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EL LÁPIZ MÁGICO - por Trescatorce

Web: http://www.trescatorcedreams.blogspot.com

Jugueteaba con el cable del teléfono mientras hablaba. Pasaba los dedos siguiendo la espiral eterna de los muelles de aquel aparato antiguo. Tan antiguo como su propia abuela. Balanceaba las piernas, que colgaban del taburete. Y resoplaba sin hacer ruido. Esa era la parte más importante, no hacer ruido.
De vez en cuando, y para no tener que aguantar más charla, intervenía.
– Sí, mamá. Claro, mamá.
Pero eso lo que hacía era alentar a su madre, que inquieta y nerviosa por no poder estar con ella, la martilleaba a órdenes, a pórtates bien y no des guerra a la abuela. Un machaque constante incentivado por la culpabilidad. Era el primer verano, en sus catorce años, que lo pasaba sin su madre. El primero desde el divorcio.
– Sí, mamá, como bien, mamá.
Las manos, cansadas ya de seguir los bucles, rebuscaron en el mueble del teléfono, junto al que estaba sentada. Allí encontró papel, y atendiendo ahora a la búsqueda, tras unos segundos eternos en los que su madre le estaba contando el calor que hacía allí y que se alegraba de que ella pudiera disfrutar del fresco del pueblo, por fin lo encontró. El lápiz.
– Sí, mamá, hace mucho calor. Aquí por la noche no, tengo que dormir arropada.
Se puso a dibujar distraídamente. Primero un garabato, luego una flor.
– Sí, mamá, me abrigo. Sí, el plumas si hace falta. No, mamá, no estoy siendo insolente…
Cinco pétalos, un pequeño tallo, y una hoja en el tallo. Le estaba dando sombra a los pétalos cuando sintió el calor. Emanaba del lápiz, un calor envolvente, calentaba sin quemar. Miró detenidamente el pequeño cilindro de madera, y no le vio nada extraño. Se encogió de hombros, como queriendo quitar importancia a una tontería, y continuó con su dibujo.
– Sí, mamá, lo paso bien. No, aún no tengo amigos, pero no me hacen falta. Ya lo sé, mamá.
Terminó de darle sombra a los tallos y se dispuso a darle profundidad a la hoja. Luego comenzó a hacer pequeñas rosas, un rosal entero que ocupaba ya media hoja.
– Vale, mamá, un beso. Sí, yo también – suspiró mirando al techo – .Sí, claro que puedo decirlo, mamá. Te quiero.
Colgó y aún se entretuvo un rato con su rosal. Total, no tenía nada mejor que hacer. Su abuela estaba trabajando en el huerto, y a ella eso de mancharse las manos de tierra no le iba nada. Le puso pequeñas espinas a su rosal.
Apoyó la mano sobre el folio, para sujetarlo mientras atacaba una esquina con una telaraña, y enseguida la retiró, con una pequeña exclamación de sorpresa y dolor. Se miró la palma y ahí lo vio, una pequeña gota de sangre. Se había pinchado con algo.
Examinó su folio más de cerca, y al moverlo a contra luz, un reflejo de color rojo le deslumbró. Pasó la mano por encima y tiró el folio al suelo al volver a pincharse. Desde el suelo, haces de luz de colores brotaron e inundaron la sala.
Paralizada por la impresión, pudo ver cómo de un simple folio estaba brotando el rosal que ella misma había dibujado. Las rosas crecían pequeñas y deformes, nunca se le había dado bien dibujar, y ahora más que nunca lo estaba comprobando.
La otra flor también surgió, con una hoja verde, perfecta en su simetría, colgando de un tallo imposible de tan fino. Las hojas, de un morado oscuro, destilaban pequeñas gotas de color allí donde el trazo del lápiz había sido más grueso.
Miró el lápiz, atónita. Era normal y corriente, el que te encuentras en cualquier papelería, naranja con rayas negras. Nada en él sugería que fuera especial.
Seguro que estaba soñando. Para comprobarlo, se pincharía con el lápiz en la mano. Si sentía dolor, estaba despierta, pero seguro que al parpadear desaparecería el rosal que seguía creciendo ante ella.
Antes de que la punta de grafito pudiera tocar su piel, sintió cómo alguien le arrebataba el lapicero de las manos. Miró casi sin ver a su abuela con un mohín de preocupación en los labios.
– Creí que lo había guardado a buen recaudo. Desde luego – miró el cajón abierto – en este cajón no estaba.
Revolvió el contenido para, al instante, mostrar triunfante una goma de borrar. Se agachó y la pasó por el folio.
– Reina, menos mal que no te ha dado por dibujar un monstruo. – Sonrió.
Guardó el lápiz y nunca más volvió a hablar de él.

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4 comentarios

  1. 1. Manoli VF dice:

    ¡Caramba, Trescatorce! ¡Qué imaginación, y qué bien llevado!
    MUY MUY BUENO. Me ha atrapado desde el principio, una redacción impecable y una forma de narrar que atrapa al lector. Describes a la perfección la escena del teléfono y la apatía de la protagonista a la vez que su increíble sorpresa final.

    Únicamente le pongo un pero: que el relato finalice cuando empieza la magia…¿De dónde había salido ese lápiz? ¿Qué pasa a continuación? En fin…es un acierto la frase de la abuela: menos mal que la chica no dibujó un monstruo. Fabuloso texto.

    Enhorabuena. Te invito a leer el mío (80) y darme tu opinión. Un saludo.

    Escrito el 30 noviembre 2015 a las 11:39
  2. 2. Trescatorce dice:

    Muchísimas gracias! La verdad es que me quedé sin palabras, 750 dan muy poco para algunas historias. Y preferí dejar el misterio abierto… Espero retomarlo y darle una oportunidad a la historia a ver que sale.
    Saludos!

    Escrito el 3 diciembre 2015 a las 20:12
  3. 3. CARMELILLA dice:

    Hola trescatorce, me encanta la escena inicial en la q habla por telefono, es igualita a muchas por las que ya he pasado hace mucho, la has expresado con mucha realidad.
    El relato es ameno, fluido, de lectura rapida y sencilla.
    Esa parte, la de la magia, me hace imaginar a la protagonista con la boca abierta y despues la reaccion de la abuela no debio ayudar para que la cerrara.¿Para cuando la segunda parte?
    Saluditos.

    Escrito el 6 diciembre 2015 a las 20:54
  4. Logras atrapar al lector en el hilo del teléfono con una historia secundaria que en el fondo es la principal: la de la realidad virtual de los sueños plasmados en un lápiz mágico. Muy buena la tríada que nos presentas niña-madre-abuela, como una nueva y centenaria historia de soledad. Historia de apariencia sencilla aunque estas son las difíciles de manejar para que se hagan creíbles, lo que logras con suma facilidad.

    Escrito el 8 diciembre 2015 a las 15:50

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