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El lápiz mágico - por Lalaith

Web: http://incompletas.blogspot.com

La caja seguía en el mismo sitio en que la había guardado tanto tiempo atrás: encima del armario. Wilma la cogió con cuidado, apartó la sábana que la cubría y se quedó unos minutos mirándola extasiada. La caja en sí no tenía nada de particular, y a pesar de ello, los ojos de Wilma empezaron a empañarse inmediatamente. Cuando por fin la abrió, los objetos que allí había le hicieron sentirse tremendamente dichosa y triste al mismo tiempo. Un pañuelo de seda con una letra D mayúscula bordada, varias fotografías, un par de entradas de cine y, debajo de todo ello, algo de lo que Wilma se había olvidado por completo y que le hizo llorar con más fuerza, aún sintiendo la misma mezcla de alegría y pesar: su lápiz mágico.

Dos décadas atrás, en una lluviosa mañana de septiembre, Wilma se había despertado atemorizada sólo para darse cuenta de que la verdadera pesadilla estaba a punto de comenzar: era su primer día de colegio. Siempre había sido una niña muy introvertida y, a sus 4 años, sus pocos amigos eran imaginarios y pensar en que pronto se encontraría en una habitación llena de niños extraños le llenaba de terror. Tras varias semanas discutiendo con su madre le había quedado claro que no había escapatoria posible, así que se había pasado los últimos días angustiada.

En esas cavilaciones se encontraba cuando golpearon la puerta y, acto seguido, apareció su abuelo. Wilma sintió un alivio inmediato: la presencia de su abuelo siempre conseguía tranquilizarla, sentía que teniéndolo a su lado no había nada que temer. Su abuelo se sentó en la cama, a su lado, y puso su voz misteriosa para contarle un secreto. Wilma, olvidando temporalmente su gran drama, se le acercó con una curiosidad irresistible.

“Sé que tienes miedo de ir al colegio” – empezó a decir su abuelo, aún en su voz misteriosa – “pero yo tengo la solución”. Su sonrisa se agrandó y, con gran parsimonia, dirigió sus manos al bolsillo izquierdo del pantalón. Wilma las miraba con gran impaciencia. Cuando emergieron del bolsillo, sostenían algo que a Wilma no le pareció nada extraordinario: un lápiz. “Éste es un lápiz mágico. A mí me lo dio mi abuelo cuando tenía tu edad, porque yo también tenía miedo”. Wilma escuchó atónita estas últimas palabras: no podia imaginar a su abuelo, que ella tenía por la persona más valiente del planeta, sintiendo temor. Pero siguió escuchando. “Cada vez que tengas miedo, lo único que tienes que hacer es coger este lápiz y escribir en una hoja en blanco cómo te quieres sentir para dejar de tenerlo”. Wilma le miró algo confusa, y el abuelo continuó su explicación. “Por ejemplo, ahora, ¿qué te hace falta para dejar de tener miedo? Mmmmm… yo diría que te hace falta ser valiente. Entonces, tienes que escribir en una hoja la palabra “valiente”. Escribe sólo una o dos palabras cada vez, porque sólo existe un lápiz mágico y una vez que lo gastes, no podrás usarlo más”. Estas últimas palabras acabaron de convencer a Wilma, que de repente se sentía afortunada e importante al saberse poseedora del único lápiz mágico del mundo. Ante la atenta mirada de su abuelo, sacó un folio del cajón de su pupitre y, en su alborotada caligrafía, escribió: “valiente”. Se sintió mejor al instante: más segura de sí misma, con más confianza. De repente, la idea de ir al colegio no le pareció tan terrible, y una vez allí se dio cuenta de que sus temores eran infundados: se lo pasó bien, le gusto su señorita, jugó con sus nuevos compañeros, y regresó a casa animada y con ganas de volver al día siguiente.

