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El lápiz mágico - por panda azul

El lápiz mágico
Amor es el nombre con el cual la raza humana disfraza el acto sexual, con ello trata de diferenciarse de aquellos animales que no son capaces de idear operaciones complejas y dejar vestigios de estas—escribí con un destornillador sobre mi escritorio.
Soy quien con pico y pala andaba por el mundo buscando el amor de cuento de hadas, pero…resulté ser un mutante e imbécil soñador, la vida se ha encargado de demostrarme que no existe—le hablaba al destornillador—ahora estoy aquí, hecho un harapo hediondo a odio, tristeza y llanto. ¿Qué sí como bien?—arrimé el destornillador a mi oído—sí. ¿No ve lo musculoso que estoy?—giré sobre mi propio eje— No hago nada más que comer sopa hecha de pasado. Le ahorraré la pregunta. No duermo, para mi da lo mismo día o noche.
— ¡Daniel!—me gritaron luego de tumbar la puerta de mi oficina.
—Te voy a cobrar esa puerta—respondí al grito, mientras le observaba casi recostado en mi silla y con manos detrás de la cabeza.
— ¿Qué pasa contigo?—preguntó molesto a la vez que con sus botas terminaba de quebrar los cristales que estaban esparcidos en el suelo.
—Que pregunta tan pendeja me haces, Sergio. Es obvio lo que me pasa. Estabas ahí ese día. Pero igual, ven siéntate—descombré el sofá.
Durante el último semestre de nuestra carrera de ingeniera electromecánica tú, Chema y yo nos propusimos tener una empresa especializada en dibujo asistido por computadora y somos un éxito financiero.
En el acto académico que bien nos veíamos con esos smokings, la corbata roja resaltaba elegantemente de entre el negro. Si no me equivoco el acto fue como a las dos de la tarde, en lunes, día de hueva. Lo normal en ese entonces era irse de parranda con los amigos y familiares, pero nosotros no podíamos, ya habíamos adquirido nuestro primer compromiso laboral, así que sólo dimos cabida a una serie de fotos y abrazos entre nuestros familiares para de ahí ir casi volando a nuestra pequeña oficina de tres por tres metros que nos rentó la abuela de Chema.
Por nuestro torrente, en esas primeras horas, únicamente fluía la adrenalina mezclada con miedo, si bien los tres éramos muy habilidosos con el software de diseño, el nervio persistía. Todos estábamos consientes de lo importante que era ese trabajo, no comimos ese día hasta terminarlo. Al enviarlo, los tres, nos quedamos pegados al teléfono.
Es indescriptible la euforia que experimentamos al recibir de aquella voz «su trabajo ha sido aceptado por el comité de inversionistas, tienen un contrato con nosotros por tres años.» no lo crearíamos, pero nos abrazábamos y bailábamos de felicidad.
De pronto nos vimos arrollados por llamadas y papeles, ahí nos dimos cuenta de que necesitábamos a alguien para que se hiciera cargo de nuestro desorden.
Salía de la oficina y me encontré a una señora anciana quien me dijo: «esto solucionará tu problema». Quise reír cuando me entregó un lápiz de unos cinco centímetros de largo y con la goma gastada, luego que dejé de examinarlo quise ver por donde se había ido la señora, pero ésta ya no estaba, me sorprendí y un escalofrío recorrió mi espalda, me decía «era muy anciana para que camine tan aprisa y se perdiera»
Sin prestar tanta importancia al evento, al día siguiente fui a la oficina y coloqué el diminuto lápiz sobre el montón de papeles y mágicamente se ordenó todo.

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2 comentarios

  1. 1. A. Pantaleón dice:

    Hola panda!
    Me gusta como escribes aunque con este relato tengo la sensación de estar leyendo párrafos insuficientemente relacionados unos con otros. Saludos

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 15:28
  2. 2. beba dice:

    Hola, Panda:
    Tal como dice Pantaleón, tus párrafos no están suficientemente relacionados entre sí. En realidad, a mí me parece que te equivocaste de texto al enviar; salió la “lluvia de ideas”, en vez del relato trabajado y terminado.

    Escrito el 5 diciembre 2015 a las 02:30

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