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EL LAPIZ MAGICO - por M.M ARIEL

En cierta ocasión las moiras o diosas del destino: Cloto, diosa del nacimiento, Láquesis, diosa del destino y Átropos, diosa de la muerte, fueron invitadas por su padre Zeus a un banquete en el olimpo. Una de esas reuniones para apaciguar la furia de Hera, por las constantes infidelidades del padre de los dioses. Las moiras que gustaban de esas reuniones, se pusieron sus mejores galas y asistieron a la velada.
Cuando las respetadas diosas regresaron a su palacio, Cloto continuó decidiendo quién nacía, e hilando las vidas de los mortales, al tiempo que Átropos decidía quién debía morir y en qué forma, cortando el hilo de la vida con sus terribles tijeras. Entonces se encontraron con un problema: Láquesis tomó una regla y procedió a medir la longitud de uno de los hilos, pero no encontró la pluma para marcar el punto donde Átropos debía cortar.
Durante un rato estuvieron buscando, pero no encontraron la pluma; así que llamaron a sus subalternos y ayudantes, quienes peinaron cada milímetro del palacio, pero tampoco encontraron la pluma extraviada.
Se sentaron entonces las tres diosas a dialogar, y a tratar de dar una solución al problema:
—Ya corté el último hilo que había marcado —dijo Átropos—, puedo seguir cortando hilos a ojo, pero no sé qué suerte correrían los humanos.
—Yo puedo seguir creando e hilando vidas, pero no soy responsable por el tipo de destino que ellos tengan.
La diosa afectada no sabía que decir ni que hacer. Ciertamente la situación era un problema grave: a partir de ese momento a los mortales no se les podría decidir su destino y se podrían volver impredecibles. Finalmente, después de deliberar una eternidad (que para los mortales fueron tres minutos), las moiras decidieron que no debían hacer nada al respecto, y esperar para ver que sucedía.
Algún tiempo después, entre los mortales corrió el rumor de que su destino ya no estaba en manos de los dioses. Por supuesto, esto causó alarma y revuelo entre ellos. Muchos se suicidaron, otros enloquecieron y otros siguieron adelante.
El tiempo pasó, y un buen día, las moiras se percataron de que a un pequeño, pero muy pequeño grupos de hilos, les aparecía una marca como si Láquesis la hubiera hecho. Intrigadas las moiras comenzaron a investigar sin encontrar causa alguna, hasta que en otro banquete ofrecido por Zeus, para enmendar sus errores con su esposa Hera, la diosa Atenea les dijo:
—Es el lápiz mágico. Si. Los humanos han descubierto un lápiz con el que pueden establecer su propio destino.
Después del festín, las moiras ahora si extrañadas por esa situación, fueron directamente donde los hombres a preguntarles quién poseía ese magnífico “lápiz mágico”. Llegaron primero donde un sacerdote de Apolo y le preguntaron, pero su respuesta fue:
—Exquisitas damas, no sé de qué me hablan, yo soy fiel a los dioses, mi vida la he entregado a ellos, y así será hasta mi muerte.
Llegaron a una calle donde un pordiosero, a quién le preguntaron si sabía algo. Su respuesta fue:
—No quiero nada de ustedes, por su culpa ahora mi destino está en manos del resto de los hombres. Hay días en que pruebo alimento, hay otros que no. Es lo único que me importa.
Se aparecieron entonces en una vivienda de propiedad de un hombre muy rico, a quién interrogaron.
—¿Lápiz mágico?, ¿tiene algún valor comercial?, mis riquezas han disminuido a la mitad, debido a los continuos robos de los que he sido víctima. Mis hijos y mi esposa no hacen más sino pedir y pedir; y ni qué decir de los impuestos…
Después de hablar con muchos mortales que no hacían sino quejarse y quejarse, ingresaron a una casa modesta, pero cómoda, donde habitaba un hombre muy sabio, a quién cuestionaron sobre el lápiz mágico. El hombre notando quienes eran, y lo que hacían, dijo:
—¿Creen que soy un hombre que puedo ser guiado hasta un fin no escogido por mí de forma fatal e inevitable?, o ¿creen ustedes que soy un hombre libre de llevar a cabo mis propias acciones?
Las diosas no respondieron. Comprendieron que habían encontrado al lápiz mágico: había mortales que dejaban el destino en manos de los dioses, otros que lo dejaban en manos de los demás mortales, y un pequeño grupo que había tomado el destino en sus propias manos. Desde ese día, las moiras saben de la voluntad del hombre.

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3 comentarios

  1. 1. ortzaize dice:

    todas las historias mitologicas son muy bonitas
    esta con el lapiz como protagonista.
    me parece muy buena.
    me ha entretenido todo la lectura.
    saludos

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 12:43
  2. 2. Janna30 dice:

    Hola M. M. Ariel:

    Es muy buena la trama y me gusta como metes varios personajes en un relato de tan solo 750 palabras, sin que canse al lector, ni moleste, ni se torne confuso. Te felicito.

    En esta línea “…un hombre muy sabio, a quién cuestionaron sobre el lápiz mágico…” la palabra *cuestionaron* está mal empleada, creo que quisiste decir *interrogaron*.

    Saludos!

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 21:57
  3. Me encanta que alguien sea capaz de atreverse a despertar el ligero sueño de los dioses. Yo creo que sin la mitología no tendríamos nada, ni héroes, ni semidioses, ni leyendas. Tienes que evitar las repeticiones de palabras, diosa-dioses, catorce; hombre-s lo usas diez veces, lápiz y destino nueve. Tampoco es creíble las respuestas de Apolo, uno de los dioses más infieles del Olimpo. Lo mejor de todo es el diálogo con el hombre sabio. Un saludo y a por el reto del bosque, el espejo y el mentiroso.

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 12:29

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