Cookie MonsterEsta web utiliza cookies. Si sigues navegando, entendemos que aceptas las condiciones de uso.

Do you speak english?

¿If you prefer, you can visit the Literautas site in english?

Apuntes, tutoriales, ejercicios, reflexiones y recursos sobre escritura o el arte de contar historias

<< Volver a la lista de textos

Agua que no has de beber, déjala correr - por Leo Lecourbe

Juan y yo estábamos muy contentos de nuestra nueva vida, acabábamos de instalarnos en la ciudad y teníamos todo por descubrir y conocer. Sin embargo, la tranquilidad de esa feliz vida que llevábamos desapareció drásticamente con la llegada de los vecinos del piso de arriba.

Nos los cruzamos por primera vez delante del ascensor. “Buenas noches” les dijimos y sin esperar respuesta nos presentamos educadamente. El señor, alto, de tez rosada y de ojos extremadamente claros, casi blancos, nos miró seriamente. Detrás de él se escondían una mujer con un bebé en brazos y una señora anciana que susurraba unas palabras mientras me miraba a los ojos. Ante la incomodidad de la situación Juan y yo nos cruzamos la mirada y subimos por las escaleras. Los nuevos inquilinos eran una familia de apariencia peculiar y claramente extranjera.

La pesadilla empezó esa misma noche, a las cinco y media de la mañana, con un estruendo que nos despertó de repente. Era el ruido del agua al caer por las canalizaciones del edificio, canalizaciones que tenían más años que el propio edificio. Las tuberías se agitaban sin cesar y ese temblor se propagaba por las paredes e incluso los cristales de las ventanas hacían vibrar el aire. Esa noche no pudimos dormir, ni esa, ni la siguiente, ni la de después.

Después de semanas de cansancio acumulado y a sabiendas que el agua venía del piso de arriba, decidimos intervenir e ir a hablar con los nuevos vecinos. Ese día Juan no pudo acompañarme pero la conversación duró poco. Me recibió la anciana vestida de negro y con una cruz en la mano, parecía haber salido de una tumba. Intenté explicarle el porqué de mi visita y le pedí amablemente que no evitaran hacer ruido por la noche. La señora se indignó y me gritó agitando la cruz con la mano. Volví a casa asustada deseando una respuesta positiva a mi petición. Pero no fue así. Aquella noche el concierto metálico volvió a repetirse, sin cambios y puntual como siempre.

El conflicto fue a más y a más y Juan llegó a discutirse y a amenazar al señor con llamar a la policía si continuaban incumpliendo las normas de la comunidad de vecinos. Habíamos llegado al límite y no sabíamos que hacer. Finalmente, escribimos una carta a uno de nuestros mejores amigos y le explicamos el problema. Le pedimos que se hiciera pasar por policía y que diera un toque de atención a nuestros vecinos.

Acabé de escribir la carta por la noche sentada en la cama y la guardé en un sobre. “Mañana por la mañana, aprovecharé que Juan está de viaje y la enviaré”, pensé. Dejé el sobre encima de la mesita de noche y me quedé dormida, dormida hasta las cinco y media.

Abro los ojos de golpe y me incorporo como si me hubieran clavado un cuchillo en el abdomen. Recorro la habitación con la mirada. La luz blanca de la luna me permite verlo todo con claridad: la puerta, cerrada, enmarca la gabardina de Juan, inmóvil. Fijo la mirada en el sobre de la mesita de noche y con la respiración entrecortada miro la hora de mi reloj de pulsera. Las cinco y media de la noche. Algo va mal. Las tuberías no suenan, el apartamento está completamente en silencio. Cojo el sobre con las manos y lo abro…

El sobre estaba vacío y en lugar de la carta que acababa de escribir, encontré un crucifijo. El objeto perfecto para describir el destino que me esperaba.

¿Te ha gustado esta entrada? Recibe en tu correo los nuevos comentarios que se publiquen.

3 comentarios

  1. 1. Annamanzana dice:

    Es un relato muy original, puedo asegurarte que tras leerlo ya pueden meter el ruido que quieran mis vecinos que no subiría a quejarme. Enhorabuena porque logras transmitir inquietud.

    Escrito el 30 octubre 2015 a las 00:10
  2. 2. beba dice:

    Hola, Leo:
    Un cuento sencillo y bien escrito. Muy bien trabajado para graduar y acrecentar la tensión y culminarla con un giro brusco y ¿trágico? Una historia inesperada después de la buena onda de los dos protagonistas y la correcta imagen de familia de los molestos extranjeros.
    Algunas pequeñas observaciones: “que no dejaran de hacer ruido”(sobra el no). “Llegó a discutirse”, (a discutir).”No sabíamos que hacer”(qué hacer).

    Escrito el 11 noviembre 2015 a las 01:24
  3. 3. grace05 dice:

    Hola, Leo:
    Me gustó mucho tu cuento. Tiene ritmo, es ágil , con vocabulario sencillo que permite la fluidez de la lectura. Muy bueno el increscendo en la tensión, El final sorpresivo deja la intriga de saber más.
    ‘Muy buen relato te felicito!!!
    Te invito a comentar 194

    Escrito el 17 noviembre 2015 a las 23:48

Deja un comentario:

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.