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Un destinatario insospechado - por Rolando Cuadrado

Sobre la mesa yacía un sobre, sin nombre de emisor, ni de destinatario. No había direcciones. No había mensaje alguno escrito en ninguna de sus caras. Y el sobre estaba vacío.
La carta que en algún momento contuvo es la siguiente:

No me conoces. No hace falta que me presente. Déjame mejor contarte una historia. Probablemente ya estés al tanto de ella. Pero, aún así, concédeme esta pequeña obra de tautología egocéntrica.
Hace no mucho, una semana quizás, una mujer fue asesinada. El nombre de la víctima probablemente te suene: Karina Ángeles Velázquez. Se ha confirmado que se trataba de una chica argentina de ascendencia española, que se encontraba de intercambio en Madrid. Fue hallada en plena Puerta del Sol, centro turístico de Madrid a unos metros de la estatua del Oso y el Madroño. Nadie está muy seguro de cómo sucedió. Nadie parece haber visto nada; o quizás lo sabían ya de antemano y no hicieron nada para evitarlo, como la historia de García Márquez, ¿sabes?, en la que sencillamente se pasan la pelota y se lavan las manos. ¿Has leído a García Márquez?
De cualquier forma, probablemente sepas todo esto por los noticieros. Empero, ¿sabías que ella estaba próxima a recibirse en sus estudios de medicina? ¿Qué era una chica trabajadora? ¿Qué tenía una relación estable desde hacía cinco años? ¿Qué era devota de su familia y amigos? Algo me dice que ya estabas al tanto de todo esto, que no hacía falta que te lo contara: los medios le han dado amplia cobertura al caso.
A pesar de todo, la policía está perdida. Lo catalogan provisoriamente como femicidio, cual si fuera el paroxismo del odio latente de un hombre hacia las mujeres. Los distintos medios también lo clasifican así. Hoy en día, se cataloga todo lo incatalogable en ello. A los medios les gusta en demasía esa expresión. Femicidio. Es pegajosa. El nuevo fetiche negro de la comunicación de masas.
Mi hipótesis personal difiere de la del femicidio. Te la explicaré más adelante: me interesa profundamente que estés al tanto de ella, pero debo seguir con la historia antes de exponerla. Lamento este desvío del relato. Sin más preámbulo, prosigamos:
La noche del asesinato, la víctima caminaba hacia su casa, sola. Sabemos bien que volvía de lo de su pareja, y también que el novio es inocente. El último momento conocido de la muchacha es saliendo de una estación del metro. Desde ese momento hasta el de su repentina aparición, ya muerta, todo es neblina.
Hasta ahí los hechos.
Aun así, aunque difíciles de registrar, hay antecedentes de este caso a lo largo de Europa: Nicolás Maffei, fue hallado asesinado en Florencia. Otro, Myriam Soltau, en Hamburgo. Lilia Andreau en París y muchos más.
Todos estos casos no parecen tener nada en común. La gente es asesinada en todas partes del mundo, ¿no es así?. No hay nada que conecte un femicidio en España, un asesinato por un robo en Italia, un suicido en Alemania, un accidente automovilístico en Francia. Son crímenes inconexos. No tienen nada en común, salvo el detalle de esta misma inconexión. Es una serie de muertes que se ocultan como azarosas, inmotivadas y discontinuas. Sin embargo, ésta es su conexión: la fachada de la diferencia.
Mi hipótesis es que la muerte de Ángeles Velázquez no fue producto de un femicidio, ni de un robo, ni de un accidente, ni mucho menos de un suicidio. Mi hipótesis es mucho más bruta: se trata de un asesinato pasional. Un asesinato motivado por la pasión de esa esencia misma: el matar. Las líneas que los unen son invisibles, muy sutiles. Prácticamente, crímenes imperceptibles. Irreproductibles, ¿no te parece?
Todas las muertes son azarosas. Pero están. Las conexiones están. Y yo las he estado siguiendo: me han guiado hasta el asesino.
Te escribo esta carta para contártelo: no me interesa ya evitar muertes. La muerte es inevitable para toda vida con vanaglorias de existir. Me interesa castigar. Por eso no detuve al asesino cuando acabó con la vida de Velázquez.
Te escribo esta carta para decirte que sé la identidad del asesino, que lo estoy vigilando. Te escribo para que el asesino sepa que no va a volver a estar solo en este mundo. Y que, cuando menos lo espere, como en este preciso instante, en un momento totalmente azaroso, acabaré con su vida. Así, su muerte también será invisible, sutil, imperceptible. Irreproductible.
Te escribo esta carta para confesarte que sé que el presente lector es el asesino.

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4 comentarios

  1. 1. Leonel Esteban Bracco dice:

    Muy buen relato, genera mucho suspenso la forma en que se relata la carta.
    Aunque en definitiva da muchas descripciones del asesinato de esta chica para al final darle un lugar más secundario, me esperaba que la carta la haya escrito su madre, o algo así. Tampoco nos contás como es que han descubierto al asesino, ni que le hizo unir a estos asesinatos.
    Un abrazo, nos leemos.

    Escrito el 1 noviembre 2015 a las 00:21
  2. 2. Manoli VF dice:

    Hola, Rolando. ¿El lector como artífice de los distintos asesinatos? Por la forma en que está contado, el cierre no cuadra. De buscar esta idea (magnífica, por otra parte) la información tendría que ser más sutil, más surrealista. Pero tú das datos concretos, te pierdes mucho en la vida de la víctima, y la idea, que podria tener un desarrollo interesante, pierde coherencia. Como lectora, no he sentido esa conexión. Pero la idea merece la pena, si repasas la forma de abordarla. Un saludo.

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 20:00
  3. 3. Manoli VF dice:

    Hola Rolando. ¿El lector cono artífice de los asesinatos? No me cuadra. La idea (que por otra parte es magnífica) no cuadra con el desarrollo del relato, por lo que el cierre pierde coherencia. Si tenías en mente esa idea el tono habría de ser mas implicativo pero tú das datos muy concretos, te adentras en la vida de la víctima para al final cargarle ” literalmente” el muerto al lector y acabar aprisa y corriendo. Como lectora no he visto esa implicación que surge de la nada. Pero la idea es buena y merece que la desarrolles un poco más. Un saludo.

    Escrito el 3 noviembre 2015 a las 20:13
  4. 4. beba dice:

    Hola, Rolando:
    ¡Qué increíble! ¡Buena broma! ¡Juro que yo no fui! Y encima me acusan sin pruebas, solo porque tu ignoto escritor de la carta, lo sabe.
    Y bue… así sea. Menos mal que por lo menos está muy bien redactado y no tiene errores de ortografía, puntuación, pobreza de vocabulario, etc, etc. Sólo que es un poco lento y latoso, este detective aficcionado.
    Bueno. No es mala idea. Un buen prólogo para que el sabihondo nos muestre los naipes. Buena suerte.

    Escrito el 12 noviembre 2015 a las 02:39

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