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EL LAPIZ MAGICO - por Carlos Carrasquero

Era una mañana fresca y soleada un primero de noviembre, a lo lejos se ve claramente la silueta de una escuela, de madera con árboles frondosos, empiezan a caer los primeros rayos matutinos, los pájaros cantaban, los burros se encaminan con las primeras cargas de pajas para el ganado.

Por ese camino iba el niño Braulio, de escasos 8 años de edad, de buen aspecto, con una mirada firme y alegre reflejada en sus ojos, caminaba al ritmo del modo de vivir de ese lugar, tan pintoresco, pero tan tranquilo y acogedor.

Los padres de Braulio salían todos los días a trabajar y no regresaban sino hasta la entrada de la medianoche, siempre tenían algo que celebrar con sus compañeros y amigos, eran seres dedicados al trabajo y a los compromisos sociales.

Sólo alcanzaban darle el besito de despedida cuando el niño Braulio estaba dormido, y si tenía suerte cenaban juntos algunas veces, donde compartían la mesa para conversar sobre: trabajo, celebraciones, viajes y aspectos relacionados con la proyección profesional de su hijo.

Desde que Braulio tuvo conciencia siempre estuvo sin el afecto que tanto deseaba, el de sus padres, sentir un beso estando despierto, un abrazo, una caricia por la mejilla, tantos deseos no realizados. Sin embargo, el niño encontró un aliado para drenar todas sus emociones.

Estos sentimientos de melancolía, muchas veces de dolor los reflejaba en una libreta, allí escribía cualquier episodio, como aquel cuando celebraban en la escuela el día del abrazo en familia, actividad llevada a cabo para fomentar la unión familiar. Esa mañana, todos los amigos de Braulio estaban orgullosos de estar con sus padres.

Braulio desde hacía un mes les había pasado el comunicado a su padres para que asistieran y lo apoyaran con esa actividad programada por la escuela; incluso la noche anterior le habían dejado una nota comprometiéndose a estar con él. Llegó, el momento de la apertura, la directora del plantel da las primeras palabras de bienvenida a los asistentes, y van nombrando a cada estudiante y la familia que lo representa.

Braulio miraba con frenesí la puerta de acceso al auditorio, muchas veces llegó a confundir a sus padres con otros por la frustración de no verlos llegar. Así pasaron las horas, el reloj marcaba las 10:30 am, cuando se escucha el nombre de Braulio, un silencio se expandió por todo el salón; nuevamente la directora lo menciona por segunda vez.

Braulio se levantó del asiento y bajó la mirada, como buscando fuerzas para mantenerse de pie, y no dejarse ver las lágrimas que brotaban de sus ojos. Reiteradamente en sus pensamientos se repetía, otra vez lo volvieron hacer. Pero, el niño cobró fuerzas para salir corriendo y dejar aquella felicidad no sentida por él. Tanto corrió sin mirar hacia atrás que el agotamiento del esfuerzo lo tumbó en un lugar enmontado por el pasto abundante de esa zona.

Su respiración acelerada, se va normalizando a medida que las lágrimas inundan la tierra, nuevamente sacó fuerzas para limpiar sus ojos; percatándose de un hoyo en el suelo, el cual distrajo su tristeza por la curiosidad de ver que había allí, al observar su interior, encontró un lápiz iluminado por los rayos del sol.

Tomó el lápiz y se dispuso a llegar a su casa para plasmar todos sus sentimientos en el papel, contó todo la historia cargada de dolor y desamparo. A la mañana siguiente, tomó la libreta y leyó lo escrito, mayor asombro cuando el relato había sido modificado, expresándolo en positivo, llenos de felicidad y alegría.

Esa situación, le cambiaba al niño la polaridad de tristeza por felicidad al momento de leer días después lo escrito por él. Tanto es así, que ese relato modificado se hacía realidad en otra oportunidad; por eso ese lápiz representaba algo muy especial para Braulio.

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2 comentarios

  1. 1. T. Arévalo dice:

    Un consejo: vigila el uso de los tiempos verbales. En en primer párrafo cambias del presente al pretérito imperfecto en varias ocasiones, de manera innecesaria.Esto te pasa varias ocasiones.

    Respecto a la historia en si, empieza bien, pero lamento decirte que no ha conseguido atrapar mi interés.

    Estarás conmigo en que el final es muy, muy apresurado. Teniendo en cuenta que no es un hecho sorpresivo, esta muy acelerado.

    Siento mi crítica, pero es sincera y espero humildemente haberte ayudado a mejorar.
    Pásate por mi relato, lo lees y cuentas (podrás vengarte…jeje)
    Un saludo

    https://www.literautas.com/es/taller/textos-escena-29/4377

    Escrito el 29 noviembre 2015 a las 22:49
  2. 2. beba dice:

    Hola, Carlos:
    A mí me parece que tu cuento no termina de definirse para tejer a su alrededor una trama organizada. En realidad hay contrastes intempestivos; la descripción inicial del niño, por ejemplo, da a entender que es un chico feliz y de vida armoniosa; luego todo gira a la ausencia constante de sus padres; hay historia cuando le prometen asistir y no lo hacen; pero el desenlace termina diluido en un “lápiz buenito”; necesita algo sorprendente para que prenda en el lector.
    Salvo el tema del cambio de tiempos verbales, está bien escrito.
    Adelante.

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 21:11

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