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El lápiz mágico - por Alejandro Bon

Era una tarde plateada como tantas otras; el sol palidecía entre nubes de plomo. Mi vieja acababa de recoger, habíamos almorzado. Yo hacía lugar para que mi viejo se sentara a trabajar como cada tarde en la mesa circular de fórmica rojiza que él mismo había fabricado. Mientras él dibujaba yo lo observaba. Con un lápiz rojo, ancho por un lado y angosto por el otro; con una mina gruesa, casi como la pequeña rama de un olivo, mi papá dibujaba sobre papel o sobre madera. Hacía tres o cuatro garabatos; firuletes o rayones y anotaciones con números. Luego deslizaba su lápiz, rojo, en su oreja izquierda, tomaba los dibujos, las maderas, y cruzando una sencilla puerta placa aparecía en una gigantesca carpintería que hoy, ya adulto, no me parece tan grande. Entonces, aquello era magistral. Los olores me invadían; a pegamento, a fórmica barata, a todo tipo de maderas; a roble, a ébano…el aserrín en el suelo con el que se formaba un pequeño montículo al pie de la sierra, suficiente para que jugara a los soldaditos. ¡Cuántos soldados debo haber perdido en esas batallas! Luego, una carretilla se llevaba los cuerpos ocultos en el aserrín. No se veían, pero yo sabía que estaban allí.

Por la tarde, todo lo que mi viejo había dibujado cobraba forma en sus diferentes estilos y tipos de maderas. En contadas ocasiones mis amigos, en el colegio me hacían pedidos. Yo les había contado que mi padre tenía un lápiz mágico que convertía todo en madera. Al otro día me aparecía con aviones, animales, armas de guerra o juegos diversos. El buen trato se lo debía a mi padre y su rojo lápiz que llevaba grabadas sus iniciales.

Un día, al volver de clases, mi madre hablaba con unos señores a la vez que lloraba. En aquel momento no lo supe; luego escuché en el barrio que a mi viejo se lo habían llevado los militares. Muchos años, creí que el dueño del don de hacer realidad mis sueños en madera, había caído en combate en alguna guerra perdida. Porque no me explicaba su ausencia sin avisarme. Mi madre vendió la carpintería a uno de los empleados que me dejó bien claro que me daría trabajo cuando mayor, si así lo creía necesario. Ese hombre, de alguna manera sentía la necesidad de pagarle a mi viejo lo que consideraba debido.

Los años son como un conjunto de engranajes que giran sin pedir permiso y sin lubricación alguna. Mis días en la carpintería son amenos. Aprendí el oficio, sin embargo, no creo tener el talento de aquel hombre que fuera mi padre.

Era una tarde plateada como tantas otras; el sol palidecía entre nubes de plomo. Mi vieja acababa de recoger, habíamos almorzado. Me hacía lugar a mí mismo en esa mesa circular de fórmica rojiza, ya gastada. Hacía mis cuentas; notaba, otra vez, que no llegaríamos a fin de mes. La secuencia de la mesa había cambiado, como habían cambiado sus personajes a su alrededor. Pero sentarme en ella cada tarde me traía recuerdos imborrables que se manchaban de odio por momentos. Rompí así, en uno de esos pasajes tenebrosos, la punta de un lápiz cualquiera mientras mi hijo me observaba. Nos miramos los dos ante un bloque de silencio. Él me preguntaría con su mirada algo que yo no podía responderle. No sé en qué lapso de ese universo infinito pasó mi vieja desde la cocina a su habitación. Sentimos ruidos de arrastrar madera sobre madera. Al volver, ella dejó sobre la mesa, entre nosotros, un lápiz rojo, ancho por un lado y angosto por el otro; con una mina gruesa, casi como la pequeña rama de un olivo, y con unas iniciales grabadas. Mi hijo lo miró mientras yo lo tomaba. —Hijo, este lápiz es mágico. —Le dije—, lo que dibujemos, se convertirá en madera. Corrió por la casa hasta dar con un trozo de papel cualquiera. Dibujó algo; tomé el papel, lo miré a los ojos. ¡Ahora regreso! —le exclamé. Agitado, traspasé la sencilla puerta placa, crucé la vieja carpintería sin reparar en mucho más, sin embargo, esta vez aquel galpón me pareció inmenso. Puse el papel sobre un corte, marqué el dibujo con el mismo lápiz que volví a mirar…me detuve en sus iniciales y encendí la sierra…

