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el lápiz mágico - por daniel lopez husillos

Claudia observaba fijamente su pupitre mientras daba vueltas con los dedos al lápiz a rayas amarillas y negras. Su mente estaba absorta en las cosas que debía hacer después del colegio. Tenía que ir a casa a ayudar a su abuela a dar paseos por el pasillo empujando el taca-taca. Luego tenía clase de solfeo a las seis de la tarde. Una hora horrible de notas y pentagramas. Todo, por el empeño de su madre de estudiar música. Y para terminar el día, una hora de particular para repasar lo estudiado en clase y corregir los deberes del día.
—¿Claudia? —una voz suave interrumpió su pensamientos.— ¿Estás con nosotros? —preguntó la profesora chascando los dedos delante de sus ojos.— Vuelve, que hay cosas interesantes en esa pizarra.
—Si señorita, perdóneme —se disculpó con tono formal.
Cuando la profesora se dio la vuelta, Claudia volvió a centrar su mirada en aquel lápiz que la acompañaba a todas partes. Volvió a darle vueltas y más vueltas mientras oía de fondo la voz pausada de su profesora enumerar los distintos tipos de especies animales que había en la Tierra.
El tono comenzó a ser constante e hipnótico. Las rayas del lápiz empezaron a hacer espirales que entremezclaban los colores. Claudia se incorporó y abrió los ojos sorprendida. Miraba como el lápiz giraba solo sobre el pupitre. Su profesora seguía contando con aburrimiento las características de los mamíferos y el resto de sus compañeras le observaban con los ojos entreabiertos. Algunas parecían tomar apuntes y otras estaban absortas en la pizarra. Todo aquello resultaba muy extraño.
—Sofia —susurrando a su compañera de la derecha.— ¿Ya ves que paranoia el lápiz?
No hizo el amago de mirar ni el pupitre ni a ella, así que le agarró de la manga del uniforme azul, pero Sofía seguía mirando a la profesora. Claudia no se lo podía creer y su cara de sorpresa se tornó en preocupación al ver que no le hacia caso. Se giró a la izquierda.
—¿Marta? —preguntó subiendo el tono de voz.— Mira en mi mesa —le dijo moviéndole el pupitre.— ¿ya ves?¿Me oyes?¿Marta…? —Pero Marta tampoco respondía.
El lápiz giraba loco sobre la mesa y había tirado los papeles de apuntes que tenía junto al estuche de colores que le había regalado su madre. Claudia no podía salir de su asombro. Ni Sofía ni Marta le hacían caso. Parecía que le estaban ignorando a propósito para gastarle algún tipo de broma.
Claudia se estaba poniendo nerviosa. el lápiz no dejaba de moverse y el ruido que estaba sacando empezaba a ser bastante elevado. Se puso de pies y levantó la mano mirando a la profesora.
—Señorita, no sé que le pasa a mi lápiz —dijo con resignación mientras bajaba la vista viendo que el ruido aumentaba progresivamente.— ¿Señorita?
La profesora seguía dibujando en el encerado una tabla de animales diferenciando la alimentación de cada uno de ellos. Claudia se sintió agobiada al ver que tampoco respondía.
—¡Señorita! —gritó con todas sus fuerzas y justo entonces el lápiz comenzó a elevarse sobre la clase, emitiendo un silbido ensordecedor.— ¡¿Alguien me oye?! —Su grito sonaba a desesperado. Su rostro se desencajaba por momentos.
Fue entonces cuando el lápiz parecía coger mucha velocidad y, tras un estallido sordo, fue a clavarse junto a la venta superior de la puerta de clase. Claudia cayó desmayada sobre el suelo.

—¿Claudia? —Una voz suave le traía de vuelta de lo que parecía un sueño o una pesadilla.— Claudia, ¿Estás bien? —Su profesora le miraba a los ojos mientras todas su compañeras le rodeaban con caras de susto.
—¿Qué ha pasado? —preguntó recordando el lápiz girar en el pupitre.
—Me ha dicho Sofía que te has dormido al empezar la clase y te acabas de caer justo cuando sonaba la sirena del recreo —comentó la profesora agarrándole de los brazos para incorporarle en la silla.
—¿En serio? —se cuestiono en voz alta con el rostro desencajado.— ¿En serio que me he dormido? —no se lo podía creer «había sido tan real» pensaba.
Se levantó y el corro de compañeras se deshizo. Claudia estaba bien. Miró a la mesa. El lápiz no estaba allí. Buscó, con las manos temblorosas, dentro del estuche de colores que Marta le acababa de devolver, pero estaba vacío. En el suelo tampoco estaba. Sintió miedo y angustia. no quería mirar a ventana de la puerta…

no miró.

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3 comentarios

  1. 1. Wiccan dice:

    Buenas Daniel,

    Un relato curioso, tengo que reconocer que me pareció un poco previsible, pero aún así el que siembres esa duda al final realmente te hace replantearte si ese hecho extraño no habrá camuflado todo para que creas que ha sido un sueño.
    El desarrollo de la paranoia del “sueño” y las reacciones de la protagonista son muy creibles, casuales dentro de la situación, con lo que eso lo relatas muy bien.
    En cuanto a la forma también muy bien llevada, creo que la narración es muy fluida, con una buena presentación de la acción y el desenlace. La única cosa que se me ocurre comentarte en cuanto a este tema es que al final después de angustia o hay una coma o te faltó la mayuscula del no, igual que en la última frase. Por lo demás todo correcto.
    Gracias por compartirlo.

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 20:19
  2. 2. Andrés Scribani dice:

    De los relatos de este taller que he leído hasta ahora, y que juegan con el tema de lo onírico, éste, sin duda es el que más me gusta.

    Manejas el tema con tal fluidez que hace que parezca fácil. Muy buen trabajo.

    Requiere sólo pequeñas correcciones, que ya se te han resaltado. Hasta una próxima ocasión.

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 00:09
  3. 3. daniel dice:

    gracias por los comentarios. tengo pensado corregir todos los relatos que voy haciendo aquí ayudado por las críticas que recibo.

    muchas gracias de nuevo.

    Escrito el 18 diciembre 2015 a las 20:04

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