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El lápiz mágico - por José Antonio Caudeli

El ambiente, calmo, como de costumbre. Pocas páginas dejándose leer, pocas sillas corriéndose con descuido, pocos estudiantes hurgando entre los pasillos atestados de libros. La biblioteca estaba cada día más solitaria, pero Julián estaba ahí para salvaguardarla.
Su jefe avisó que se iba por un rato y al final no volvió. Después llamó que no se sentía bien, andaba con vómitos y le encargó que cerrara todo. ¿Cómo debía de estar el viejo para abandonar su hábitat natural?
Julián se tomó sus atribuciones en las tres aburridas horas que restaban. En principio, tenía derecho a usar el escritorio del jefe. Con toda esa madera labrada reluciendo caoba, con ese trono aterciopelado como asiento, con esa infinidad de cajones a diestra y siniestra, propios de un puesto de mando. Alguno cerrado con llave guardaría tal vez un secreto oculto del pasado.
Venía leyendo ´´El arte de amar´´ de Erich Fromm, para distraerse. Pensaba en su novia, en inventarle algo nuevo, o algo viejo que de tan olvidado pareciera nuevo. Pero continuaba con esa otra incógnita, por eso tomo la llave del gran cajón. Sabía donde la escondía.
Nada raro adentro. Trató sin embargo de no desordenar. Carpetas muy pulcras con sus inventarios, estadísticas, formularios; una regla gruesa de madera con la que todavía no le había pegado, y un estuche metálico, reluciente. Sin ninguna inscripción.
Demasiado cuidado para un vulgar lápiz negro.
Al primer contacto sintió como un cosquilleo. Describió una hermosa voltereta en el aire al lanzarlo hacia arriba y caer de vuelta en sus manos. Por lo demás, seguía pensando en su novia.
Empezó a escribirle una carta de amor. El lápiz tenía un hermoso trazo y las ideas fluían sin cesar. Esas flores de cariño quedaban plasmadas en el papel con tanta facilidad. Decidió al terminar su trabajo, llevárselo prestado por el fin de semana y probarlo tranquilo en casa. Quería algún día ser escritor, tener una vida idílica, desnudar a las mujeres con el solo roce de su pluma…
La noche no lo sorprendió cansado. Ese lápiz que estaba como mirando la luna junto a la ventana abierta de su cuarto, lo llamaba. Era tomarlo y volar por un mundo hasta entonces desconocido. Surgía una vida plagada de fama, reconocimiento; contando historias increíbles, con personajes tan tiernos emergiendo de la ordinariez. Como él, que ahora se creía todo un escritor.
¿Por qué no escribir más sobre su relación con ese lápiz? Resultaría interesante. Tampoco quería abandonarlo a la soledad de un recóndito cajón de biblioteca. Estuvo tan plácido viajando por los caminos de la imaginación, por los que era llevado casi de las narices, que hasta casi se olvidó de su chica.

Otra vez lunes, de realidad. La pasó bien con el lápiz. Pensó en sustituirlo, pero no existía nada similar a esa genialidad. Renunciar, fugarse a otra ciudad, otro país, donde no lo pudieran encontrar con su tesoro; era una posibilidad extrema.
Apenas entró al salón, ya lo vio sentado delante de su escritorio. Eso no lo esperaba. Mientras se acercaba, con la palma de la mano extendida hacia arriba, el viejo le propinaba una mirada reprobatoria. Seguro ya lo sabía.
—Nadie te dio permiso para hurgar en mis cosas. Esto es MUY grave.
—Perdone, pensaba devolverlo, es que…
— ¿Qué escribiste?
—Sobre mí. Sueños que tengo. —contestó extrañado.
—Tendrás que destruir lo que has escrito o si no te despido. —Tamaño castigo confirmaba la real importancia de ese lápiz. Dejó de buscar en su mochila.
—Pero, quiero ser alguien…
—No serás tú el que escriba. Será una impostura total, serás solo un medio para ese lápiz.
—Seré yo el que esté en el centro de todas las miradas, firmando los autógrafos.
Comenzó a alejarse lentamente. El viejo pretendió darle alcance pero no pudo siquiera correr bien la silla al pararse. Estaba perdido.
Pasaron varios años y ese muchacho se convirtió en un famoso escritor de novelas románticas, muy respetado. Que viaja por el mundo dando infinidad de conferencias. Enseñando sobre todo a los más jóvenes que desean iniciarse en este difícil arte de la escritura, que la tarea es ardua pero no imposible.
Y el lápiz vive en él, y su punta parece no acabarse jamás.