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12 comentarios

  1. 1. beba dice:

    Hola, Alejandro:
    La situación social de tu cuento es similar a la del mío. Me encantó tu historia y tu manejo narrativo. Tanto que dejaré qué alguie más imparcial se meta con alguna pelusita criticable; la belleza de las imágenes y la tensión emotiva no permiten fijarse en nimiedades.
    Me emocioné con tu comentario ;me sentí “hermanada”; sabemos lo que hemos vivido. Muchas gracias.
    El cuento completo está en mi blog:http://ahorayodigo.blogspot.com.ar/2015/11/el-lapiz-magico-y-la-vida.html.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 01:08
  2. 2. Luis Ponce dice:

    Alejandro: me uno a Beba, prefiero no tocar tu narración, cualquier cosa que te diga puede romper el encanto logrado. Gracias por escribirlo.
    El rizar el rizo, al principio y al final a pesar de parecer banal y repetitivo le da un aire de realidad irrefutable.
    Me ha encantado.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 04:17
  3. 3. Alejandro Bon dice:

    Gracias a ambos por los dichos. Pero por favor, corregidme la parte técnica o estructural, de diálogo, etc. Es lo que necesito. Yo no lo hago con vosotros porque no tengo tanto margen de acierto. Por eso sólo me remito a lo que me ha maravillado, lo que no o dejo ver cierta incertidumbre sobre los personajes.

    Gracias! Saludos!

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 13:19
  4. 4. Frida dice:

    Hola Alejandro, antes de nada darte las gracias por haberte pasado por mi relato y tu bello comentario.

    Lo cierto es que en tu texto se respira magia, la magia infantil mezclada con la magia de la vida,aliñado todo ello con un toque de esperanza. Es un hermoso relato sobre la familia y los sueños que un día poblaron a un niño. Tu relato me transportó a mi niñez, pues mi abuelo tenía un lápiz rojo de similares características, que afilaba con un cuhillo y que se lo metía tras la oreja, creía que el abuelo era capaz de crear tan sólo armado con un lápiz, mientras yo jugaba con las virutas que caían de la madera.

    Estoy de acuerdo con Luís Ponce, en que el comenzar y acabar con la misma escena, al principio parece una reiteración, pero en cuanto vas avanzando, te das cuenta de que es necesario, que en ello reside la magia del texto, en repetir a otra generación lo que un día se vivió.

    Por decirte algo negativo, la verdad es que me sonó bastante mal lo de fórnica, pues siempre escuché llamarlo fornica, aunque luego busqué y me encontré con que también es correcto escribirla así, aun así, sigue sin sonarme muy bien y me rompió un poco la magia.

    Felicidades por este estupendo relato.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 15:17
  5. 5. Alejandro Bon dice:

    Hola Frida,

    Hermosas palabras. Gracias. Es lo que he intentado transmitir con lo poco que he conseguido hasta ahora.

    Fornica: Me has asustado al principio, jajaja, luego reparé en que lo había escrito bien, y es Fórmica, con M y no Fórnica o Fornica de aquello, jajaja.

    No sé en España, pero en Argentina la fórmica es una lámina prefabricada de simil madera que se pega (con pegamento de alto impacto como la marca Poxiran)sobre una madera más cutre.

    Era muy común aquello en los años 70s.

    Saludos y gracias nuevamente.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 17:40
  6. 6. Frida dice:

    Lo siento, quería decir formica, no sé porqué se me fue tanto la cabeza. ¡Qué vergüenza!. Sí sé lo que es, he visto cocinas que tienen formica en vez de mármol.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 17:52
  7. 7. Fabián dice:

    Que bien te expresas, te ha quedado un relato muy bonito y muy fácil de entender.
    Haces prácticamente lo que quieres con las palabras, muy chulo.

    Solo tengo unas pocas observaciones:

    •En la frase que empieza: “Con un lápiz rojo, ancho por un lado y angosto por el otro…”, creo que quedaría mejor si empezase por el final, así:

    “Mi papá dibujaba sobre papel o madera, con un lápiz rojo, ancho por un lado y angosto por el otro; con una mina gruesa, casi como la pequeña rama de un olivo…”

    •”Muchos años, creí que…”
    Creo que le falta un “durante” al principio de la frase.

    •”…había caído en combate en alguna guerra perdida. Porque no me explicaba…”
    Creo que un punto y coma daría menor sensación de interrupción en la frase que el punto y seguido.

