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El lápiz mágico - por GAIA

La visita semanal de don Tristán al parque vecinal sirvió para que nuestros pequeños no lloraran tan a menudo.

No lloran como antes ya que sus padres aprendimos a no pegarles injustificadamente gracias al bueno de Tristán De Jesús, “su humilde servidor”, como se nos presentó hace varios meses.

Ese día mi nena sollozaba por las nalgadas que le di frente a todos sus amiguitos.
-Soy una madre impaciente y se me zafa la mano muy a menudo le dije al anciano cuando con sólo su mirada sentí su reclamo.
-Le pegué por ímpetu, lo sé, lo único que hizo fue soltarme la mano. Temo que salga corriendo hacia la avenida y la atropellen.

-Señora, explíquele dulcemente el riesgo que toma con su acción. Háblele con palabras sabias y llenas de cariño, así la nena entenderá.

Cada semana, con su voz afable, reprimía al padre que le pegara o gritara a sus hijos. Con su sabiduría sentimos el despertar a una vida de comportamiento aprendido.

Los críos eran más felices y aun más, nosotros sus progenitores. Don Tristán lo había logrado. De su procedencia nadie sabía y tampoco le preguntamos. El mero hecho de tenerlo en nuestras vidas era una bendición y un detente por si se nos ocurría castigar o pegar a nuestros hijos sin razón.

Al llegar las fiestas navideñas las visitas al parque fueron más a menudo. Ahí estaba él pendiente de todos, protegiendo a los párvulos.

Para Reyes organizamos una merienda y cada niño se disfrazó de pastor, ángel o rey mago, Al abuelo adoptado lo esperamos con ilusión para empezar la actividad y repartir la merienda. Llegó vestido con una túnica blanca y larga. Al preguntarle qué personaje representaba nos contestó: – Soy Herodes. Antes que terminara de hablar, los padres lo miramos con pavor, agarramos a los pequeños alejándonos del hombre sin pensar que podíamos ofenderlo con nuestra actuación.

-Me han rechazado sin dejar tan siquiera que finalice la oración, no se preocupen, nos dijo con voz firme. Veo temor en sus ojos. Soy inofensivo, no estoy trastornado, soy el Herodes que regresa arrepentido. Disfruten de su actividad, bendiciones para todos. Sacó un lápiz del bolsillo de la túnica, dio unos pasos hacia donde me encontraba y mirándome fijamente me lo entregó. Se alejó rápidamente cruzando la avenida entre carros, autobuses y motoras.

Llegué a mi casa avergonzada por no haber detenido a don Tristán. Todavía me pregunto porqué ninguno de nosotros lo paró.

Durante semanas lo esperamos en el parque para disculparnos. Muy a nuestro pesar, no regresó.

Todavía lo busco al lado de un padre regañón. A veces, sólo a veces, me atrevo a acercarme y llamarle la atención aunque no se me da con la misma dulzura que aquel buen hombre lo hacía.

Al lápiz que me regaló no se le parte la punta ni se le gasta la goma y brilla en la oscuridad. Me ha servido para hacer listas, crucigramas, recordatorios y sobre todo; para escribir poemas y esta historia…

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3 comentarios

  1. 1. L.M.Mateo dice:

    Hola Gaia,

    fui una de tus comentaristas, espero que mis sugerencias te sirvieran de ayuda.

    Si te quieres pasar por mi relato, y vapulearlo un poco, es el número 91.

    Un saludo, y ¡a seguir escribiendo!

    Escrito el 29 noviembre 2015 a las 23:21
  2. 2. ortzaize dice:

    tierno cuento de navidad
    y con la enseñanza de que no todas las personas por tener un nombre dificil o un rostro que nos parece verlo mal no nos podemos hacer la pelicula de la persona antes de conocerlo
    somos muy dados a pensar mal antes de que hablen.
    saludos,

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 12:27
  3. 3. Janna30 dice:

    Hola Gaia te felicito, es una historia muy linda y tiene un buen mensaje.

    Escogiste muy bien al narrador, ya que quien mejor para contar la historia que uno de los padres que fueron enseñados por Tristán acerca de la forma de corregir a sus hijos. Que por cierto es un tema que vale la pena tocar.

    Saludos!!

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 22:40

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