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5 comentarios

  1. 1. Sara Sarutte dice:

    Hola Josè, al comienzo me encantò el relato, la descripciòn de la biblioteca e incluso lleguè a imaginar al jefe ausente.
    Luego me parece que la narraciòn tuvo una recaìda, desde donde dice ¨Otra vez lunes” en adelante. El final no me gustò, no me parece respetable la idea de querer ser escritor para ser famoso ni mucho menos dar conferencias sobre la escritura si esta es con un làpiz màgico. Si el final fuera otro lo dosfrutarìa màs.

    Saludos

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 14:15
  2. 2. Dante dice:

    Hola José Antonio! He sido uno de tus comentaristas anónimos.

    Espero que los compañeros puedan leer tu relato, disfrutarlo y dejar sus constructivos aportes.

    Por mi parte, quería volver a felicitarte por habernos dedicado, a través de Julián, un homenaje a todos los que participamos de Literautas y a los autores (no sólo escritores) en general. Ese lápiz mágico ha sido el vehículo de una interesante metáfora que nos concierne a todos y se actualiza cada vez que decidimos participar de este riquísimo taller.

    Nos seguimos leyendo.

    Saludos.

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 20:40
  3. 3. Jose Caudeli dice:

    Gracias por los comentarios. En cuanto al contenido del relato solo pretendia resaltar que como todo arte la literatura es un acto verdaderamente sentido desde el corazon, que a algunos les sale bien hacer de esto un negocio, pueden entretenernos, pero no nos hacen gozar.
    De todos modos admito que se me dió por ser moralista en este relato y que es algo de lo cual tengo que huir.

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 23:37
  4. 4. Wiccan dice:

    Buenas José Antonio,
    Antes de nada, gracias por leer mi relato y por tus comentarios.
    El tuyo me parece un relato interesante, coincido con otros comentaristas en que creas muy bien la ambientación, tanto la de los lugares en el caso de la biblioteca como la de los sentimientos del protagonista en sus ensoñaciones de ser escritor.
    El relato me gustó gracias a esa ambientación que está muy conseguida pero no me terminó de convencer el final, aunque no porque sea moralista o porque presente al protagonista como interesado. Al terminar de leerlo, lo que me transmitió el relato era que el protagonista había encontrado un lápiz mágico que ayudaba a escribir a quien lo tenía pero que, a modo de anillo en El señor de los anillos, también provocaba que el que lo usa se obsesione con él (se dice que se olvidó de su chica, que quiere escribir sobre su relación con el lápiz, el bibliotecario le dice que será un medio). Si ese es el caso, me hubiera gustado que en ese desenlace se hiciese alguna mención a esa situación del protagonista ante el lápiz (por ejemplo, es desgraciado en su éxito porque sabe que no es suyo pero el lápiz no le permite dejarlo, es feliz a pesar de no tener talento porque ha conseguido lo que quiere y se alegra de tener el lápiz, etc…). Creo que le daría un cierre con mucha más carga dramatica a la historia.
    En cuanto a la forma, creo que está bien escrito, hay algunas cosas que me suenan raras pero creo que es porque somos de diferentes sitios y se dicen así. Cambiaría alguna cosilla, por ejemplo, los signos de interrogación del segundo párrafo los pondría de exclamación; cuando se dice “el viejo le propinaba una mirada” creo que quedaría mejor “propinó” o modificar el verbo, me parece que un verbo que indica una acción brusca en ese tiempo verbal continuado es raro. Por lo demás creo que está muy bien.
    Gracias por compartirlo!!

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 21:43
  5. 5. Jose Caudeli dice:

    Gracias por los comentarios Wiccan, sos un genio. Debo reconocer que los poderes del lapiz son como una mezcla de imaginacion e iluminacion divina, que he plasmado en forma vaga, atendiendo un poco a la poetica del momento.
    Por eso alguna aseveracion posterior no tiene tanto fundamento.

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 23:52

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