Wilma pasó los siguientes 3 o 4 años utilizando el lápiz mágico cada vez que sentía angustia, temor, vergüenza o pánico ante alguna situación. Con el tiempo, quizá con la inconsciente certeza de que el lápiz no era más que un inocente instrumento para afianzar su autoestima, dejó de usarlo y simplemente lo olvidó. Ahora, sentada en la misma cama, aún de luto tras el funeral, se daba cuenta de la gran ayuda que le había brindado su querido abuelo Daniel: le había ayudado a enfrentarse a sus miedos para crecer como persona.

Sentada en su cama de niña, en el mismo sitio desde el que su abuelo le contó la historia del lápiz mágico, Wilma se dejó llevar por la emoción y lloró hasta que no le quedaron más lágrimas.

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7 comentarios

  1. 1. Ian pellicer dice:

    Me costo trabajo pero lo encontré jeje
    Hola yo soy una de los que califico tu relato, debo decir que de los tres que revise el tuyo fue el que más me gustó.
    Espero y lo que te comente haya sido de tu agrado.
    Cualquier cosa que desees comentar estoy para servirte.
    Saludos

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 17:34
  2. 2. Ian pellicer dice:

    Uno… Quise decir de los que te califico jeje sorry

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 17:35
  3. 3. Dan D'Ors dice:

    Hola Lalaith,
    bonito relato, la verdad. Me ha gustado mucho el hecho de que el lápiz no sea verdaderamente mágico. De los relatos que llevo leídos hasta ahora como la mitad han optado por dotar de verdadera magia a sus lápices y la otra mitad han decidido que sean las circunstancias las que los hacen especiales.
    En cuanto a la forma, en general el relato está muy cuidado pero he localizado un “gustó” que ha perdido la tilde y al principio del relato una coma que se ha cambiado de lado en “y, a pesar de ello”. Por lo demás creo que todo está bien.
    En cuanto al contenido en sí, relatas una escena que se habrá repetido mil veces a lo largo del tiempo. Los abuelos pueden ser una fuente inagotable de historias y sabiduría y son unos artífices estupendos para entregar lápices mágicos como legado. La forma de describir la magia me parece muy acertada y el elegir como narradora a la niña ya crecida el día del funeral de su abuelo le da un toquecito que queda muy bien. Espero que al final Wilma honrara a su abuelo y se acordara de escribir “alegre” y “con fuerzas renovadas” antes de volver a aparcar su lápiz de nuevo 😉
    Gracias por compartir tu trabajo y enhorabuena por el relato.
    ¡Nos leemos!

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 06:55
  4. 4. Lalaith dice:

    Gracias a los dos por los comentarios 🙂

    Ha sido la primera vez que participo en el taller y me ha gustado mucho la experiencia. Los comentarios que recibí de mi relato me alegraron mucho, ya que en general decían cosas muy buenas. Y las cosas que mencionaron que podía mejorar me resultaron muy útiles y las tendré en cuenta en el futuro.

    Saludos!

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 20:50
  5. 5. Luis Ponce dice:

    Hola Lalaith, bienvenida.
    Gracias por pasar por mi relato.
    El tuyo me ha gustado mucho por su fácil lectura y el ritmo y sentimiento que le has puesto, me parece bien escrito, y los recuerdos de la niñez de Wilma están plasmados con aire infantil.
    Es una lección de vida, y los sentimientos positivos que transmite permiten valorar aún más tu trabajo.
    Me ha gustado leerte.
    Saludos.

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 22:15
  6. 6. Pierina dice:

    Hola!

    Qué bonita historia! Los abuelos siempre están ahí para darnos ese toque extra de mimos, cariños y en cierta manera de magia. Lo veo todos los días con mi madre y mi sobrino…
    Muchas gracias por compartir tu historia, está muy bien escrita y logras transmitir mucho en pocas palabras!
    Felicitaciones y bienvenida!

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 06:33
  7. 7. Lionel Muñoz dice:

    Gracias por leer mi relato y comentarlo Lalaith.
    Me gustó tu idea de “Lápiz Mágico” y está muy bien lograda en el texto. Es una historia que entretiene y no noté errores. Sí me llamó un poco la atención los diálogos. Tal vez quedarían mejor utilizando la raya de diálogo. Nada más.
    Saludos

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 21:10

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