejo. El sobre estaba vacío, pero recordaba lo que había contenido antes. Era la carta que le había dejado su exmujer hacía meses antes de irse. Ese sobre había contenido muchos reproches condensados de años infelices, en el que ninguno de los dos había querido entenderse.
Decidido, pagó el café y volvió a su casa. Se preparó tranquilamente la cena, y se sentó en la mesa, dejando que el plato chafase los papeles que tenía delante. Comió con la tele puesta y, al terminar, cogió el papel que tenía más a mano, y lo puso dentro del sobre arrugado. Se fue a dormir sabiendo que al día siguiente al levantarse iría a correos. Y cambiaría su vida.

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4 comentarios

  1. 1. luis ponce dice:

    Una reflexión personal que implica el futuro.
    Bien escrita, un tanto pesada para mi gusto, pero técnicamente bien realizada. Elementos que podrían suprimirse sin afectar el contenido (el choque con la señora de la esquina). Introspecciones bien logradas, que ayudan a delimitar el carácter del protagonista, pero al final una conclusión que se me ido de la mano.
    Suponía que él era el destinatario del sobre, pero ahora se convertía en remitente. El sobre a pesar de ser la razón del relato, es el elemento que perturba el resultado.
    Saludos.

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 19:15
  2. 2. L.M.Mateo dice:

    Hola Mina,
    como comienzo de un relato más largo, me gusta. Las dudas que nos surgen a lo largo de la vida, la necesidad de tomar decisiones en los puntos cruciales, está muy bien reflejada. Lo que me pregunto es si el sobre lo va a remitir a su ex-mujer y con qué intención. Por eso te digo que como propuesta para el inicio de algo más desarrollado, me gusta, pero en este caso, la escena se queda como cortada, nos deja llenos de dudas.
    En el aspecto formal, la frase “En el fondo, pensó, es mucho más fácil de lo que parece”, debería ir entre comillas ya que es un pensamiento directo del protagonista, y el “pensó” al final, tras las comillas.
    Y en el caso de “Le daba miedo porqué “, ese “porque” no debería ir acentuado, ya que hace tiene función causal. (¿Por qué tiene miedo? Porque le habían salido las cosas mal).

    Un abrazo, y hasta el próximo taller.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 03:59
  3. 3. Mina Ohara dice:

    ¡Muchas gracias por los comentarios! Tendré en cuenta vuestros consejos para el próximo taller.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 16:51
  4. 4. beba dice:

    Hola, Mina:
    Presentas una situación muy humana, con sus pro y sus contras; pero me parece que el protagonista casi no analiza las opciones. Creo que relato funciona como un monólogo interior; en tal caso, sería mejor narrarlo en primera persona; también ganaría en agilidad, si esas posibles opciones se expresaran como preguntas y respuestas de su propio yo. Pienso, también, que el episodio de la señora que tropieza no aporta para nada en el relato. Y, tal vez dabiera haber alguna pista sobre el destino del sobre que piensa enviar; eso se lee muy confuso.
    En el plano gramatical, te señalo:”Tres horas, y no 3 horas”; “porque sus relaciones” y no “porqué sus relaciones”.
    En el vocabulario: “Le impediría acomodarse”, y no “le permitiría no acomodarse.”
    No son problemas de difícil solución. Adelante.

    Escrito el 7 noviembre 2015 a las 22:03

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