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La llamada del cartero - por Christine Carcosa

Web: http://christinecarcosa.wordpress.com

Elizabeth estaba sentada en la cocina, con la mirada clavada en el reloj. Las siete de la mañana. En menos de veinte minutos vendría el cartero, y su vida cambiaría para siempre. Iban a escaparse juntos, como en aquellas viejas películas románticas que le gustaban tanto a su madre. No había podido pegar ojo durante la noche anterior, pensando en el contenido de la primera carta anónima. Era una declaración de amor en toda la regla; el cartero (Elizabeth sabía que era el autor de la carta) le había escrito un precioso y algo macabro poema, diciéndole lo guapa que estaba cuando se quitaba la bata justo antes de meterse en la ducha, y lo mucho que brillaba su pelo bajo la luz de la luna cuando dormía. Las sucesivas cartas llegaron cargadas de erotismo. Vale, tal vez el chico fuese un poco rarito, pero nadie se había interesado tanto por ella hasta la fecha, y no iba a desaprovechar la oportunidad de huir de aquel pueblucho de mala muerte.

La siete y veinte. Las mariposas amenazaban con escapar de su frágil estómago, y el cartero no venía. “Seguro que le ha mandado la misma carta a Maggie, esa fresca, la hija del lechero”, pensó, y sus ojos se llenaron de lágrimas. Ya no había marcha atrás. Su madre llevaba una semana encerrada en el dormitorio de arriba, y Elizabeth no había tenido las suficientes agallas para comprobar si seguía viva o no. Le había dejado una botella de agua y un poco de pan antes de encerrarla, pero los gritos cesaron por completo hace un par de noches.¡Y ese maldito hijo de perra seguía sin aparecer!

El timbre sonó con fuerza, como si alguien hubiese apretado el botón con todas sus ganas.

—¡Ya voy, mi amor!— gritó Elizabeth, agarrando la maleta con las manos temblorosas. Estuvo a punto de tropezarse con la alfombra y se agarró a la mesa de la cocina. El sobre de la primera carta salió disparado en dirección al suelo.

Cuando abrió la puerta, el cartero se había esfumado. Elizabeth estaba en el porche, con la boca abierta y los dedos entumecidos por el peso de la maleta. Con el corazón a cien, amenazando con explotar y quedar hecho una gelatina, volvió dentro de la vivienda. El sobre que había tirado sin querer estaba tendido bajo sus pies. Por primera vez se fijó en que no llevaba nada escrito por encima. Elizabeth cogió el sobre con delicadeza y trató de sacar la primera carta de amor, la dulce declaración de un voyeur del que se había enamorado perdidamente.

Un grito aterrador llenó cada rincón de la casa. El sobre estaba vacío.

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5 comentarios

  1. 1. Robert W. Peterson dice:

    Holaaa, pasaba por aquí y he decidido comentar algunos relatos.

    Tu relato me ha gustado, tiene cosas buenas: ritmo, no es de lectura difícil, no resulta pesado, y tiene unos toques de humor que le dan dinamismo.

    Cosas a mejorar: algunas expresiones coloquiales están mal escritas, la puntuación es muy mejorable, me gustaría leer frases un poco más largas y desarrolladas.

    El gran fallo, bajo mi punto de vista, es el final. En mi opinión no acaba de conseguir el efecto buscado. Deja demasiado en el aire.

    Un saludo!

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 13:43
  2. 2. Frida dice:

    Hola Christine. ¡qué relato tan estremecedor! y, no sabría decirte quién es más rarito, si el cartero pervertido, o Elizabeth, que tan gustosamente acepta ser acosada por carta y, a la que no le importa ser observada. A veces, la desgracia y la miseria, hacen que la gente se comporte sin escrúpulos, quizás es lo que a ella le sucede, tras haber crecido en un lugar en el cual no parece haber mucha esperanza y, en el que deduzco, no ha recibido mucho amor maternal, pues sino, no se explica de otra manera el que no sienta remordimientos por encerrar quien sabe, quizás hasta la muerte a la madre. Sinceramente, me ha dado un poco de miedo y me ha resultado perturbador, hasta donde pueden llegar ciertos límites humanos.

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 10:55
  3. 3. Denise dice:

    OH!! Qué sorpresa encontrarte acá! Sigo tu blog desde que te encontré en Falsaria (a donde, por cierto, hace rato que no voy), me encanta tu estilo! El relato es perturbador, realmente no hay personaje que se salve, pero de alguna manera lográste que empatizara con Elizabeth.

    Maestra \m/

    Escrito el 2 noviembre 2015 a las 11:59
  4. 4. Manoli VF dice:

    Hola Christine! Me alegro de encontrarte por aquí también. Tu relato es, como bien te han dicho, perturbador, pero hay algunas cosas a matizar:

    -¿Encerrada la madre una semana con tan sólo una botella y un poco de agua? De acuerdo que el personaje, la chica, puede estar trastornada y hacerlo, pero…¿Y la razón? en ningún momento del texto mencionas por qué. De hecho mencionas a la madre también antes ” aquellas viejas películas románticas que le gustaban tanto a su madre”, o sea que el personaje de la madre está abordado, pero no definido.

    -Tampoco el final queda muy claro. La chica está esperando para fugarse al supuesto galán y no obstante dices que espera sacar del sobre “la primera declaración de amor” no se, queda un poco inconcluso.

    Creo que tendrías que darle una vuelta a relato, contándonos algo más que nos haga entender la psicología del personaje. El ambiente está bien conseguido y los monólogos internos también. Así que el texto bien merece que te detengas un poco más en los detalles.

    Un abrazo.

    Escrito el 4 noviembre 2015 a las 10:08
  5. 5. Wolfdux dice:

    Hola Christine,

    siento haber tardado tanto en pasar a comentarte, ando un poco liado…
    Estoy de acuerdo con los compañeros, el relato es muy perturbador; me ha encantado la frase “lo guapa que estaba cuando se quitaba la bata justo antes de meterse en la ducha”. Por otro lado si que es verdad que mencionas a la madre en dos ocasiones y en ninguna de ellas explicas motivos de por que la encierre en la habitación.
    Respecto al final, he querido deducir que ella estaba mal de la cabeza y que en ningún momento recibió ningún poema del cartero. Que había sido todo producto de su imaginación. Ya que sino, el encontrarse el sobre vacío carece de sentido.

    Un abrazo. ¡Nos leemos!

    Escrito el 4 noviembre 2015 a las 15:35

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