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Un suspiro y todo terminó - por Laia Gabue

Web: http://www.milrinconesinfinitos.blogspot.com.es

Todo empieza con el aroma de una flor blanca con olor a soledad recibida como acompañamiento de unas breves palabras rutinarias.
Después las flores inundan la estancia. Flores variadas, de distintos colores, formas y aromas presididas de cintas nominales. Flores perfectamente ordenadas en enormes ramos de los que la bruma que cubría mis ojos me impedía disfrutar.
Disfrutar, extraña palabra para usar en el lugar en el que las almas solitarias esperan su turno para alcanzar la inmortalidad. Extraña palabra que cruzó mi mente para indicarme que tal vez jamás la volvería a usar. Extraña, como extraño era el hecho de tenerte en frente sin tocarte, ni hablarte ni tan siquiera sentirte como antes solía hacerlo.
Tú y yo solos, encerrados en la misma habitación. Juntos, muy próximos, pero escalofriantemente separados por un cristal. Terriblemente arrebatados nuestros lazos terrenales quedaban solamente unidas nuestras almas en un lugar inalcanzable para mi conciencia humana. Tan solo si cerraba los ojos conseguía sentirte más cercano, menos frío, más presente.
Al volver a abrirlos, te veía. Allí, tendido, en paz. Pero no conseguía reconocerte, ese no eras tú, te faltaba la esencia, te faltaba tu ser, te faltaba…la vida.
De nuevo cerraba los ojos y rogaba, rogaba fervientemente que al volver abrirlos todo se hubiera convertido en un mal sueño, una pesadilla de la que era posible despertar.
Y permanecí así mucho rato, con un temor horrible a abrirlos y que todo volviera otra vez a ser verdad.

Palabras de consuelo que no consuelan, besos de apoyo que no apoyan, abrazos reconfortantes que no reconfortan, y lagrimas de desasosiego que no logran sosegar el vacío. Vacío que te busca, te encuentra, te sigue y te inunda haciéndote sentir totalmente solo en medio de un lago de gente. Gente que se mueve a tu alrededor, te envuelve y te desplaza cómo si estuvieras dentro de un banco de peces, porque tu no te resistes, tu cedes, y te dejas llevar, intentando llenar el vacío con palabras vacías y sonrisas huecas.

Todo se repite, se repite incesantemente durante las largas horas que tienes que esperar allí. Esperar allí constantemente acompañado y abominablemente solo y lleno de tu vacío infinito.

Y al fin acabó. Acabó el ritual pero no mi perdida, ni mi búsqueda. El encuentro de consuelo, de algo físico a lo que agarrarme y llenar el vacío. Allí estaba, sentado en tu sillón frente a aquel pequeño sobre que hacía revolotear frente a mi un halo de esperanza. Esperanza de tenerte, de volver a sentir otra vez algo parecido a ti. Recuerdo el día en que me hablaste por primera vez de ese sobre. Estábamos sentados en el salón, ojeando yo el diario, tú, tus papeles y sin venir a cuento, sin darle más trascendencia, dijiste:

– En el primer cajón de la cómoda hay un sobre. Dentro está la única cosa importante que debes guardar para siempre el día que yo ya no esté.

Y ya está. Nada más. Y yo no respondí, porque no era importante. No era importante porque no era consciente. Consciente de que algún día tu podrías no estar.

En ese momento tenía frente a mí ese sobre. El sobre que me iba a devolver un trocito de ti. El trocito de ti más importante que querías que conservara para siempre. Y lo abrí, y me quedé perplejo. Perplejo al comprobar que el sobre estaba vacío. Y de nuevo el vacío llenó mis ojos de lágrimas.

Aún entre la bruma, mis ojos distinguieron unas letras escritas en el interior de la solapa. Me sequé las lágrimas y leí: RECUERDOS.

Y aquí estoy, mirando al horizonte llenándome de tus recuerdos. Llenándome de ti.

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2 comentarios

  1. 1. Alfonso dice:

    Precioso relato Laia.

    Para mi ha sido un placer que llegara a mis manos para comentarlo.

    Saludos.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 20:23
  2. 2. Frida dice:

    Hola Laia. Coincido con Alfonso, este relato es precioso. Posee tanto sentimiento, tanta soledad contenida. Es poético de principio a fin. Emoción narrada, cuasi cantada. Te mereces un gran aplauso por este bello canto al amor, a la rutina de una vida compartida. Por favor, sigue escribiendo y participa siempre que puedas en el taller. Necesito leer más historias tuyas. Deseo aprender a narrar emociones, el sentimiento humano. Felicidades y te sigo leyendo.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 02:27

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