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Números - por Loren Levinne

Estoy tratando de descifrar el material para el examen de Física. Mi teléfono suena. Contesto sin ver la pantalla.
—Hola —me dicen.
Veo la pantalla. No tengo el número en la memoria.
Pero es mi amiga Mariana.
—Hola.
—¿Qué haces?
—Nada productivo.
No le digo que estoy estudiando con los problemas resueltos que me dio hace más de dos semanas, cuando dejó de ir a clase y de contestar mis llamadas.
—¿Puedes salir? Estoy afuera.
Corro a la sala. La veo a través de las rejas. Esta de espalda. Tiene los brazos cruzados, como si tuviera frío, pero tiene una chaqueta.
Abro la puerta lo más silenciosamente posible.
Y luego la reja.
—Hola —vuelve a decirme.
—Hola a ti.
—Nuestras conversaciones son fascinantes.
Me hace gracia el comentario.
—Fernando… —duda— ¿me podrías ayudar con algo? Necesito que me acompañes a un sitio.
—¿A las once de la noche?
—Yo sé que es raro. Acompáñame y ya.
Con la poca luz se ve distinta, como con ojeras y su cabello parece menos abundante de lo que pensaba.
Caminamos en silencio. Por un instante, ella me aprieta la mano.
No me mira cuando yo volteo.
Llegamos al sitio en el que menos me imaginé que íbamos a terminar.
El paredón de detrás de la escuela.
Entre la maleza y un pote de basura gigantesco, hay una escalera y un bolso. Pone la escalera en posición. Es de la altura perfecta.
—Mariana…
Y puede que sea porque sus ojos son verdes, pero vi un destello de fiereza casi felina que me dice que va a hacerlo con o sin mí.
Prefiero que sea conmigo.
—¿Será que primero voy yo y te ayudo a terminar de bajar?
—Me leíste la mente.
En el proceso, Mariana casi me aplasta el cuello.
Corre por el patio buscando la puerta de entrada de la escuela. Saca un llavero de su bolsillo. Debe tener más de diez llaves.
Busca una. Abre la puerta.
No hubiera podido ni soñarlo.
Me palmea la espalda, para hacerme andar. Abre el bolso.
Veo varias latas de spray. Me da una
—Las paredes son demasiado blancas, ¿no te parece?
Sé que me voy a arrepentir.
Cada pared de cada pasillo queda con temblorosas líneas negras.
Mariana se mete en los salones. Me doy cuenta de que pasa más tiempo en nuestro salón que en los demás.
Luego entramos en la Dirección. Pinta la puerta y cada pared, persiana y escritorio.
Busca en los archivadores hasta que logra sacar un par de carpetas.
Corre hacia la reja principal, agarrándome de la mano.
Escucho los gritos de Moreno, el vigilante. Ya no sé si ella me guía a mí o yo a ella.
Mariana lanza las carpetas al jardín lodoso de una casa abandonada.
Se apoya en lo que queda de paredón.
Su respiración es tan pesada, que me pregunto si puede respirar en lo absoluto.
—¿No te parece que fue demasiado?
—No —dice, forzándose a recuperar el aliento.
—¿Me vas a salir con esa?
—¡Sí! ¿Qué te pasa?
—Me pasa que quiero saber qué diablos te pasa.
Ella suspira. Baja la mirada.
—Yo sé que esto no sirvió de nada, ¿sí?, pero… —me dice. Me mira a los ojos— ya no quiero ser un número. Toda mi vida he sido un puntaje, una nota. Si me muero, soy un número. Si me gradúo, soy un número. Ya me cansé. Quiero ser yo.
No puedo creer que la muchacha que no saca menos que la máxima nota, que me ha ayudado a descifrar cada clase de matemáticas desde hace cinco años piense así.
—Entonces que sigan los pésimos grafitis —es lo que le digo.
Y Mariana hace lo que nunca en la vida me imaginé que haría.
Se voltea y me besa.
Empieza a andar de nuevo lentamente. Y no es hasta que se aleja unos pasos que agarro el bolso y camino con ella.
Caminamos en un silencio tranquilo.
Le regreso sus cosas en la puerta de su casa. La veo entrar.
Me doy cuenta de un papel que seguramente se cayó del bolso. Es un sobre.
Dice:
Dr. Carlos Estrada. Cardiólogo.
Paciente. Mariana Jocelyn García.
No hay otro papel en el piso. No hay nada, porque sé que ella no me va explicar nada.
Por poco rompo el sobre buscando saber más.
El sobre estaba vacío.

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3 comentarios

  1. 1. Maureen dice:

    Una historia preciosa, aunque sea triste. Me ha gustado especialmente el personaje de él, que, aunque desconcertado, se ha dado cuenta de que algo le pasa a su amiga y resulta de lo más tierno haciendo lo que ella le pide aunque no entienda sus motivos; un personaje redondo.

    En cuanto a cosas para corregir, creo que quedarían mejor las frases agrupadas en párrafos más largos, ya que ahora mismo cada frase forma un párrafo diferente. Además, casi todas las frases son muy cortas y eso hace que el ritmo de lectura sea un tanto incómodo. Prueba a variar mezclando frases largas con frases cortas, creo que ganará en ritmo.

    Enhorabuena, sigue creando historias tan bonitas 🙂

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 12:33
  2. Me ha encantado el relato, aunque me quedan dudas, los personajes tienen, cuánto, quince, veinte años, el lenguaje parece de más que adolescentes para una travesura, y si es una crisis de existencialismo parecen demasiado jóvenes. Me puedo imaginar que el relato te superó las 750 palabras y tuviste que acortar. La historia seguro que da para más. Enhorabuena y a por el lápiz.

    Escrito el 6 noviembre 2015 a las 21:00
  3. 3. Wiccan dice:

    Una historía muy bonita sobre la amistad. Creo que plasmas perfetamente la lealtad del protagonista hacía Mariana y la rebeldía ante la desesperanza de ésta.
    Coincido con Maureen en el tema del ritmo, tantas frases cortas hacen muy lenta la lectura, si en alguno de los escenarios cambiase esa pauta creo que mejoraría la lectura. Por comentar algo que si que me pareció raro, al final, creo que la frase “porque se que ella no me va a explicar nada” no tiene mucho sentido, la caida del sobre entiendo que fue fortuíta y que el protagonista encuentre el sobre vacío también, con lo cual el sobre no tiene que ver con las intenciones de la protagonista.
    En cualquier caso, buen relato, gracias por compartirlo.

    Escrito el 14 noviembre 2015 a las 01:30

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