    •”La secuencia de la mesa había cambiado, como habían cambiado sus personajes a su alrededor…”
    Creo que quedaría mejor así:

    “La secuencia de la mesa había cambiado, como habían cambiado las personas a su alrededor”. Te evitas repetir el “su”, y cambias “personajes” por “personas”, que creo que encaja mejor.

    •Los diálogos de los personajes deberían de empezar en su propio párrafo:
    “Mi hijo lo miró mientras yo lo tomaba.
    —Hijo, este lápiz es mágico —le dije—. Lo que dibujemos, se convertirá en madera. Corrió por la casa hasta dar con un trozo de papel cualquiera. Dibujó algo; tomé el papel, lo miré a los ojos. ¡Ahora regreso! —le exclamé. Agitado, traspasé la sencilla puerta.”

    Escrito el 1 diciembre 2015 a las 15:49
  8. 8. Alejandro Bon dice:

    Fabian, gracias por tus palabras y por tus correcciones, las tomaré en cuenta para cuando decida volver sobre este relato que tenía más palabras que no cabían por las normas estipuladas para participar.

    No recuerdo si leí tu relato, luego me fijo y te leo sino. Gracias nuevamente.
    Saludos

    Escrito el 2 diciembre 2015 a las 21:16
  9. 9. Wiccan dice:

    Buenas Alejandro,
    Ante todo muchas gracias por pasar por mi relato y tus animos.
    El tuyo me ha gustado mucho, desprende una emoción muy auténtica, y personalmente me encantan las historias de personajes en diferentes épocas de su vida, con lo que la contraposición de la imagen de la mesa en el pasado y el presente me ha parecido fabulosa. Y esa madre que parece que no está, pero tiene la delicadeza de guardar el lápiz hasta que sabe que su hijo lo necesita, genial. Muy buen trabajo.
    En cuanto al apartado formal lo que más me llamó la atención sería lo de los diálogos, que en ese caso en concreto creo que seria mejor separarlos. Hay algunas palabras que me sonaron raras (aserrin, puerta placa) pero las he buscado y son correctas, lo que pasa es que yo estoy más acostumbrado a otras. Y cuando se dice “cuatro garabatos; firuletes o rayones y anotaciones”, me pareció que eran demasiados nombres, un poco excesivo, aunque seguramente es más gusto mío que otra cosa. Te invito a que si comentas algún otro relato mío me digas todo lo que creas que puede mejorarse desde tu punto de vista, de inexperto a inexperto, probablemente puedas ayudarme igual o más que otros.
    Muchas gracias por compartirlo!!!

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 21:00
  10. 10. Alejandro Bon dice:

    Wican, gracias por pasarte y comentar.

    Has descifrado el papel de la madre como lo tenía en mi cabeza. Eso quiere decir que lo supe plasmar como quería y con las palabras que yo quería, y mejor…lo supe comunicar aunque sea a un lector. Cuando conectas con el lector es cuando se produce la magia. Cuando cobras por las ventas es cuando cambias el coche, comes y pagas las cuentas. Pero nosotros podemos vivir sin ello, a que sí! jajaja

    Cuenta conmigo…nos leemos!

    Escrito el 4 diciembre 2015 a las 15:46
  11. 11. Fernando Caporal dice:

    Hola Alejandro, he leído tu relato, y al igual que el de Beba, me ha parecido simplemente maravilloso. La carga emotiva que tiene es estremecedora, la forma de mostrar gráficamente cada escena, la montaña de aserrín como escenario de los soldaditos, es simplemente genial. Me gusto mucho también la manera en que volvés a mostrar la misma escena de tu padre pero con tu hijo, y en sí misma, es sumamente emotiva.
    Gracias por este maravilloso relato.
    Sl2

    Escrito el 12 diciembre 2015 a las 01:08
  12. 12. Christian Joseph White dice:

    ¡Qué decir…! Un relato tremendo. La fuerza de tu prosa y tu manejo de la narrativa han creado una historia cargada de nostalgia y emotividad. Tienes una habilidad excepcional para ello. Y el trasfondo, me ha tocado profundamente. Yo también vivo en Argentina y conozco sus varios gobiernos de facto y los crimenes perpetrados. Ha sido un grato placer leer un relato tan sugerente y sentimental. ¡Felicitaciones!

    Nos vemos, compañero. Hasta la próxima 😉

    Escrito el 13 diciembre 2015 a las 19:14

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