El lápiz mágico - por sorkinde

Cogí la caja, estaba llena de polvo, pero pensó Luis. Estaba en casa de la abuela, hacía poco que había fallecido y quería recoger algunos enseres personales. Esa casa había sido su refugio en la niñez y en la adolescencia. En un principio no supo que hacer con ella, pero quería tomarse un tiempo para ver que era lo mejor. Allí, estaba la vida de Carmen, su abuela. Después de recoger un poco se sentó en el sillón con la caja, decidido a averiguar el contenido. Tenía bastante polvo. Era una caja antigua, de terciopelo y seda. Levantó la tapa, y …. no se lo podía creer…..El lápiz Mágico!!!!!!, soltó una gran carcajada.

Todos los días al salir del colegio iba corriendo hasta la papelería para admirar el escaparate. Lo cambiaban todas las semanas, ponían globos, celofán, carpetas de diferentes colores, bolígrafos preciosos de todas formas y tamaños; amarillos, verdes, azules, con nubes de algodón, corazones, caramelos…Pero el que más me gustaba era El lápiz mágico porque tenía destellos de colores.
Allí pegaba su cara pecosa, a ese cristal que le hacía soñar con mundos imaginarios llenos de color y aventuras.
<<Si yo tuviera un lápiz mágico, me montaría encima y recorrería todo la ciudad, saludaría a las palomas, a los pájaros, y lanzaría destellos de colores a los gorriones de la señora Engracia>.
Se volvió hacia Encarna, la niñera, la miró con ojos suplicantes señalando el Lápiz.
Ella negó con la cabeza. Siempre repetía lo mismo, que no era día de paga.
Según se alejaba del escaparate, unos lagrimones surcaban su rostro. Y al llegar a casa fue corriendo donde su abuela que le esperaba con los brazos abiertos.
Mientras le acunaba, él le contó todo. Le habló del lápiz mágico, que quería uno, y que si esperaba al Domingo quizás otro niño se lo hubiera llevado.
-Bueno cariño, -dijo su abuela mientras le sentaba en su regazo -¿tú quieres ese lápiz?
Luis asintió enérgicamente.
-Bien, -dijo su abuela- en ese caso, esta misma tarde vamos a comprarlo, pero es una pena porque el escaparate ya no será tan bonito y habrá otros niños que se sientan tristes cuando no lo vean. -manifestó la abuela.
Luis se quedó pensativo .
-Lo quiero abuela -dijo poniéndose serio, -es lo que más quiero en la vida.
Al día siguiente fueron a por el lápiz mágico, se lo envolvieron en una caja muy bonita de terciopelo verde, con un lazo de seda a juego. Luis iba todo orgulloso con él en la mano, y sabía que los otros niños le miraban con envidia. Era suyo! Solo jugaría con él, y no se lo dejaría a nadie.
Durante días el lápiz mágico estuvo en su nuevo estuche. Luis lo destapaba para contemplarlo, para luego volverlo a tapar. No jugaba con él, solo lo admiraba, era el juguete más bonito que tenía, y no quería romperlo. Todos las mañanas y todas las noches destapaba la caja y lo contemplaba. A veces lo cogía con mucho cuidado, y lo miraba. Era suyo, nadie más tenía una lápiz mágico. Hasta que poco a poco, se fue olvidado de él, y un buen día la caja de raso pasó al rincón y del rincón al desván, y allí se quedó durante mucho tiempo hasta que alguien lo encontró.