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Garabatos - por Kafka

Garabatos

Me encendí otro cigarrillo. El cenicero de la mesita estaba lleno de colillas. El ambiente era denso y olía a rancio, aunque yo no lo notara. No quería abrir la ventana, el sobre estaba enganchado en una de ellas con cinta adhesiva. Después de casi una semana, aún no lo había abierto.

Ya no me quedaba nada. Nada por lo que luchar, nada por lo que seguir mirando hacia delante. El piso se había quedado vacío, solo yo, un mueble más del mobiliario. Llevaba días sin salir, sin coger el teléfono. ¿Para qué? ¿Por qué siempre nos empeñamos en preocuparnos por los demás? ¿Por qué siempre insistimos? ¿No se puede entender que, quizá, si no te cojo el teléfono es por qué no tengo ganas de dar explicaciones? Explicaciones. Justamente lo que yo no tenía ganas de dar a la gente es lo único que me faltaba a mí.

Ella. Siempre había pensado que ella era especial. Que en su interior algo funcionaba diferente a las demás personas. Pero en su mirada había algo turbio, un reflejo de algo que estaba en el fondo de su interior. Era como si sus ojos fueran un pozo, muy muy profundo donde, por mucho que te esfuerces, nunca alcanzas ver si hay agua en su interior. Aquella oscuridad era inalcanzable para mí. Era otro mundo y yo nunca tuve acceso a él.

Algo dentro de mí sabía que aquel día tenía que llegar en algún momento. Ella me lo demostraba. Cada mirada era una despedida escondida, cada gesto un adiós inconsciente. Yo tenía que entender las señales. Ni siquiera las entendía, simplemente las aceptaba, no quería creerlas. Esa oscuridad que tenía en su interior cada día iba creciendo poco a poco. Era como un líquido denso y viscoso que cada minuto la cubría un poco más, milímetro a milímetro subiendo de nivel. Nunca pude ayudarla. No quiso y yo no supe hacerlo. No me sentía culpable, porque no era mi decisión, ni mi vida. Era su vida, su forma de dibujar su presente y, ¿si ella quería dibujar garabatos, quién era yo para transformarlos en líneas rectas?
Y milímetro a milímetro el líquido viscoso le taponó la boca y luego la nariz. Se ahogaba y no encontraba sitio para respirar. La realidad la asfixiaba completamente, ni siquiera era capaz de continuar con los garabatos.

El último día de su vida, la vi mirar por la ventana antes de irnos a dormir. Y supe que era el final, supe que al día siguiente encontraría su cuerpo inerte, sin vida. Pero lo que los demás no sabían es que su interior ya llevaba tiempo muerto.

Me pasaba el rato mirando el sobre en la ventana. Quería ir y arrancarlo, abrirlo, leerlo, entender. Pero el miedo pesaba tanto dentro de mí que ni siquiera podía levantarme del sofá para intentarlo. Porqué, en el fondo, lo sabía. Yo sabía que no había ninguna explicación dentro del sobre. Sabía que el sobre estaba vacío, vacío como ella. Pero me daba igual, no quería creerlo. Porqué justamente eso era lo que me mantenía mi presente en línea recta.

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1 comentario

  1. 1. grace05 dice:

    ¡Qué bien te sienta el seudónimo!.
    Un texto profundo, muy bien narrado, entre comparaciones y metáforas describís con alto estilo la personalidad de los personajes. Una historia densa y conflictiva con un final, donde el personaje niega la realidad para poder seguir viviendo.
    ¡Excelente relato!!! ¡Te felicito!!!
    Te invito a comentar 194

    Escrito el 29 octubre 2015 a las 21:22

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